RELATO DE VIAJE / AFRICA
Rumbo al Sur de Senegal, la Tierra Prometida del África
Entre manglares y delfines, esta región de Senegal ve asomar un camino turístico entre los movimientos separatistas, el privilegio de sus extensas playas oceánicas y la buena hospitalidad.
Casamance era la vanguardia del ecoturismo en los años 70 hasta que en 1982 comenzó un movimiento separatista. Había alojamientos de lujo, desarrollos turísticos en y hoteles de calidad en Ziguinchor. Foto: The New York Times / PERFIL [ Ver fotogalería ]
Por Stephen Marche (The New York Times / Travel)
A medida que la piragua zumbaba por el pequeño río Casamance, en la parte sur más remota de Senegal, nos acompañaban delfines. La primera vez que los vi fue en el ferry nocturno desde Dakar hasta Ziguinchor. Pero acá nadaban junto al bote. Y ni siquiera estábamos cerca de nuestro destino final, un destartalado asentamiento en la región Petit Kassa, de Casamance, alejado de la mundana Dakar.
El norte del país es seco; el sur, exuberante. El norte es un importante centro africano; el sur, un remanso rural. Entre ellos se encuentra Gambia, ciudad grande y moderna, combatiendo la invasión del desierto con un río bordeado de manglares tan lleno de vida que los peces saltaban, como si se tratara de alguna parábola bíblica. Los delfines los habían seguido.
Casamance era la vanguardia del ecoturismo en los años 70 hasta que en 1982 comenzó un movimiento separatista. Había alojamientos de lujo, desarrollos turísticos en y hoteles de calidad en Ziguinchor. Los lugareños nos detenían a menudo diciendo: “Decile a todos que es seguro venir”. Ha habido un pequeño resurgimiento en los últimos años, gente atraída por kilómetros de espectaculares playas vacías en la costa sur. El Club Med, en Cap Skirring, reabrió sus puertas en 2010.
Desde Le Perroquet, nuestro hotel en Ziguinchor, fuimos teniendo éxito, porque la mala infraestructura vuelve interesante un recorrido. En el mercado de Elinkin alquilamos un vehículo septplace –con siete asientos– y una mujer nos preguntó si podría viajar con nosotros al próximo pueblo. ¿Por qué no? La región de Casamance es casi en su totalidad animista, cree en la naturaleza espiritual de plantas y objetos. Cada pueblo tiene tambores sagrados, que utiliza para comunicarse con otros pueblos.
Después de viajar durante una hora en barco hacia el Norte, llegamos a la zona de Petit Kassa, un pequeño pueblo escondido entre los manglares, y nos adentramos en la selva. En un claro, diez hombres estaban sentados preparando vino de palma, el delicioso licor suave usado en varios ritos sagrados. No esperaban que un grupo de blancos los interrumpiera. No obstante, todos probamos el vino y le ofrecieron un perro a mi hijo y, a otra nena del grupo, un loro.
Al final de nuestra caminata por Petit Kassa encontramos el restaurante de un hippie y su esposa, donde nos prepararon la mejor ensalada que he comido jamás: mostaza francesa con una hierba local similar a la albahaca. Nos quedamos todos charlando. Llevé a mi hijo a Senegal para mostrarle que la vida no es una gran juguetería con aire acondicionado. Terminé mostrándole la coincidencia en lugar de la diferencia. Y los chicos jugaban con el loro.