DESTINOS / CANADÁ

Terranova, paraíso de icebergs, vikingos y ballenas

De pronto, una especie de resoplido, un ruido estentóreo pone fin al sueño, apenas amaneciendo. El sol de la mañana se refleja sobre la superficie del agua en la Bahía de Bonne, al oeste de la isla de Terranova.

Hasta 15.000 icebergs al año pasan por delante de la costa de Terranova. [ Ver fotogalería ]

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De pronto, una especie de resoplido, un ruido estentóreo pone fin al sueño, apenas amaneciendo. El sol de la mañana se refleja sobre la superficie del agua en la Bahía de Bonne, al oeste de la isla de Terranova. ¿Qué habrá sido el origen de ese ruido? Desde la cama del hotel los ojos merodean buscando el agua. De repente se escucha un nuevo silbido y brotan hacia arriba chorros de agua. La aleta de una ballena de Minke, también conocida como ballena enana, emerge del agua. Inmediatamente vemos, al lado, una segunda ballena. «Ver ballenas y delfines sigue siendo algo especial para mí«, dice Darlene Thomas, la hotelera del lugar. «Creo que lo que nos fascina de eso es sentir el poder de la naturaleza«, agrega. La canadiense se encuentra frente a la enorme ventana panorámica de su pequeño hotel en Woody Point. La Bahía de Bonne en el Golfo de San Lorenzo está rodeada de montañas boscosas. Se encuentra ubicada en el Parque Nacional Gros Morne en el sur de la Northern Peninsula, como se llama la península norte de Terranova.

En sus años de golfista profesional, Darlene Thomas vivió en muchos lugares diferentes y muy lejanos. Sin embargo, decidió volver a Terranova. Es una de las 500.000 personas que viven en la isla y una habitante típica del lugar. Se dice que los lugareños que abandonan la isla por trabajo, en algún momento vuelven, inevitablemente. Frente a la bahía está Norris Point, donde se unen dos fiordos. Desde allí zarpa el capitán Reg Williams, con su embarcación que le sirve para mostrar a sus pasajeros el paisaje de fiordos. El trayecto recorre las cascadas y formaciones rocosas, irresistibles para las cámaras fotográficas de los visitantes. A lo largo y a lo ancho del paisaje no se distinguen otros barcos. Mientras tanto, un águila solitario levanta vuelo en la orilla.

Para sorpresa de los turistas, una pareja se da el sí a bordo. «El lugar es tan majestuoso, que debía ser el telón de fondo de nuestra boda«, dice la novia. La pareja viajó especialmente para eso a su Terranova natal. La ceremonia es tan conmovedora que los pasajeros casi pasan por alto a las ballenas que aparecen a cada rato por ahí. Incluso el capitán Williams es un típico habitante de Terranova. No solo porque no desea vivir en otro sitio y considera que Terranova es el mejor lugar del mundo y el más seguro, sino también porque hace música, algo que es muy común aquí. «Esas son nuestras raíces irlandesas«, bromea. Los antepasados de la mayoría de los habitantes de Terranova provienen de Irlanda e Inglaterra.

En el paisaje verde del Parque Nacional Gros Morne se destaca claramente una meseta plana, color ocre y sin árboles. Algunos visitantes dan zancadas sobre el terreno de piedras, como si estuvieran caminando sobre la superficie lunar. «Estamos caminando sobre el manto terrestre«, explica Kim Thompson, de la administración del parque. «Aunque en realidad el manto se encuentra debajo de la corteza terrestre, en este caso fue empujado hacia arriba por el movimiento de las placas tectónicas«. Esta peculiaridad geológica se convirtió en una atracción. El Parque Nacional, reconocido por la UNESCO, es uno de los pocos lugares del planeta en el que el manto terrestre llega a la superficie. «Pero solo en Gros Morne es tan fácil acceder», explica Thompson.

En el oeste de la isla, la autopista que lleva al norte bordea la costa atravesando zonas poco pobladas. Cuando hay buen clima, uno quisiera parar cada pocos kilómetros para tomar fotografías. Tanto las montañas escarpadas y el lago, como el intenso verde y el azul profundo de las olas se muestran imponentes. En el Parque Provincial de los Arcos, la fuerza de las mareas formó un pintoresco puente de rocas que solo los valientes se animan a escalar. En total, Terranova tiene casi 18.000 kilómetros de costa. Al menos uno de los tantos faros que hay debe ser visitado. El faro de Lobster Cove Head, construido en 1897, se alza blanco y radiante en un acantilado. El último guardafaro y su mujer criaron en ese lugar tan tormentoso a sus seis hijos. Los habitantes de Terranova parecen no tenerle miedo a las fuerzas de la naturaleza.

También al norte, en L’Anse aux Meadows, uno puede encontrarse con personajes singulares como Marc Pilgrim. Con una barba tupida y una vestimenta robusta, el actor interpreta a un vikingo del año 1000 d.C. «En este sitio los vikingos construyeron su primer asentamiento en América del Norte», dice Pilgrim, nativo del lugar. «Mucho antes de que Colón trajera a los primeros europeos a conocer el nuevo mundo«, agrega. En la década del 60, exploradores descubrieron las ruinas del asentamiento. Algunas de las casas se están reconstruyendo con revestimiento de turba y cobertura de pasto. No muy lejos encontramos a Dough Cook, con su cámara en la costa del Océano Atlántico. El fotógrafo tiene frente a su lente un iceberg. Hasta 15.000 de estos pasan cada año por el denominado paseo de los icebergs frente a la costa de Terranova. «Entretanto también se elabora cerveza de glaciar«, dice Cook. Más allá de los icebergs, ballenas y alces, su negocio de venta de postales no funciona en la era de los teléfonos inteligentes. Por eso ahora Dough se dedica en invierno a la venta de muebles. Al preguntarle si puede imaginarse en otro lugar que no sea Terranova, Dough responde escandalizado: «¡Oh, no! Puede que esté loco, pero no soy estúpido.»

 

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