SAN PETERSBURGO / RUSIA

Un ejército de gatos custodia los tesoros del Museo del Hermitage

Por Darío Silva D’Andrea | Fundado por Catalina la Grande, este museo-palacio contiene una de las colecciones de arte más conocidas del mundo. Pero bajo su grandeza, se encuentra un submundo de conductos de calefacción y almacenes donde los felinos reinan y gobiernan.

En 2013, la revista "Hermitage Magazine" rindió homenaje a los gatos del museo con una serie de fotografía inspirada en ellos. Imagen: Taskent Eldar Zakirov / hermitagemuseum.org [ Ver fotogalería ]

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Por Darío Silva D’Andrea (Perfil.com)

El que durante el Imperio Ruso fue llamado el Palacio de Invierno de San Petersburgo, actual sede del Museo Hermitage, sólo se quedó sin moradores felinos durante los casi 900 días que duró el sitio de Leningrado, cuando todos ellos perecieron. Antes y después de este paréntesis, los gatos han sido inquilinos palaciegos de pleno derecho, tanto como los zares, los cortesanos, luego los bolcheviques y ahora los trabajadores y los miles de visitantes de uno de los museos más importantes del mundo.

Los primeros gatos fueron integrados en el “servicio público” a partir del siglo XVIII y el zar Pedro I fue el primero que ofreció refugio, en lo que era entonces el Palacio de Invierno, a un gran gato negro que se trajo de los Países Bajos. Su silenciosa pero inestimable habilidad para cazar y ahuyentar roedores fue reconocida a golpe de decreto en 1745 por la hija de Pedro I, la zarina Isabel Petrovna, quien importó el primer gato de Holanda a la Corte. La soberana sentía terror por los ratones y estaba segura de que su ejército de gatos, llevados desde Kazan, sería capaz de protegerla.

Cuando la emperatriz Catalina II «la Grande» adquirió una colección de 225 obras de pintura flamenca y holandesa al comerciante Johann Ernest Gotzkowski, se fundó el museo en 1764. Catalina convirtió entonces a los felinos en los guardianes de su colección de arte privada. Bajo el reinado del último zar, Nicolás II, los gatos domésticos de la familia imperial quedaron en el Palacio de Invierno mientras los perros fueron ejecutados con la familia en Ekaterimburgo.

La historia de los gatos transcurre en paralelo a la de la institución que estos custoriaron durante siglos, desde el esplendor hasta la pobreza y de nuevo a la recuperación. Foto: hermitagemuseum.org

«Los gatos del museo fueron testigos y sobrevivieron al derrocamiento de los zares, a la Primera Guerra Mundial, la Revolución de Octubre de 1917 y la posterior Guerra Civil«, cuenta el blog Historias de la Historia. «Pero no pudieron hacerlo a la terrible hambruna desatada en la Segunda Guerra Mundial durante el sitio de Leningrado -ahora San Petersburgo-. El sitio duró casi 900 días, desde 1941 hasta 1944, y la escasez de alimentos provocó actos de antropofagia… y los gatos no corrieron mejor suerte«.

Apenas finalizado el asedio, llegaron a Leningrado de las regiones centrales de Rusia dos vagones enteros cargados de gatos, que constituyeron el núcleo central de un nuevo escuadrón de cazadores de ratones. «El número de gatos dejó de aumentar, hasta que en los años 70 alcanzó un nivel sin precedentes« indica RBTH. «En aquel momento, los felinos habían invadido todos los subterráneos, las salas y los pasillos del museo, y la administración recibió la orden de deshacerse de ellos. Pero unos años después, tuvieron que volver a llamar a estos guardianes con cola, ya que, en su lucha por la conservación de sus valiosas obras, el museo no podía prescindir de ellos«.

