Grecia | La piedras preciosas de Quíos

La almáciga es una costosa resina aromática que se obtiene de un árbol del mar Egeo. Cosecharla, un legado familiar.

La almáciga ya se conoce desde hace decenas de miles de años: en el antiguo Egipto se usaba en el proceso de momificación de los muertos, y en muchos lugares también se aprovechaban sus propiedades medicinales para curar el dolor intestinal. Fotos: dpa / Cedoc Perfil [ Ver fotogalería ]

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Por Verena Wolff (Deutsche Presse Agentur)

María y su nieta están sentadas junto a una mesa baja en los escalones de la iglesia de Pyrgi. Delante de ellas hay un montoncito de hojas que van separando y de las que sacan piedritas de color amarillo pálido: almáciga. Al sol caliente de la isla griega de Quíos, estos pedacitos de resina extraídos de una variedad de lentisco son bastante pegajosos. Desde su infancia, María pasa el otoño, el invierno y a veces también la primavera, según el volumen de la cosecha, trabajando con la almáciga. “En el pasado, las niñas no iban a la escuela en invierno porque tenían que ocuparse de la almáciga”, dice Katharina, quien también se dedica al negocio de esta resina, conocida asimismo como mástique.

Desde hace mucho tiempo, las ancianas recogen con la escoba, bajo los arbustos, las bolitas de resina y las trabajan con un cuchillo y con las uñas de los dedos, asegurando así un ingreso para sus familias. Es que la almáciga es un producto caro. “Esta variedad de resina sólo crece en Quíos”, dice Ilias Smyrnioudis, director de investigación de la cooperativa de cultivadores de almáciga en esta isla del mar Egeo oriental. Los arbustos, que muchas veces alcanzan la altura de árboles, sólo segregan resina en el sur de la isla.

La almáciga ya se conoce desde hace decenas de miles de años: en el antiguo Egipto se usaba en el proceso de momificación de los muertos, y en muchos lugares también se aprovechaban sus propiedades medicinales para curar el dolor intestinal. “Tiene efectos antibacterianos, antivirales y elimina varios hongos”, explica Smyrnioudis, también doctor en Virología. «Sin embargo, la resina recorre un largo camino antes de que sea vendida por la cooperativa. Los arbustos deben cumplir cinco años para que los campesinos puedan recolectar la resina por primera vez«, explica Vasilis Ballas.

Este diseñador gráfico abandonó su carrera profesional en Atenas para convertirse, en la isla de sus abuelos, en recolector de almáciga. La cosecha tiene tres momentos: julio, agosto y septiembre. En julio se esparce una gran cantidad de creta alrededor del tronco. Después, se hacen las primeras incisiones en la corteza. El árbol segrega la resina, que baja por el tronco hasta que llega al polvo blanco de la creta en el suelo. Cuando muchas gotas caen unas junto a otras, se forman trocitos fáciles de recoger. Con una escoba, se recogen junto con las hojas, se tamizan y luego comienza una paciente e invalorable tarea familiar.

 

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