ESCOCIA
Consejos viajeros para conocer Edimburgo en tres días
Por The New York Times | En Edimburgo, capital de Escocia, la belleza se mide en siglos y los relojes se ajustan a cañonazos. Visita a pie, y con aroma a cebada.
En Edimburgo, la belleza se mide en siglos y los relojes se ajustan a cañonazos. En el país del whisky, la clonación de ovejas y el majestuoso encuentro del mar y los acantilados, la capital escocesa se multiplica por siglos y bellezas. Fotos: PERFIL [ Ver fotogalería ]
Por Ingrid K. Williams (The New York Times / Travel)
Edimburgo, una ciudad carismática llena de escaleras, colinas y edificios georgianos y neoclásicos, es muy versada en incorporar lo moderno a lo viejo. Aunque siempre ha sido centro del arte y una capital cosmopolita, la ciudad actualmente está enfocando su vibrante energía en crear la imagen de una nueva Escocia. No obstante, el encanto de Auld Reekie sigue viviendo en sus acogedores pubs, callejones medievales y locuaces residentes irónicamente autocríticos.
Día 1. Del pasado al presente
El Museo Nacional es una de las joyas de la Corona de Edimburgo: presenta una historia notablemente detallada de Escocia, desde su pasado prehistórico hasta la clonación de la oveja Dolly, que puede verse en el primer piso. Diez galerías nuevas abrieron en julio, y sería fácil pasar todo un día viendo videos sobre los últimos cuidadores de faros del país, aprendiendo sobre el movimiento laboral escocés, jugando con las exhibiciones interactivas de ciencia, maravillándose con lo pequeño que es un avión clásico Tiger Moth, y admirando el atrio victoriano. La entrada es gratuita. Como recuerdo, venden un bolso estampado estilo Warhol con la cara de Dolly.
En el elegante vecindario de Stockbridge hasta la comida de pub es excelente, especialmente en Scran & Scallie, donde hay clásicos como salchichas con puré y pescado con papas. Para subir al siguiente nivel está la médula asada o lengua de buey con champiñones, y de postre, el pegajoso pudín de caramelo. Cena para dos, 60 libras. Stockbridge Tap es un bar para los verdaderos amantes de la cerveza. La selección internacional cambia frecuentemente, pero los conocedores y amigables cantineros pedirán que les describa su trago favorito y con eso encontrarán la selección perfecta.
Día 2. Parlamento y poesía
El desayuno frito escocés es una cosa legendaria (y también tal vez sea la mejor cura del mundo para la resaca). El recién inaugurado Angus Fling tiene una ubicación céntrica, cubículos tapizados en tela escocesa y énfasis en los ingredientes locales. El “frito” escocés viene con salchichas, tocino, huevos, champiñones, tomate asado, pan de papas fritas y una rebanada de haggis (6,90 libras). Súmele una jarra de té para experimentar todo el efecto escocés. Baje el desayuno con una caminata hacia el edificio del Parlamento escocés, haciendo un desvío en la diminuta Crichton’s Close para visitar la Biblioteca de Poesía Escocesa, donde se pueden escuchar audios de poesía. En la tienda encontrará tarjetas postales ilustradas con frases del poeta Robert Burns y antologías de versos escoceses. Siga el edificio del Parlamento, un diseño impactantemente moderno de ramas y hojas creado por el arquitecto catalán Enric Miralles.
El Castillo de Edimburgo tal vez sea el principal atractivo de la ciudad, y las filas para comprar entradas pueden ser largas incluso entre semana. Hay otra opción hacia el sudeste: el Castillo Craigmillar, a menos de cinco kilómetros del centro y rodeado por campos (admisión, 5,50 libras; taxi, 10 libras). Original del siglo XIV, con sucesivos cambios, desde él se tienen fabulosas vistas hacia el Castillo de Edimburgo. María, reina de los escoceses, fue huésped del lugar. Desde ahí, recorra la orilla del Parque Holyrood durante 1,5 kilómetros hasta llegar a Sheep Heid Inn, un pub con techos bajos que afirma haber alimentado a huéspedes durante seis siglos. Pida un almuerzo abundante de salmón ahumado con ginebra de endrina.
El espacio de artes escénicas conocido como Summerhall está lleno de madrigueras y callejoncitos que lo convierten en un sitio fabuloso para recorrerlo por horas, especialmente si hay alguna presentación. El espacio auspicia exhibiciones, teatro, baile
y eventos musicales durante el año y el Festival Fringe. La producción escocesa de whiskies de edición limitada y de los que nunca ha oído hablar es floreciente, y enfrentar una carta de trescientas opciones en un pub local puede ser abrumador. En Whiski Rooms puede probar una de las propuestas de cata (a partir de 17 libras), cada una con una selección de cuatro whiskies clasificados por estilo y región, como por ejemplo maltas de la montaña, cosechas extra turbosas de Islay y whiskies de jerez de una sola malta. Compre botellas en la tienda de al lado.
Día 3. Leith
Leith, el puerto histórico de Edimburgo, se ubica en el fiordo de Forth y es el lugar ideal para un paseo dominguero. La cara del vecindario ha cambiado durante los últimos años, y actualmente el área es una mezcolanza fascinante de pubs peculiares y tiendas de artículos de segunda mano. Camine sobre la costa y después gire hacia el sur, echando un vistazo a los murales, un proyecto de arte público de la organización local LeithLate. Termine con un almuerzo en King’s Wark, un pub del siglo XV con sillas desiguales y menú de taberna que incluye mejillones de Shetland en caldo con sabor a ajo. Para llegar a la cima de Calton Hill hay que subir una cuesta empinada, pero las vistas panorámicas de Leith, el fiordo y El Asiento de Arturo (un viejo volcán) valen la pena. Desarrollada como parque público en 1724, la colina está salpicada de monumentos, entre ellos el Monumento Nacional –una acrópolis, “en construcción” desde principios del siglo XIX–. Suba las escaleras de caracol hasta la cúspide del monumento Nelson (admisión, 5 libras; cerrado los domingos desde el 1º de octubre hasta marzo) para disfrutar de vistas aún más espectaculares.