Las maravillas de Luang Prabang
Luang Prabang, la antigua y diminuta capital del país, ofrece templos, estilo colonial francés y patrimonios que Unesco pide conservar. FOTOS
La antigua capital de Laos se explora en bicicleta, mediante excursiones a un santuario de elefantes y tomando clases de hilado. Dejó de ser colonia francesa en 1949, pero ese pasado perdura. Foto: The New York Times/Travel / Diario PERFIL [ Ver fotogalería ]
Por Ondine Cohane (The New York Times/Travel)
En el sudeste asiático, donde suele abrumar el vertiginoso desarrollo turístico, Luang Prabang es una feliz sorpresa que recibe con un aeropuerto modernizado. Esta antigua capital diminuta, hermosamente conservada y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, rebosa de templos, casas coloniales francesas y moradas de madera con estilo tradicional. Todo, en la confluencia de los ríos Mekong y Nam Khan.
En la mayoría de los hoteles de Luang Prabang las bicicletas, la mejor forma de conocer la ciudad, son gratuitas para los huéspedes. El corazón del Casco Viejo mide un kilómetro y medio por 300 metros. Se puede estacionar en el Palacio Real
y conocer el período en que la ciudad fue capital real del reino de Laos hasta la toma del poder comunista, en 1975. Impresiona el Salón del Trono, con diminutos espejos que forman un enorme mosaico de vidrio. La sala fue originalmente construida en la década de 1950 para conmemorar el 2.500 aniversario del paso de Buda a Nirvana.
Mientras se pone el sol detrás del Mekong, río considerado una de las cunas de la civilización, se despliega el espectáculo de luces nocturnas y la vida de bares. Recomendable tomar una Beerlao, (la cerveza del país) por menos de US$ 2. Y en L’Eléphant Vert, el menú vegano incluye sopa de coco con curry, un kheer –una cocción a base de arroz y leche– de zanahoria, y castañas de cajú como postre. Cada menú fijo incluye un jugo fresco de mora, lima y miel. Todo por US$ 20. En esta capital budista, los negocios cierran a las 23.30, de modo que la vida nocturna es breve. Sin embargo, hay algunos bares y pubs.
Por la mañana, hay tradición de panadería francesa. En Le Café Ban Vat Sene se desayuna café con leche, medialunas, manteca y dulce, mientras desde la ventana se ven pasar monjes ataviados en color azafrán. En cambio, si se quiere degustar platos tradicionales de Laos, el restaurante Tamarind ofrece no sólo comida sino también clases de cocina. El curso mañanero (US$ 35) empieza con un viaje al mercado de comida local; se enseña a hacer platos como el mok pa (pescado al vapor en hojas de plátano) y varios jeow (la salsa tradicional de acompañamiento).
Más tradiciones se ven cada amanecer, cuando cientos de monjes de la ciudad se abren paso por las calles de Luang Prabang en el marco del tak bak, la recolección de limosnas en silencio. Lamentablemente, los turistas con cámaras destellantes dan la sensación de espectáculo a un evento otrora pacífico y de meditación. Para una representación más serena del silencio y la oración, conviene ir a la exhibición permanente «Meditation», del fotógrafo Hans Georg Berger, en el templo Wat Khili. Eso, sin dejar de tener en cuenta que Vat Visoun (también conocido como Wat Wisunalat) es uno de los templos más antiguos de la ciudad, y uno de los más hermosos.
La mayoría de los visitantes de Luang Prabang van al Mercado Nocturno a hacer sus compras de artesanías laosianas, pese a que allí muchos productos son imitaciones hechas en China. Para evitar esa confusión, busque la etiqueta “Hecho en Laos”, que identifica artículos al menos 60% producidos en la región. En pueblos cercanos como Ban Xieng Lek, tejedores locales trabajan en sus telares sin turistas mirones. Propuestas similares se ven en el pueblo Ock Pop Tok: allí, conviene ir al Centro de Artes Tradicionales y Etnología (TAEC) y a la Backstreet Academy, que ofrece clases de hilado en casas de residentes locales por US$ 29.
El Mekong quizás sea el más concurrido y famoso de los dos ríos de Luang Prabang, pero el Nam Khan es muy pintoresco. El Puente de Bambú se cruza caminando o en bote, según la temporada, y conduce a Dyen Sabai. Laos –conocido como La Tierra del Millón de Elefantes– amerita, para niños y adultos, una excursión al Pueblo Elefante. A este santuario de paquidermos –muchos de ellos explotados en la industria maderera– se llega en media hora en auto desde la ciudad. Otra opción turística: paseo sobre el Mekong. La excursión (US$ 40 por persona) a las Cuevas de Budas Pak Ou es bastante turística, pero se pasa frente a pequeños pueblos de pescadores y a monjes que juegan fútbol en los bancos del río. Luang Prabang deja el recuerdo de su atmósfera de bajo perfil y de su gente afectuosa.