ESPAÑA
Fotos | Las Fallas valencianas, una ardorosa tradición del siglo XVIII
Fiesta de origen pagano del siglo XVIII, consiste en hacer una crítica y de ridiculizar con humor a los poderosos. Fotos
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19 de marzo de 2015
La ciudad española de Valencia culminó el jueves sus fiestas tradicionales, la Feria de Fallas, con la quema de los conjuntos escultóricos que, de manera alegórica, representan a personas o a hechos destacados de actualidad. Las principales plazas de esta ciudad del este de España, con unos 800.000 habitantes, fueron decoradas desde hace días con las 770 «fallas», esculturas de cartón que se queman en la noche del 19 al 20 de marzo, en un rito histórico de carácter purificador.
Fruto de un año de trabajo, los ‘ninots’, un gran personaje rodeado de otros más pequeños, se ensamblan para formar unos 760 monumentos de cartón y polietileno, que alcanzan hasta 30 metros de altura y se instalan en las calles de Valencia durante cuatro días antes de ser quemados. «Todos salvo dos, un ninot ‘adulto’ y otro ‘infantil’, que serán indultados por el voto de los visitantes» e irán a parar al Museo Fallero, explica Vicente Rodríguez, un joven fallero de 26 años.
Por votación popular, siempre se salva alguna «falla», esculturas de cartón que representan diversos caracteres y personajes de la vida social. Cuando las cenizas dejan de humear, es el momento de ponerse a trabajar en la edición de 2016, en la que se sabrá si las Fallas son declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, como pretenden los valencianos.
Las primeras huellas de las Fallas se remontan al siglo XVIII. Esta fiesta, de origen pagano, está vinculada «a la primavera, cuando los carpinteros podían trabajar fuera y aprovechaban para limpiar el taller y hacer una hoguera«, relata Ximo Palomárez, responsable del Museo Fallero. Fabricaban unos muñecos con las antorchas que los iluminaban en invierno y viejas ropas como una forma «de hacer una crítica y de ridiculizar con humor a los poderosos«, dice. Las Fallas «son críticas y también eróticas porque desde el principio tuvieron mucho choque con las autoridades y con la Iglesia Católica, que intentó prohibirlas», agrega.
La tradición fue tomando una forma determinada con el tiempo. Ahora, todo empieza el último domingo de febrero con ‘la despertà’, en la que la ciudad amanece con el sonido de los petardos, al amanecer. Cada día a las 2 de la tarde vibra la ciudad al ritmo de las ‘mascletàs’, cinco minutos en los que explotan más de 100 kg de pólvora y la plaza del Ayuntamiento se llena con miles de espectadores que sienten cómo estas explosiones hacen vibrar el suelo y llenan el centro con una nube blanca.