Hoteles de siete estrellas, ¿realidad o ficción?

Muchos turistas sueñan con pasar las vacaciones en un hotel de lujo de cinco estrellas. ¿Y qué tienen de especial los alojamientos de siete estrellas? ¿Cómo se puede distinguir entre lujo y todavía más lujo?

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En 2016, el futbolista alemán Bastian Schweinsteiger y la ex tenista serbia Ana Ivanovic contrajeron matrimonio en Venecia y celebraron su boda en un hotel que se precia de tener siete estrellas. El hotel Aman, situado junto al Canal Grande, tiene un interior muy lujoso que contrasta con un aspecto exterior más bien discreto. ¿Un hotel de siete estrellas? Oficialmente, en todo el mundo solo hay hoteles con un máximo de cinco.

El letrero de latón en la entrada dice que también el Aman solo tiene cinco estrellas. Lo mismo vale para el Burj al Arab en Dubai, que tiene la forma de un velero y que es uno de los hoteles más lujosos y más caros del mundo. Fue el primero al que supuestamente se asignaron siete estrellas.

Los mejores hoteles del mundo forman por sí mismos una categoría y solo ofrecen lo más lujoso y lo más caro. En el Burj al Arab hay iPads de oro y un mayordomo por cada ocho huéspedes. Para no pocos clientes adinerados, el servicio de limusinas Rolls-Royce es estándar.

Sin embargo, el mito de las siete estrellas tiene un problema: a partir de cinco no hay más diferenciaciones. Teóricamente también podría haber hoteles de ocho o incluso diez estrellas. Sin embargo, cinco es el límite. Se trata de una norma establecida mundialmente.

Aumentar el número más bien crearía confusión, dice Torsten Kirstges, profesor de economía turística de la Universidad de Jade, en Alemania, citado por la agencia dpa. Las estrellas solo se inventaron para orientar a los huéspedes. La clasificación de los hoteles es voluntaria y, en la mayoría de los países, solo tiene validez para tres años.

El catálogo de criterios incluye características que se pueden verificar objetivamente. Por ejemplo, si la habitación cuenta con un secador de pelo, si se puede pagar con tarjeta de crédito, el tiempo durante el cual está ocupada la recepción, si el precio incluye un buffet de desayuno, si el hotel tiene WLAN, etc. Cuanto más estrellas tiene un hotel, más características como estas debe incluir.

El glamour, el brillo, el mármol y el oro no son factores decisivos. Las cinco estrellas pueden distinguir lo mismo a un elegante hotel de diseño en la metrópoli con arte moderno en las paredes que al gran hotel clásico en el balneario con columnas de mármol y arañas de cristal, explica Markus Luthe, director de la asociación hotelera alemana Dehoga.

Por esta razón, no pocos hoteleros renuncian totalmente a la clasificación por estrellas. Por ejemplo, el Kameha Grand, situado a poca distancia del aeropuerto de Zúrich. Aunque en este establecimiento no le falta el brillo en el vestíbulo, en las habitaciones y en las suites, y aunque todo es de altísima calidad, caro y hasta cierto punto también bastante único, en ninguna parte se puede ver una estrella.

«Los tiempos en los que la gente se dejaba orientar por el número de estrellas han pasado«, señala el fundador del Kameha Grand, Carsten K. Rath. En su opinión, la gente busca ahora más bien marcas conocidas en vez de estrellas.

Según Rath, la clasifiación por estrellas es una reliquia de los tiempos en los que aún no existía Internet. Actualmente, dice el hotelero, la propia gente se informa, directamente y de diferentes maneras. «En caso de duda, confían más en la opinión de otros viajeros que escriben sus comentarios en portales de valoración«.

Muchas veces, los turistas pueden encontrar en esos portales indicios más concretos de cómo los huéspedes evalúan realmente un hotel de cinco estrellas. Porque en la práctica, las diferencias son grandes, también entre hoteles un poco más modestos que el Aman o el Burj al Arab.

 

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