ESTADOS UNIDOS

36 horas en Palm Beach, el paraíso preferido de Donald Trump

Reducto de la clase política y los magnates, esta ciudad, a sólo 118 km de Miami, también es apta para el turismo, con paseos costeros en bicicleta, buenas playas y restaurantes caros. Donald Trump es dueño de la mayor mansión, la Casa Blanca de invierno.

Palm Beach fue pensada para la clase política estadounidense, pero sólo Donald Trump pudo convertir ese sueño en realidad. Aunque elitista, la ciudad se abre al turismo: golf, polo, playas espléndidas y recuerdos de Hollywood. Fotos: The New York Times/Travel / Diario Perfil [ Ver fotogalería ]

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Por Suzanne Carmick (The New York Times/Travel)

Desde que el magnate petrolero Henry Flagler convirtió la selva invadida de caimanes conocida como Lake Worth en un paraíso tropical para el 1% de la población (era la Epoca Dorada, después de todo), con hoteles palaciegos y un ferrocarril para servirlos, Palm Beach ha sido sinónimo de fortunas, joyas y escándalos. La isla, de casi 26 kilómetros de longitud, con mansiones extravagantes, comercios excelentes y caprichosos jardines, es rica en historia e hitos importantes, desde la majestuosa propiedad Mar-a-Lago (completada en 1927 para el Marjorie Merriweather Post, actualmente club privado de Donald Trump) y el Paramount Theater (un ex cine que alberga un tesoro de fotografías clásicas de estrellas de la pantalla) hasta la iglesia de St. Edward (donde asistían los Kennedy) y Green’s Pharmacy (donde John F. Kennedy disfrutaba de hamburguesas en la barra). Pero Palm Beach también es una pequeña joya que ofrece placeres simples. Puede andar en bicicleta en cualquier parte o demorarse bebiendo un café en la barra de un lugar y nunca estar a más de una o dos cuadras de la playa. Hasta el nuevo tranvía gratuito Orange Line, que transporta pasajeros entre Palm Beach y la vecina West Palm Beach, incorpora un toque terrenal a este pueblo de alta categoría. Cuando la temporada termina, después de Pascua, hay descuentos en restaurantes y hoteles.

Día 1. Sobre la playa

Comprar algo rápidamente e ir a la playa es el mejor primer plan. En Amici Market hay todo tipo de cosas. La playa es el espacio público donde locales y visitantes comparten las olas y la arena, o recorren la amplia vereda (entradas sobre South Ocean Boulevard, entre Royal Palm Way y Hammon Avenue). Se puede alquilar una paddleboard por US$ 20 la hora en PB Boys Club, a una cuadra de la playa. Palm Beach es casa de muchos restaurantes finos, desde viejos favoritos como Ta-boo, sobre Worth Avenue, hasta emocionantes lugares como HMF, en Breakers. No hay mejor bienvenida a la isla que una visita a este espléndido hotel, que albergó a la élite mundial desde 1896 (incluyendo a los Rockefeller, a presidentes y a Elton John). Entreténgase en el suntuoso vestíbulo y después vaya al que alguna vez fuera el celebrado Tapestry Bar, que actualmente es el lujosamente modernizado HMF (las iniciales de Henry Flagler), donde se sirven tapas (US$ 23) y cócteles (US$ 15). Otra opción es Cucina dell’Arte, que sirve comida italiana en un ambiente animado (cena para dos, con vino, US$ 120).

Día 2. Con perritos

Un recorrido de 40 kilómetros al sur sobre la autopista interestatal I-95 lo llevará al humedal Wakodahatchee Wetlands (entrada gratuita), una reserva natural con un paseo marítimo, repleta de aves acuáticas, caimanes, tortugas y más de 140 especies de aves. En el camino de regreso, pare en West Palm Beach GreenMarket, un mercado que revitaliza el área costera, actualmente destino peatonal y sitio de eventos anuales como el SunFest, un espectáculo musical de primavera, con grandes artistas como Lenny Kravitz. Ahí cerca, sobre Fifth Street, Mediterranean Market and Deli vende delicioso hummus casero, tabule, aceitunas, pita y más. Sólo se sirve para llevar. Worth Avenue es una renovada avenida de negocios, galerías y restaurantes de lujo para ver gente.

