PERU / BOLIVIA

Ellos son los Uros, el pueblo flotante del Titicaca

Situado a unos 3.800 metros de altitud y rodeado de misticismo, el lago es el hogar de este pueblo desde la época preincaica. Fotos.

Embarcación realizada con totora que simula una cabeza de puma. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]

Ficha

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Unas pequeñas plataformas de totora destacan entre el intenso azul de la parte peruana del Lago Titicaca, cerca de la bahía de Puno. Son las islas flotantes artificiales de los uros, un pueblo ancestral que habita en pequeñas comunidades en medio del lago navegable más alto del mundo.

Los islotes amarillentos en los que estos habitantes levantan sus casas están construidos con un tipo de junco llamado totora que crece en el agua. Los uros recolectan sus raíces cuando salen a flote, en la época de lluvia, cortan grandes bloques y los van uniendo hasta que forman una isla flotante que puede perdurar hasta 23 años.

«Son los hombres quienes recolectan la totora, porque ellos son los que saben cuáles son las raíces buenas. Si tienen mucha tierra, se hunden«, explica José, uno de los guías turísticos que acompañan a los turistas a visitar a los uros.

Para mantenerlas, cada 20 días se añade una nueva capa de totora sobre la superficie y anclan las islas con cuerdas, estacas y piedras que se hunden a una profundidad de unos tres metros, explica el presidente de una de las comunidades.

A lo largo del año, el nivel del Titicaca apenas sube unos dos metros, en gran parte debido a la evaporación pero también gracias al río Desaguadero, que descarga agua en otro lago en la parte boliviana.

En cada isla conviven entre cinco y siete familias que subsisten gracias a la caza y la pesca que luego venden o cambian en el mercado de Puno. Además, realizan hermosos y coloridos bordados y artesanías de totora que venden a los turistas que les visitan.

También las viviendas y algunas de las embarcaciones que utilizan están fabricadas con totora, planta que además comen y utilizan como medicina. Las casas, de forma rectangular, son unos pequeños habitáculos de una sola pieza en los que duerme toda la familia.

En cuanto a las embarcaciones, que pueden tener incluso dos pisos, tardan unos seis meses en construirse y pueden utilizarse unos siete años. «En 1947, la expedición del explorador noruego Thor Heyerdahl recorrió 4.700 millas entre Perú y la Polinesia francesa en una balsa similar a las que construyen los uros«, cuenta José.

Situado a unos 3.800 metros de altitud, el lago en el que viven los uros está rodeado de misticismo. Titicaca -que significa puma de piedra- es según la leyenda el lugar del que surgió Viracocha, el dios sol, quien a su vez envió a Manco Cápac a fundar la próspera cultura inca en Cuzco.

Los uros, por su parte, fueron una de las primeras formaciones culturales del Altiplano y su origen se remonta a la época preincaica. Según algunas teorías procedían de Bolivia pero emigraron a las zonas costeras después de que se produjeran grandes sequías entre los años 900 y 1.200 d.C.

En un principio habitaban en tierra firme pero decidieron construir islas flotantes para evitar ser conquistados por los tiahuanacos, collas e incas. Además, descubrieron que en pleno lago tenían más medios de supervivencia gracias a la caza y la pesca. Su idioma originario, el pukina, se fue perdiendo y adoptaron el aimara, que siguen hablando junto con el español.

Actualmente hay alrededor de unas 80 islas uros en el lado peruano del Titicaca y se estima que en ellas viven en torno a 1.800 personas, que por lo general se emparentan entre ellas. Cada isla tiene un presidente y hay un jefe máximo para todas ellas.

Aunque el modo de vida sigue siendo tradicional, junto a algunas de las casas pueden verse pequeños paneles solares que les proporcionan unas tres horas de electricidad por las noches. Actualmente tiene 600 placas. Para evitar incendios cocinan al aire libre sobre totora húmeda, aunque también cuentan con unos hornillos de gas que utilizan en el interior de las cabañas cuando llueve.

Los miembros más pequeños de las familias juegan entre las faldas de sus madres mientras estas tejen o atienden a los turistas. También van al colegio, que está a una media hora de distancia en barca. Muchas veces son los niños mayores los que reman y llevan a los más pequeños a clase, pero otras es la propia maestra la que recorre las islas para llevarles a la escuela, explica José. La primera escuela que hubo en las islas era adventista, fundada por estadounidenses, pero ahora cuentan con varios centros más de educación primaria.

«Las nuevas generaciones de uros están cambiando y muchos de ellos se van a estudiar o trabajar fuera«, cuenta el guía. «Quizás a esta forma de vida puede llegar a extinguirse«. Pero por ahora los hombres y mujeres de las islas flotantes siguen saliendo sonrientes a recibir al visitante con su tradicional «kamisaraki» (¿qué tal?) y le despiden desde su universo de totora mientras este se aleja de vuelta a Puno o se adentra en el lago.

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