Huellas africanas en territorio argentino
La Capilla de los Negros es parte de una lista de sitios ligados a la historia de la esclavitud en Argentina, un itinerario creado en 2009 por la Unesco.
La Capilla de los Negros atrae 11 mil turistas cada año, que quieren conocer la iglesia que los esclavos liberados construyeron en 1851. [ Ver fotogalería ]
Por Michael T. Luongo (The New York Times / Travel / Diario PERFIL)
La capilla de la ciudad lacustre de Chascomús no entusiasma. Su exterior de ladrillos blanco está parcialmente obstruido por un enredo de vides y arbustos, y su interior de bancos de madera y piso de tierra desnivelado no es más majestuoso que la fachada. Las paredes grises, rajadas y polvorientas están adornadas con fotos y cruces, y el altar ofrece un panteón de santos negros, madonnas y deidades africanas, como la diosa Yemanja, de la religión yoruba.
Pese a su aspecto descuidado, este pequeño templo, la Capilla de los Negros, atrae 11 mil turistas cada año, que quiere conocer la iglesia que los esclavos liberados construyeron en 1851. “La capilla es donde nos reconocemos y señala la verdad de por qué estamos aquí”, dice Soledad Luis, una afroargentina de la Oficina de Turismo que me trajo hasta este lugar. Su propio abuelo ayudó a delimitar el predio y su familia aún se reúne allí semanalmente.
La Capilla de los Negros es parte de una lista de sitios ligados a la historia de la esclavitud en Argentina, un itinerario creado en 2009 por la Unesco. Su inclusión marca la creciente conciencia sobre la herencia africana en Argentina, aparentemente el país más europeizado de América del Sur.
En algún momento, este país tuvo una robusta presencia africana por los esclavos que se vendían al Nuevo Mundo, pero la población negra fue diezmada por muchos factores. Entre ellos, la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, en 1860; una epidemia de fiebre amarilla y un mestizaje que fue lavando tanto la cultura africana como sus rasgos. Además, la inmigración europea abrumó con población blanca: 2,27 millones de italianos entre 1861 y 1914.
En 1800, al borde de una revolución con España, los negros constituían una tercera parte del país, 69 mil en una población total de 187 mil, según América afrolatina, de George Reid Andrews. En el censo de 2010, el primero de la historia que tuvo en cuenta el origen étnico, 150 mil ciudadanos se declararon afroargentinos, apenas 0,365% de una población de 41 millones. Sin embargo, la cultura africana sobrevivió, y en los años recientes Argentina pasó de subvalorar sus raíces africanas a redescubrirlas. Algunos incluso están buscando huellas turísticas, con hitos y folletería, para crear conciencia local e internacional.
La primera parada de la ruta de los esclavos requiere zapatos de baile. Fui a la calle Defensa, en el barrio de San Telmo, y tomé una lección de tango en el Movimiento Afrocultural, institución que surgió en 2009. ¿Por qué tango? “No hay dudas de que el tango tiene origen africano”, sostiene la profesora Verónica Rueco. Según Erika Edwards, de la Universidad de Carolina del Norte, el término “tango” proviene de Níger y Congo. Todos los domingos, en la plaza Dorrego, sobre la calle Defensa, se arma una milonga a cielo abierto, con actores, turistas y locales que bailan hasta medianoche. La escena se repite en Barrancas de Belgrano, Caminito y otros puntos de Buenos Aires.
Durante el día, el Movimiento Afrocultural se organiza en murgas y se baila candombe sobre los adoquines, danza popular que también remite a África. La siguiente parada fue subterránea ya que bajo tierra, Buenos Aires es una telaraña de túneles. Nadie ignora que durante la época colonial los contrabandistas usaban para eludir las tarifas de España y los sacerdotes, para ir entre las iglesias jesuitas de San Francisco y San Ignacio, en la Manzana de las Luces, corazón histórico de la ciudad.
Menos conocidos son los túneles que están bajo las viviendas, como la de Defensa 1464. La complejidad de esa red fue dada a luz por la afroecuatoriana Freda Montaño, que vivió allí. En un documental que dirigió David Rubio, contó que esos túneles llegaban hasta Parque Lezama, en donde los esclavos eran vendidos a sus nuevos dueños. Montaño inauguró un pequeño centro cultural en Defensa 1464, pero tuvo que cerrarlo cuando el dueño quiso vender la propiedad. Ahora tiene la esperanza de que el gobierno la compre para que la gente conozca este costado más desconocido de la ciudad. Según Pablo Cirio, especialista en estudios afroargentinos, “esos túneles se usaban para transportar bienes y personas, pero no hay serias pruebas que lo avalen”.
Otro enjambre de túneles subyace en El Zanjón de Granados, otro museo de San Telmo. La vivienda más chica de Buenos Aires, Casa Mínima, es parte del complejo y se cree que fue de un esclavo liberado. Las conexiones continúan. El Museo Histórico Nacional alberga en su colección permanente pinturas del período independentista que dan cuenta de estos vínculos. La Casa Nacional del Bicentenario ha organizado muestras que ilustran los vínculos musicales con África. Fuera de la capital, en San Antonio de Areco, el Museo Ricardo Güiraldes exhibe imágenes de gauchos negros.
Y en la Provincia de Córdoba, el Museo de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia, integrante de las huellas esclavistas que elaboró la Unesco, contiene piezas que prueban los vínculos entre jesuitas, nativos y esclavos negros. Y la visita a Buenos Aires podría cerrar con una sabrosa cena en “El Buen Sabor”, un restaurante de Villa Crespo que inauguró Maxime Tankouo, de Camerún.