NUEVO MÉXICO / EE.UU.
Tres días en Albuquerque
Famosa por los bolillos mexicanos y los vuelos en globo, es uno de los escenarios favoritos de Hollywood. Fotos
Panorámica. Desde la terraza del hotel Parq Central se tienen fabulosas vistas de la ciudad. El restaurante del hotel se hizo sobre un antiguo hospital psiquiátrico. Allí, un cartel malicioso anuncia: "No es una farmacia autorizada", y da vía libre al licor de flor de saúco. [ Ver fotogalería ]
Por Zora O'Neill (*)
Hasta hace poco, las únicas ideas que solían asociarse con Albuquerque eran Bugs Bunny y “ese aeropuerto que uno tiene que atravesar para llegar a Santa Fe”. Pero en los últimos años la mayor ciudad de Nuevo México ganó reputación turística.
Gracias a recortes impositivos y un magnífico paisaje, la industria de la TV y del cine están en auge: Avengers, el tanque multimillonario, se filmó aquí el verano pasado, y este año la serie Breaking Bad comienza a rodar su quinta temporada con Albuquerque como telón de fondo.
En la avenida central, los carteles de neón de los viejos días de la Ruta 66 brillan sobre las veredas de los barrios renovados. Y a lo largo de la ribera del río Grande, el campo verde y exuberante ofrece un oasis tranquilo, con sus preciados granos de maíz y otras cosechas que proveen al pujante movimiento orgánico de la ciudad.
1º día. Cerveza y anís
De día, se puede apreciar los edificios que en su momento financió el boom ferroviario, como el exuberante KiMo Theater, que empezó como un cine en 1927 y hoy es el principal centro cultural de la ciudad. Otras atracciones diurnas: tiendas clásicas como Maisel’s, un emporio de artesanías de aborígenes americanos y el viejo Man’s Hat Shop, con sombreros de cowboy apilados hasta el techo.
Para conocer un poco del viejo Albuquerque hay que ir a la panadería Golden Crown, donde venden empanadas, bolillos al estilo mexicano y pizza con maíz azul o morrones verdes. Las ensaladas son de huerta propia. Para el postre hay que probar los bizcochitos de anís.
Marble Pub es un perfecto bar de Nuevo México: bancos, tocadores de banjo o percusionistas de salsa, y un montón de perros. Para refrescarse luego del baile, una copa de cerveza añejada en barril. En el distrito Nob Hill, al este de la Universidad de Nuevo México, está Kellys, un bar de cerveza más clásico, montado en el edificio de una estación de servicio de Ford, de 1939. Si lo permite el clima, se puede conseguir un asiento afuera junto a los viejos surtidores y ver el verdadero desfile de modas de los excéntricos parroquianos.
2º día. Bici y trolley
El Paseo del Bosque bordea el río Grande en las tierras bajas, 25 kilómetros asfaltados para gloria de los ciclistas. Steve’s Happy Bikes alquila bicicletas y sugiere una ruta que zigzaguea por los canales de riego hasta Los Poblanos Farm Shop, que vende bálsamos y jabones de lavanda.
Luego de un descanso, es buena idea subir al ABQ Trolley, un ómnibus con aspecto de tranvía, conducido por dos hermanos que van saludando a todos mientras enfilan por la Ruta 66, con Chuck Berry sonando a todo volumen. El tour incluye ubicaciones del rodaje de Breaking Bad y anécdotas del joven Bill Gates, que fundó Microsoft en Albuquerque antes de mudarse a Seattle.
La carne adobada, envuelta en masa hojaldrada y frita, ganó en 2010 el premio James Beard a los clásicos americanos. Se puede probar en Mary & Tito’s.
3º día. Fiesta de globos
Los vientos amigables y el amplio sol de Albuquerque son un paraíso para los globos aerostáticos. Se parte al amanecer y la vista abarca las montañas Sandías, algunos volcanes inactivos y las aguas del río Grande. El viaje incluye unos tentempiés con champagne, tradición de los viajes en globo, dado el origen francés del deporte.
Si es domingo, el café gratis congrega gente en la Iglesia de Beethoven, donde todos los domingos a la mañana tocan música de cámara. Los conciertos fueron idea del chelista Felix Wurman, en 2008. Su visión de un ritual dominical sin credos religiosos se convirtió en uno de los eventos musicales favoritos de la ciudad. También en domingo, en el National Hispanic Cultural Center, se puede ver un fresco de mil metros cuadrados que cubre una antigua torre. De Federico Vigil, evoca 3 mil años de cultura hispánica. Además, hay una colección de arte contemporáneo.
Una visita a Albuquerque es incompleta sin una comida en el Frontier Restaurant, con retratos de John Wayne y mesas ocupadas por gente de toda clase social. La orden típica: un burrito con panceta, jugo de naranja y un bollo dulce con jarabe de canela.
(*) The New York Times / Travel (traducción: Alejandro Grimoldi). Nota publicada en el Diario PERFIL el sábado 2 de junio de 2012.