CIUDAD DE BUENOS AIRES

La «noche porteña» se vive de otra forma en la Reserva Ecológica

La oscuridad puede ser absoluta y asombrosa, ya que la idea es ser iluminados de forma natural por la Luna. Hay visitas guiadas.

Texto y foto: Darío Silva D'Andrea / Perfil.com [ Ver fotogalería ]

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Llega un momento en que solo se ve la tenue luz de la Luna llena y solo se escucha el canto de los grillos, las ranas y de quién sabe qué otros insectos. El paseo nocturno por la Reserva Ecológica de la Costanera Sur de Buenos Aires es uno de los itinerarios más solicitados por locales y turistas y solo se realiza una vez por mes, cada vez que hay Luna llena. Unos pocos «escogidos» pueden participar si se inscriben, vía e-mail, en horario y fecha (consultá por teléfono: 4893-1588/97).

Guiados por un experto del grupo en biología de la Reserva, los participantes se adentran en los caminos de este vasto complejo natural que se encuentra en Puerto Madero. De a poco van quedando atrás las luces de las torres y la música de los puestos de choripán para quedar solos en la penumbra. Si tienen suerte, disfrutarán el recorrido completo. Si les pasa como a mí, la visita terminará antes de tiempo ante la inminencia de una tormenta que amenazaba con volar todo.

Apenas nos abandonan las luces artificales de la ciudad, el grupo se adentra en una «ciudad natural» repleta de lagunas y bañados, bosques de alisos y cortaderales, hogar de reptiles, aves, mamíferos, insectos y cientos de especies de plantas autóctonas y exóticas. Uno de los rincones más asombrosos es el Bosque de los Alisos, un árbol que puede alcanzar hasta los 8 metros de altura que se propagó por los márgenes del Río de la Plata hasta llegar a la costa de la Ciudad.

Este bosque tiene gran importancia ya que, a unos cientos de kilómetros de hábitat original, el aliso de río desarrolló características propias debido al grado de humedad del suelo en la Reserva, formando densos bosques que constituyen microclimas dentro de la Reserva: la humedad es mayor allí (y se manifiesta en la presencia de hongos y líquenes) y los sonidos se atemperan, al igual que el frío en el invierno y el calor en el verano. Son muy útiles cuando ocurren incendios.

Se ven arañas de todo tamaño, se oyen sonidos de animales que no reconocemos quienes habitamos la jungla de cemento. La oscuridad puede ser absoluta y asombrosa, ya que la idea es ser iluminados de forma natural por la Luna. El guía se detiene cada vez que halla algo importante que contar sobre la vegetación de este «oasis» de 350 hectáreas pegado a la Ciudad y, junto al Río de La Plata, el grupo puede descansar y hacer un picnic. ¿Unos consejos? Llevar repelente para mosquitos (en invierno también) y, sobre todo, estar bien dispuesto a sentir la naturaleza muy de cerca.

 

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