KOH KUT Y KOH MAK

En busca de las islas menos conocidas de Tailandia

Varias islas pequeñas del Golfo de Tailandia están rodeadas de peces psicodélicos, horizontes de cocoteros y aguas fosforescentes en la noche. Fotos

Las pequeñas islas Koh Kut y Koh Mak, del Golfo de Tailandia, están rodeadas de peces psicodélicos, horizontes de cocoteros y aguas fosforescentes en la noche. El turismo masivo no ha llegado a ellas todavía. Foto: Perfil [ Ver fotogalería ]

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Por Naomi Lindt (The New York Times / Travel)

Bajo un ardiente sol de mediodía, el Golfo de Tailandia, una gama de azules, se extendía hasta el horizonte. Al oeste emergían los picos dentados de brillante color esmeralda de Koh Chang. Los Montes Cardamomos de Camboya se alzaban al este. Gruesas hileras de palmeras abrazaban vacías platas de arena blanca debajo.

Esto es lo que se encontrará en la isla Koh Mak, una pequeña muestra de la vieja Tailandia, que está desapareciendo rápidamente, como sucede con su hermana la isla Koh Kut, a una hora de viaje en bote, en el noreste del Golfo de Tailandia, no muy lejos de la frontera camboyana.

Los numerosos destinos de playa más conocidos de Tailandia -Phuket, Koh Samui, Koh Chang- están a años luz de estas tranquilas joyas bordeadas de palmeras, donde es más probable cruzarse con perros y cerdos deambulando por las calles que con vehículos. Se puede nadar en agua cristalina durante una hora hacia la cercana isla de Koh Rayang Nok, con la única compañía de una raya. Y al llegar, snorkel.

Koh Mak es desconocido para la mayoría de los turistas. Ese perfil bajo es una decisión por parte d las cinco familias dueñas de la mayor parte de la isla descendientes de Luang Prompakdii, un emprendedor de una provincia cercana que compró la isla de 15 km2 en el siglo XIX.

Asustados por el desarrollo desenfrenado que devoraba las playas de antaño inmaculadas, se unieron para mantener los resorts pequeños y el hábitat natural intacto. Más o menos dos docenas de hoteles salpican las costas de la isla, desde cabañas simples de US$ 15 la noche hasta propiedades boutique como el “Plubpla”, cuyas cabañas chic contemporáneas están conectadas por pasarelas elevadas de madera.

Más allá de nadar, alquilar bicis o motos, tomar sol o simplemente admirar los bosques de cocoteros y el bamboleo de los pastizales rosa pastel poblados de ibis blanco, no hay mucho para hacer en términos de urbanización.

Se puede ir en un bote de madera a ver los bancos de peces vestidos de patrones psicodélicos que pueblan el Parque Nacional Marítimo Koh Chang. Se puede pasear por la playa antes de tomar un masaje a la orilla del mar, y “Koh Mak Seafood” requiere que se coma descalzo mientras se disfrutan increíbles mariscos frescos.

Mientras que el tamaño razonable de Koh Mak le da un encanto amigable, Koh Kut, muy cerca, es su salvaje y majestuosa contraparte. Es altamente recomendable combinar las dos en un solo viaje. Con poco más de 100 km2, Koh Kut es la cuarta isla de Tailandia, pero permanece casi intacta.

Sus atributos inspiradores de ensueños parecen infinitos: kilómetros de playas de arena blanca sin explotar abrazando aguas de un color turquesa con las que se sueña en un frío día de invierno, saltos de agua escondidos en un bosque tropical que aloja antiguas higueras de Bengala que -se dice- tienen poderes espirituales, manglares vírgenes poblados de luciérnagas que montan un pequeño espectáculo cada noche.

De noche, hay luciérnagas en los árboles y “estrellas en el agua”, que no es sino el plancton fosforescente, muy común en las aguas cercanas. Aquí todo brilla. Es mágico. Koh Kut dio su primer y, hasta ahora, mayor paso al mundo de los viajes en 2009 con la apertura del resort ultralujoso “Soneva Kiri”, una marca conocida por establecerse en los sitios más vírgenes.

Se habla de un aeropuerto, pero el crecimiento ocurre muy lentamente. La isla no tiene electricidad ni agua corriente adecuadas para soportar el turismo masivo. Por ahora, la abundancia de riquezas naturales en Koh Kut es tan destacable como la falta de opciones para consumidores. Hay pocos restaurantes, no hay tiendas de souvenirs ni tráfico, y sólo uno o dos bares destartalados donde ver el cielo pasar de naranja a rosa mientras se toma una cerveza Chang.-

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