Mientras contempla cómo Bentleys y Jaguars compiten por lugar para estacionar, se preguntará por qué tanta gente lleva sus perritos a hacer las compras. Ahora, estudie el excelente mapa de la Fundación Palm Beach Preservation que ha descargado (Palmbeachpreservation. org) para explorar mejor la arquitectura y parquecitos del vecindario, especialmente Pan’s Garden. Después, entre al Colony Hotel (a una cuadra de Worth) para apreciar un atrevido cambio de imagen de Florida, con brillantes colores y papel tapiz de hojas de plátano. Sobre la calle Clematis Street, en West Palm Beach, la vida nocturna puede ser estridente: una mezcla de restaurantes, cavernosos bares y clubes de baile.

Día 3. Polo

Después del desayuno, alquile bicicletas en Palm Beach Bicycle Trail Shop, sobre Sunrise (4 horas por US$ 29). Cruce Bradley Place para entrar a Lake Trail, una senda de casi 10 kilómetros, y después pedalee al Norte frente al Sailfish Club, donde termina el camino; continúe sobre North Lake Way hacia la Ensenada, donde los barcos entran y salen desde el puerto de Palm Beach. De regreso al pueblo, siga al Sur cruzando Royal Poinciana, pasando frente al Museo Flagler, la espectacular casa de la Epoca Dorada de Henry Flagler (fascinante mirada a la vida de un titán industrial del cambio de siglo) y pasará por la dársena Palm Beach para ver lo que son verdaderos megayates. El polo dominical empieza a las 3, pero para una experiencia local por antonomasia llegue temprano y mézclese con la clientela bien vestida del International Polo Club, en Wellington. Independientemente de si opta por el generoso brunch con champaña, de US$ 120, en el Pavilion o por un asiento en el césped (el centro es lo mejor; US$ 30), todos convergen en el campo a medio tiempo para pisotear el pasto y compartir champagne gratis y helado. Admisión general: US$ 10.

ASÍ NACIÓ VILLA TRUMP

Según el mismo Donald Trump contó en su libro Trump, el arte de volver, una tarde de 1985 preguntó a un chofer: “¿Qué se vende en Palm Beach que sea realmente bueno?”. Dos minutos más tarde, su auto se detenía frente a Mar-aLago, una mansión de 69.000 m2 entre el Atlántico y el Lago Worth, distribuidos en 128 cuartos, 58 dormitorios, 33 baños, teatro y un golf de nueve hoyos que había pertenecido a Marjorie Merriweather Post, dueña de la empresa alimentaria General Goods y en su época (18871972) la mujer más rica de Estados Unidos. Ella misma, antes de morir, la había donado al gobierno para que fuera “la Casa Blanca de invierno”. Sin embargo, nadie la usó para tal fin y en 1981, Jimmy Carter, en vez de avenirse a pagar el millón de dólares en impuestos con el que había venido el regalito, se lo devolvió a la Fundación Post. Las herederas pedían US$ 20 millones por ella y luego de una larga “negociación” (Trump compró un lote sobre la playa y amenazó con edificarlo para tapar Mar-a-Lago) el presidente electo se quedó con la propiedad por menos de US$ 8 millones. Tras un litigio con las autoridades –y la rancia aristocracia local–, la convirtió en un club privado “para todos”, acusando a los otros clubes de discriminar a judíos y afroamericanos. En 1999 compró una licitación a 30 años de 87 ha pantanosas al sur del aeropuerto y nació el Trump International Golf Club. “Siempre gana”, suelen decir sus vecinos. Y esta vez logró que Mar-a-Lago fuera la Casa Blanca de invierno. (Mónica Martin / Diario PERFIL)

 

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