Tres días en Berlín, la ciudad de las mil caras
Si hay una ciudad que sobrevivió a todas las tormentas, ésa es la capital de Alemania. Bombas, invasiones y holocaustos sólo le dieron motivos para seguir. Hoy, el arte la atraviesa. Galería de fotos.
Sobreviviente de todas las tormentas de la historia, Berlín sigue imponiéndose como una de las ciudades con mayor personalidad. Fotos: The New York Times / Travel / Diario PERFIL [ Ver fotogalería ]
Por Charly Wilder (The New York Times / Travel)
Hay pocas ciudades en el mundo que, entre estaciones, se transforman tan profundamente. El invierno y el otoño expiatorios, con sus heladas noches y días sin luz, ceden paso a varios meses agradables. La cultura de cafés y galerías se derrama a callejones pintados con grafitis; los parques se llenan con disc-jockeys y familias. Berlín sigue siendo un sitio para los extraños y libertinos, un lugar donde la izquierda radical aún sigue de cerca al neoliberalismo, donde tomar fotos en público a menudo es más tabú que fumar marihuana y donde la gente raras veces le pregunta a qué “se dedica”.
Día 1. Vía acuática
Al llegar el verano, los casi 200 kilómetros de canales navegables de la ciudad de Berlín se convierten en una vía pública abarrotada de kayaks y buques turísticos. Un paseo de una hora en bote partiendo y terminando en el embarcadero Hauptbahnhof (12 euros) permite absorber el centro histórico mientras se relaja con una cerveza y un “brezel”. Pasará frente al Reichstag, la casa del Parlamento alemán diseñado por Norman Foster, que alguna vez fue quemado por los nazis y posteriormente bombardeado por los Aliados; cruzará frente al antiguo punto fronterizo de la estación Friedrichstrasse, conocida como Tränenpalast (Palacio de las Lágrimas), donde los alemanes orientales alguna vez dieron amargas despedidas a sus visitantes occidentales, y frente a la Isla Museo, que alberga la gran colección de antigüedades de la ciudad.
Repare en el progreso del Stadtschloss (Palacio de la Ciudad), el masivo y controvertido proyecto que quiere resucitar el palacio imperial de Berlín, que estará listo para 2019. Los martes y los viernes, el Mercado Turco se extiende sobre una franja del Canal Landwehr en “Kreuzkölln”, un vecindario de rápido aburguesamiento donde el viejo distrito bohemio izquierdista de Kreuzberg se topa con Neukölln, área poblada por turcos, curdos y árabes.
Escondidos entre productos, especias y textiles yacen encantos inesperados: regaliz artesanal neerlandés; quark, un producto lácteo fermentado con sabor a ruibarbo o chocolate negro, y joyería de diseño local. Después, cruce el Puente Kottbusser para visitar Hard Wax, una reverenciada tienda de discos, ubicada en un patio, junto a un canal que sigue siendo lugar prediclecto de disc-jockeys y obsesivos del audio que alimentan el paisaje de música electrónica de la ciudad.
En los últimos años la cultura culinaria de Berlín se ha puesto a la par de sus otras efusiones creativas. El líder de la tendencia actual es Nobelhart & Schmutzig. Los clientes ocupan los 26 asientos de la barra que envuelve una elegante cocina abierta, y degustan un menú fijo de diez platos de nueva cocina alemana con toques nórdicos (€ 80, con reservas). Sorprendentemente, los deliciosos platos (trucha cruda rellena, sopa de apio, etc,) desarraigan toda noción de cerdo y sauerkraut. Se requiere reservar.
Día 2. Loco siglo XX
¿Qué ciudad experimentó el siglo XX con más ferocidad que Berlín? Vea esa historia reflejada en la reformada galería pública Berlinische Galerie, que cobija obras expresionistas, dadaístas y del nuevo objetivismo: el evocador retrato al óleo de la era de Weimar de Otto Dix, las prostitutas y autómatas a la pluma de George Groz y los radicales fotomontajes de Hannah Höch, entre otras joyas (entrada, € 8). Después, si ha podido abrirse un lugar en la lista de espera que puede llegar a ser de un mes, adelántese en el tiempo para visitar Sammlung Boros, impactante colección privada situada en un ex búnker nazi que incluye vívidas instalaciones de Olafur Eliasson y Ai Weiwei, retratos íntimos del fotógrafo Wolfgang Tillmans de “club kids” (y Kate Moss) y obras del artista conceptual galés Cerith Wyn Evans (entrada, 12 euros).
La dieta paleo se ha arraigado en Berlín en gran parte gracias a Sauvage, donde sirven platos como paleopanqueques, hechos con castañas y andioca (aproximadamente € 15). Un grupo de jardineros se adueñó en 2009 de un lote vacío de Kreuzberg y lo transformó en una empresa agrícola social urbana (Prinzessinnengarten), hoy uno de los espacios verdes más encantadores de la ciudad, con un restaurante de madera, talleres y eventos comunitarios.
Día 3. Fama sobre el Spree
Fame, un restaurante ubicado dentro de un reacondicionado edificio de almacenes ferroviarios que sobresale sobre el Spree, es la empresa más reciente de la colectividad detrás del tecnoclub Bar25, que en la década de 2000 ancló el paisaje nocturno. «Bar25» fue cerrado como parte del controvertido proyecto Mediaspree, iniciativa de la ciudad para desarrollar propiedades que alguna vez formaron parte de la “franja de la muerte”, entre Berlín Oriental y Occidental. El grupo recuperó el lugar quitándoselo a los desarrolladores y abrió Fame. La terraza del restaurante junto al Spree por sí sola hace que valga la pena la visita.
Las pinturas medievales y renacentistas europeas de Gemäldegalerie deben ser de las más atractivas del mundo. Organizada geográfica y cronológicamente, la colección incluye obras de Caravaggio, Rubens y Rafael, pero la mitad oriental del museo que cobija obras alemanas, neerlandesas y flamencas de los siglos XIII a XVII es la que lo dejará sin aliento. Dos reacondicionamientos recientes son sorprendentes. Tempelhofer Feld, ex aeropuerto nazi desde donde militares estadounidenses alguna vez transportaron productos por aire a Berlín occidental durante el bloqueo soviético, ahora es un parque. En el verano es una escapada deportiva teutónica donde los locales participan de actividades increíbles. ¿A alguien se le antoja ala delta con patines de ruedas en línea?