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Los mejores sabores de Marruecos se disfrutan en Marrakech
La plaza Jemaa el Fna tiene más vida e intensidad que cualquier otro espacio público. Por las noches, se convierte en centro de gastronomía y entretenimiento. Fotos
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la Plaza de Jemaa el-Fna es el corazón de Marrakech, Marruecos. Las tradiciones ancestrales capan a sus anchas entre sus puestos de especias e improvisados restaurantes, donde se hace imprescindible cenar al caer el sol. Foto: AFP [ Ver fotogalería ]
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la Plaza de Jemaa el-Fna es el corazón de Marrakech, Marruecos. Las tradiciones ancestrales capan a sus anchas entre sus puestos de especias e improvisados restaurantes, donde se hace imprescindible cenar al caer el sol.
Jemaa el Fna es un espacio que carece de los elementos típicos de una plaza como fuentes, estatuas, bancos o césped, pero que tiene más vida e intensidad que cualquier otro espacio público conocido. Está rodeada de construcciones modestas y de baja densidad, donde domina el minarete de la Mezquita Kutubía y hacia el norte, el zoco, foco de la actividad comercial.
Originalmente, este espacio formaba parte del palacio de la dinastía almorávide y era utilizado para la realización de festejos y desfiles militares. Tras la llegada de los almohades, el edificio fue demolido y la plaza quedó como el gran espacio público que hoy es.
Su nombre nos viene a decir algo así como ‘el lugar donde el pueblo se reúne’ o ‘la plaza de la mezquita destruida’, pues parece ser que allí se alzaba la gran mezquita de la ciudad. La actividad apenas cesa a lo largo de todo el día. Por la mañana alternan los carruajes de zumos, las tatuadoras de henna, los dentistas callejeros, los aguadores o los encantadores de serpientes.
Por las noches, la plaza se convierte en un extraño centro de gastronomía y entretenimiento al aire libre animado por cientos de acróbatas disfrazados, cuentacuentos, magos, bailarines y músicos «gnawa». Los camareros pululan entre las multitudes con sus cartas de menú en cuatro idiomas diferentes.
Los mejores platos regionales pueden degustarse allí: Cus-cus, tajine de carne, pescado o verduras, la sublime harira –sopa con cilantro, cordero, garbanzos, tomate, con un punto picante-, esas albóndigas especiadas llamadas kefta, el méchoui –un delicioso y especiado cordero a la brasa. Hay quien ofrece las cabezas del cordero a la brasa, un manjar que se suele disfrutar en familia; De postre, los típicos dulces de hojaldre y miel, excesivamente azucarados, pero de un sabor maravilloso y único.
Es un crimen pasar por Marrakech y no comer en alguno de los puestos que se agolpan en Jemaá el Fna. El más famoso de todos es el número 31, que se jacta de ofrecer las mejores salchichas especiadas de todo Marruecos. La oferta culinaria es variada. Caracoles, cabezas de cordero con sus ojitos y todo, carne a la brasa, pescado frito… Se puede comer en alguno de estos puestos por unos 70 dirhams.
Conviene subir a alguna de las terrazas de los cafés que se localizan en la plaza para tener una visión de conjunto a vista de pájaro. La mejor opción es el Café Glacier, que permite una visión panorámica sobre el encantador caos reinante. Para disfrutar de estas vistas sobre la multitud hay que consumir algo. Los tés a la menta y los pastelillos árabes del lugar son míticos.
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