Reikiavik / Finlandia
Una visita al museo más «freak» del mundo
Por las salas de este museo no sólo pueden contemplarse penes de humanos así como de canguros, osos polares, renos y hasta de un elfo.
Pene de una ballena enana, expuesto en el Museo del Falo de Reikiavik. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]
El islandés Pall Arason era un hombre legendario y quería dejar tras su muerte un legado muy especial: su virilidad. Hoy en día puede verse en Reikiavik, conservado en formol en un cilindro de en el que quizá sea el único Museo del Falo del mundo. De este modo, se convirtió en el primer ejemplar humano de una colección de aproximadamente 300 penes.
«Arason estaba algo preocupado, pues en los últimos años su virilidad estaba considerablemente mermada», cuenta el director del museo, Hjörtur Gísli Sigurosson. Y es que este islandés cuya vida había estado plagada de aventuras amorosas tenía ya 95 años cuando falleció. Pero por muy encantado que estuviera el museo al conseguir por fin un pene de Homo sapiens, la codiciada pieza está más bien arrugada y dista mucho de tener buena presencia.
Por eso, Sigurosson deposita sus esperanzas en un documento de donación firmado en 2014 que cuelga junto a dos fotografías en las paredes del museo. Proviene de Jonah Falcon, el hombre con el pene más largo jamás medido. «No creo que podamos conseguir uno más grande o mejor«, afirma el director del museo. «Es bastante grande«, al parecer, de más de 34 centímetros. Pero el estadounidense tiene 44 años, reconoce Sigurosson, «así que probablemente tendremos que esperar un largo rato«.
Lo cierto es que el islandés recibe más ofertas de las que puede aceptar. «Muchas no son serias, o luego la gente las incumple«, señala. Además, quien quiera donar su pene debe realizar antes ciertos pasos administrativos. «Cada país tiene sus propias leyes sobre lo que a uno se le puede retirar del cuerpo«, explica el experto. Pero el esfuerzo tiene su recompensa: «La fama eterna», afirma.
Aunque todavía no posee el pene más largo del mundo, el islandés se muestra orgulloso de su colección, con la que empezó ya su padre en 1974. «Me dijo: Alguien tiene que hacerlo«, cuenta Sigurosson. «Era profesor y siempre quería enseñar algo a la gente«, aunque entre sus intenciones también había cierto placer en la provocación, añade.
Por las salas del museo no sólo pueden contemplarse los genitales de perros, gatos, ratones o caballos bañados en formalina, sino que además hay penes de canguro, oso polar, reno, babuino o foca. El visitante encontrará además varios miembros de poderosos mamíferos marinos, pues las ballenas y los delfines abundan en la isla.
«Es fácil acceder a los animales autóctonos«, afirma Sigurosson. Cada vez que una ballena queda varada en la costa, los vecinos avisan al director del museo. «¿Quiere el pene?», le preguntan. No obstante, sólo se expone la parte final, pues el órgano entero resulta demasiado grande: el más largo de los que posee Sigurosson mide 1,45 metros. En total, 75 kilos de pene de cachalote.
Para los ejemplares exóticos, el director del museo confía a menudo en los turistas, que le aportan rarezas de sus viajes como genitales de jirafa o elefante. Y como Islandia es un país con predilección por los seres mitológicos, también hay expuesto un pene de elfo. El catálogo del museo lo describe como un «ejemplar inusualmente grande y antiguo«.
Con todo, lamenta Sigurosson, la colección dista mucho de estar completa: le encantaría tener, entre otros, miembros de leones, rinocerontes o hipopótamos. Siempre supo que algún día heredaría el puesto de su padre, y no le parece que sea un trabajo raro. «En realidad, es como cualquier otro: vender entradas, responder a preguntas… o trabajar con penes«, agrega entre risas.
Anualmente, unas 20.000 personas acuden a este museo situado en el centro de Reikiavik, muchos atraídos por las recomendaciones en las guías de viaje. Sigurosson ve a menudo la curiosidad en sus rostros, pero rara vez haya decepción. Sólo en una ocasión le solicitaron la devolución de la entrada, cuenta encogiéndose de hombros. «Si fuera un museo de manos o pies nadie diría nada. Pero al exponer penes, cualquier reacción es posible«.