La impecable isla de Senja, una «Noruega en miniatura»

Senja es un destino para amantes de la naturaleza y turistas que buscan tranquilidad. La isla reúne todos los paisajes de Noruega. Fotos

El color turquesa del agua recuerda a las playas del Caribe. [ Ver fotogalería ]

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Quien viaja a Escandinavia anhela ver el vasto paisaje salvaje de esa región. En la isla de Senja, en el océano Ártico, la naturaleza nórdica muestra todas sus facetas. Noruega en miniatura. Sin embargo, también hay mucha cultura… y una casita del aseo dorada. Bienvenido a nuestro Caribe», dice el capitán Jan Trane. Alrededor de la isla resplandece un mar de color turquesa. Las olas acarician suavemente la playa de arena blanquísima. Los excursionistas observan fascinados el paisaje de Færøya, una de las 98 islas e islotes en el fiordo de Berg, en la salvaje costa noroeste de Senja.

Los veranos son cortos en Senja, la segunda isla más grande de Noruega. Está situada 350 kilómetros encima del Círculo Polar, a 68 grados latitud norte. La isla con sus 8.000 habitantes es mucho menos conocida que las de Lofoten, situadas más al sur. Solo pocas de las excursiones en autobús hacia el cabo Norte hacen una parada en este lugar. Senja es un destino para amantes de la naturaleza y turistas que buscan tranquilidad. La isla reúne todos los paisajes de Noruega. En el sureste, junto al estrecho de Gisund, muestra su cara más apacible, con praderas donde pastan vacas y campos de patatas; en el noroeste, las montañas caen verticalmente al Atlántico Norte.

La mejor manera de experimentar la «Noruega en miniatura» es viajando por la Ruta Turística Nacional de Senja, una de las 18 rutas turísticas nacionales en Noruega, que comunica entre ellos los puertos para ferries de Gryllefjord y Botnhamn, una distancia de 102 kilómetros. La mayoría de los turistas cubren el trayecto en un solo día. Sin embargo, es mejor hacer paradas, bajar del coche, descansar y experimentar la cultura como algo curioso.

Un capítulo de la cultura industrial se escribió en la pequeña localidad de Hamn. «A partir del año 1872 existió aquí durante 14 años una mina. Hasta 450 trabajadores se mataban trabajando aquí abajo», dice el guía naturalista Mogens Wium. El pueblo tenía en aquel entonces 650 habitantes, una iglesia, una escuela, una pensión y una tienda de comestibles. Hoy, la mina, inundada por el agua, es un monumento cultural.

¿Cultura o curiosidad? Detrás de una curva en la carretera aparece de repente la gigantesca figura de un trol (en la mitología escandinava, un monstruo maligno que habita en bosques o grutas). «El trol de Senja fue visto en el agua y en la tierra», dice Leif Rubach con absoluta convicción. Rubach, de 70 años, construyó en los años 90 un parque de ensueño con el trol más grande del mundo, que tiene una altura de casi 18 metros y un peso de 125 toneladas. En las semanas de julio, en pleno verano, Rubach invita a los pequeños y grandes aficionados a los mitos a bailar en el vientre del trol con música de una banda que lleva el nombre apropiado de The Trolling Stones.

Quien no quiera tanto ajetreo puede encontrar tranquilidad caminando por la naturaleza. En un folleto están descritas 26 rutas señalizadas. Las de color verde son fáciles, las rojas son difíciles. «Senja no está invadida de turistas. Generalmente, el senderista que sube a la montaña no ve a nadie más. Sin embargo, no hay que subestimar el esfuerzo. En la costa noroeste, los caminos son exigentes y solo adecuados para senderistas experimentados«, dice Mogens Wium, el guía naturalista. Una de las rutas que menos esfuerzo requieren comienza en Skaland, en la iglesia de Berg, y lleva al caminante por un sendero de siete kilómetros hacia la cima del Husfjellet, de 632 metros de altura.

Desde la cima del monte, los caminantes pueden ver el fiordo exterior de Berg y el Kråkeslottet, una antigua fábrica de pescado convertida en centro cultural que se encuentra, junto con un pequeño faro, en el mar de color turquesa frente a la pequeña localidad de Bovær. Solo muy pocos viajeros que recorren la ruta nacional turística vienen hasta aquí. A partir del desvío en Skaland, la carretera costera, llena de curvas, se hace con cada kilómetro más estrecha, lo que le da al viajero la sensación de estar acercándose al fin del mundo.

«No somos el fin del mundo sino el centro cultural del mundo«, subraya Georg Blikfeld. Este empresario cultural ha convertido la antigua fábrica de pescado en un importante punto de encuentro para músicos y artistas internacionales. Durante el festival de música, el primer fin de semana de junio, se puede escuchar en el Kråkeslottet tanto música clásica como música pop. En 2016, el festival cumplirá ya 14 ediciones.

En Senja también se puede admirar el arte de los constructores de caminos. En la ruta nacional turística a lo largo de la carretera 86/862 hay áreas de descanso poco comunes que invitan a hacer algunas paradas: en el mirador colgante Bergsbotn, los turistas sacan sus cámaras, celulares y tablets para fotografiar la impresionante vista panorámica del fiordo y las rocas. La ruta serpentea curva tras curva a lo largo de la salvaje costa noroeste de Senja. «Dientes del diablo» se llaman los picos de este majestuoso mundo montañoso.

Los excursionistas en bicicleta siguen en Senja la ruta ciclista nacional 1, la Kystruta, que en su mayor parte coincide con la ruta nacional turística. En algunos ascensos empinados, los ciclistas tienen que pedalear fuertemente o empujar la bicicleta, por ejemplo desde la pequeña localidad de Huselv hasta el paso de montaña de Husøy, un trayecto de varios kilómetros. El solitario pueblo de pescadores situado en un islote rocoso parece haber caído como una mancha oscura en las aguas azules del océano Ártico y está unido a Senja a través de un dique.

¿Arte o simple cursiosidad? Sea como sea, la casita de aseo dorada en el área de descanso Ersfjordstrand es única. Revestido de chapas de aluminio doradas, el pequeño edificio triangular ya brilla desde la lejanía e invita al turista a sentarse en la taza del baño en medio de un interior de color rojo vivo. Según la población local, el Estado noruego invirtió en la construcción de la casita dorada unos 3,5 millones de coronas (unos 374.000 euros o 430.000 dólares). El baño tiene también una ducha en el exterior para que los curtidos bañistas puedan quitarse el agua salada después de un breve salto a las aguas heladas del océano Ártico.

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