Hoy son más de 60 gatos de diferentes razas los que siguen rondando por las entrañas del museo Hermitage, que hace 100 años era residencia de la dinastía Romanov. Pero los gatos no son, ni mucho menos, personajes olvidados: tienen sus propios patrocinadores, una asociación que los mima, una fiesta anual (el «CatFest») y una obra de teatro musical infantil especialmente dedicada a ellos. Tres personas se dedican a tiempo completo a atender y alimentar a esos felinos.

La historia de los gatos transcurre en paralelo a la de la institución que estos custoriaron durante siglos, desde el esplendor hasta la pobreza y de nuevo a la recuperación. Foto: hermitagemuseum.org

Irina Popovets es la que se encarga de cuidarlos, si precisaran algún tipo de asistencia veterinaria. Ella los mantiene sanos y bien nutridos. «La sola presencia de los gatos es suficiente para ahuyentar ratas y ratones«, afirma Popovets, citada por el diario ABC. Según sus palabras, «a veces tenemos que poner dinero de nuestros bolsillos para cubrir estos pequeños gastos, pero lo hacemos con gusto«. Para fomentar la generosidad de los donantes, de vez en cuando se organizan exposiciones temáticas dedicadas a las pinturas en las que aparecen gatos y otros animales domésticos.

El director del Hermitage, Mikhail Piotrovski, señala que «los gatos se han convertido en una parte muy importante de la vida del museo y en una de sus leyendas más significativas«. El museo acumula en sus fondos unos tres millones de piezas pertenecientes a distintas épocas, civilizaciones y culturas. Solamente un 3% de todas esas obras están a la vista del público, pero los gatos cuidan de esas y, sobre todo, de las que están guardadas en los almacenes.

«En teoría, los gatos ahora forman un ejército de colmillos y garras con un objetivo: atrapar y matar a los ratones que quisieran morder las obras de arte«, dice un reportaje publicado por la revista The New Yorker. En la práctica, «que son gordos y perezosos«, dice Maria Haltunen, que fue la asistente personal del director del Museo durante los últimos dieciocho años y, además de sus deberes regulares, también se desempeña como secretario de prensa semioficial del museo. Los gatos en sí, que ya no tienen miedo de la gente, que los visita en los sótanos del palacio, y tienen un efecto positivo en la moral del personal, dijo Haltunen, citada por The New Yorker.

Aunque el museo no tiene presupuesto destinado a los gatos, no les falta comida ni cuidados veterinarios gracias a las donaciones de empleados y visitantes, y de un fondo benéfico llamado «Amigos de los Felinos del Hermitage», que aporta donativos. Cada uno de estos “ermitaños” posee un pasaporte propio, con su fotografía, que certifica que tiene todas las cualidades necesarias para llevar a cabo la difícil misión de defender de los roedores los subterráneos del museo. Se respeta mucho su trabajo; además, los trabajadores del museo conocen cada gato, machos y hembras, por su nombre, elegido con gran cuidado para reflejar su carácter.

Los subterráneos del museo están dotados de espacios especialmente reservados para la alimentación de los felinos y para curarlos cuando se ponen enfermos. Además, las calles colindantes al museo tienen señales especiales que advierten a los automovilistas de la presencia de animales y les piden que presten la máxima atención, reduciendo la velocidad. De hecho, los atropellamientos constituyen la causa de muerte más frecuente de los gatos del Hermitage.

Mientras que los gatos no están permitidos en las galerías del Museo o en el ala del director del museo, los amantes de los felinos se sienten libres en los antiguos apartamentos de las damas de honor imperiales, donde actualmente se encuentran las oficinas del personal. «La gente de los países occidentales dicen que por desgracia no pueden tener gatos en sus oficinas», dijo Haltunen, mirando a su alrededor, con satisfacción. «Somos muy afortunados de aquí«.

 

Un comentario en “Un ejército de gatos custodia los tesoros del Museo del Hermitage

  1. Mara | 11/01/2017 | 2:30

    «Barbarella» :
    ¿ Orlando prefiere Atlanta ?

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