ESPAÑA / PAÍS VASCO

Tres días para descubrir los brillos de Bilbao

El éxito urbano de la más famosa ciudad del País Vasco aún se está escribiendo. Espacios verdes, vanguardia y pasión por sus viejas costumbres rancias. Fotos.

La ciudad más moderna del País Vasco sorprende paso a paso. Su perfil impactante aún está en construcción. Foto: The New York Times / Travel [ Ver fotogalería ]

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Por Christian L. Wright (The New York Times / Travel)

Bilbao, en el corazón del País Vasco, en el norte de España, apareció en el radar mundial en 1997 con la apertura del Guggenheim, el escamoso museo revestido de titanio que hizo famoso a su arquitecto, Frank Gehry. La ciudad, con una población aproximada de 350 mil habitantes, es una historia de éxito que aún se está escribiendo, con mejoras en el transporte, espacios verdes, planes para renovar barrios olvidados y torres modernas que brotan junto a grandiosos íconos antiguos, relucientes luego de una pulida reciente. Bilbao se ha convertido en una ciudad de diseño marcada por sus Fosteritos, las paradas de metro diseñadas por el arquitecto inglés Norman Foster que se ven como un camarón gigante. También en un lugar que se toma en serio la comida, con estrellas Michelin y vallas publicitarias de Thermomix para demostrarlo.

Día 1. ¡Súbase!

El Euskotren Tranbia es un bonito tranvía con forma de oruga verde y plateada con una sola línea, en dos direcciones. Por 1,5 euros, es una forma excelente de ver esta pequeña ciudad sobre la margen izquierda del río Nervión, pasando frente al Guggenheim, y luego regresar al filo del compacto Casco Viejo medieval, en la margen derecha. Empiece en el distrito de Indautxu, en la tienda de diseño que está dentro del Azkuna Zentroa, anteriormente conocido como Alhóndiga Bilbao, un viejo almacén de vinos que ha sido transformado en un vasto centro cultural, con un moderno interior conjurado por Philippe Starck. Párese bajo la piscina de natación del cuarto piso cuyo fondo transparente enmarca el improvisado baile de los que nadan por arriba. Después, serpentee al norte hacia la calle del Doctor Nicolás Achucarro para explorar un grupo de boutiques independientes como Divina Martina y Persuade.

A la sombra del Guggenheim se esconde el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Fundado en 1908, se ubica al borde del Parque Doña Casilda Iturrizar y cuenta con una colección de alrededor de 10 mil obras importantes de viejos maestros y luminarias vascas, como los escultores Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Admisión general, € 7; miércoles, entrada libre. Podrá comer y beber con los locales en un área residencial exclusiva cercana a la arbolada Gran Vía. En Europa, los mercados de comida pueden ser tan emocionantes como los partidos de fútbol. El Mercado de la Ribera es extenso y conserva su gloria art déco en los bancos del río Nervión, que lleva al mar.

Día 2. Siete calles

Las siete calles originales de Bilbao, una zona peatonal, se las ingenia para conservar su carácter antiguo e inspirar nuevas ideas. Mesas de café han brotado junto a la gótica Catedral de Santiago. Los hombres lanzan fichas a la boca de un sapo de cerámica en el entretenimiento vasco juego de la rana. Sobre la Plaza Nueva, mujeres con batas atisban por ventanas blancas. En la calle Jardines está La Quesería, con una hermosa vidriera tipo parisino. En España, el almuerzo es una comida importante, y en Bilbao no escasean los buenos restaurantes. Pero Mina, en el distrito Bilbao La Vieja, se ha ganado una estrella Michelin. Por un menú chico (siete platos, € 55), comerá langosta, cerdo y conejo.

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Puede pasar todo un día en el Guggenheim, una flor de titanio que creció en un baldío industrial y que desencadenó la regeneración de la ciudad conocida como el “efecto Bilbao”. No importa perderse en La Materia del Tiempo, el laberinto de acero oxidado de Richard Serra, donde un mundo de arte contemporáneo lo espera (Motherwell, Anish Kapoor, Jenny Holzer). Haga como los bilbaínos y salte de bar en bar probando platos chicos mientras anda sin rumbo fijo. Cerca de los Jardines de Albia, donde las mujeres salen a caminar con perros terrier, el clásico Café Iruña se aferra a las tradiciones, escoltado por las más espléndidas fachadas beaux-arts y neoclásicas.

Día 3. Paseo revelador

Una caminata sobre el río, desde el parque República de Abando hasta el Puente Zubizuri, muestra a Bilbao en su gloria: nuevos edificios comerciales yuxtapuestos con remanentes industriales, espacio verde donde no hace mucho nada crecía, residentes corriendo o andando en bicicleta sobre los cordones blancos que Santiago Calatrava construyó del otro lado del estuario. Una comida en Azurmendi quedará en la memoria. En las faldas de la ciudad, cerca del aeropuerto diseñado por Calatrava que parece un búnker de James Bond, el restaurante de tres estrellas Michelin yace al final de un oscuro camino de entrada en una colina empinada.

El almuerzo empieza con un recorrido por la huerta y el invernadero florido. Después viene un “picnic” de pintxos, txakoli (el vino efervescente producido en el norte de España) y una mirada a la cocina de acero inoxidable. Más tarde lo llevan a un salón comedor con paneles de madera y mesas muy separadas entre sí. El chef Eneko Atxa es un tipo modesto cuya comida habla donde las palabras le fallan. Conozca su Bloody Mar, una conocida aunque deliciosamente exótica copa de puré de tomate. Es una tarde cara (352 euros para dos, con vino), pero es una odisea de quince platos que combinan entretenimiento, obra de arte y festín gastronómico que incluye fideos de paloma.

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