SUDÁFRICA

Tres días en Ciudad del Cabo, un faro multicultural del África

Ciudad del Cabo es el enclave sudafricano donde Woodstock significa barrio de compras y un colorido vecindario musulmán enaltece las postales. Visita inolvidable a la ciudad que el apartheid quebró en dos pero intenta recuperarse.

La Montaña de la Mesa y las fachadas victorianas; la gastronomía refinada y el pasado holandés; el oprobio a Nelson Mandela y el apartheid... la segunda ciudad de Sudáfrica es tan espléndida como compleja y multicultural. Foto: The New York Times / Diario Perfil [ Ver fotogalería ]

Ficha

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Por Sarah Khan (The New York Times/Travel )

Pregonada como una de las ciudades más hermosas del mundo (pocos destinos pueden imitar la escala de su convergencia entre el mar y la montaña), Ciudad del Cabo podría quedarse gozando solamente de los beneficios de sus bellezas naturales. Y sin embargo cautiva visitantes con su colorido arte y arquitectura (esté atento al Museo Zeitz de Arte Contemporáneo de Africa, diseñado por Thomas Heatherwick, que se inaugurará en septiembre de 2017), compleja historia y vinos de clase mundial. Haremos un plan de visita.

Día 1. Maná del cielo

Hemelhuijs (“casa de los cielos” en afrikáans), es una introducción digna al creativo paisaje culinario de Sudáfrica, un vibrante restaurante definido por ingredientes de temporada forjando uniones inesperadas. Ejemplo: ternera frita a la sartén con manteca de cangrejo, queso parmesano, piñones y perejil (155 rands, u 11,38 dólares a un tipo de cambio de 13,62 rands por dólar); atún con tiras de zanahoria, vinagreta de bayas y pimienta austral y pan mosbolletjie salpicado con anís (gratis).

Reserve con varias semanas de anticipación un recorrido por el Alcatraz de Ciudad de Cabo: la isla Robben, lúgubre colonia penal situada a 8 kilómetros de la costa. Aunque la historia de la isla como prisión se remonta al siglo XVII, su notoriedad emana de su recluso más famoso: Nelson Mandela, quien pasó casi dos décadas de su sentencia de 27 años por sabotaje contra el gobierno del apartheid. La visita es elemental para entender la gravedad del apartheid y su impacto sobre la nación. Los guías son ex prisioneros políticos que alguna vez estuvieron encarcelados aquí. La visita lleva un total de cuatro horas, incluyendo el viaje de ida y vuelta en el ferri (Admisión adultos, US$ 22).

Si se está preguntando dónde cenan los modernos residentes de la ciudad, pida un taxi en Uber que lo lleve a Bree Street, en el centro de la ciudad. Uno de los restaurantes más de moda es Bocca, cuyos dueños también gerencian Burrata, un restaurante italiano de primera. Escoja entre pizzas cocidas a la perfección en un horno de leña importado de Italia o comida más abundante como risotto de coliflor con puerro carbonizado, almendras, limón y alcaparras (US$ 7).

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Día 2. Corredores 2.0

Los residentes de Ciudad del Cabo son activos, propensos a salir a caminar o andar en bicicleta los fines de semana. Aunque quizá no tenga tiempo para incorporar a su viaje una escalada, podría visitar bien temprano el “parkrun”, en el Estadio Greenpoint. Unase a cientos de corredores (y caminantes) en una ruta panorámica de 5 kilómetros a través de la ciudad, alrededor del estadio erigido para el Mundial 2010, y entrando al Parque Urbano Greenpoint, una desparramada pista ubicada en las zonas céntricas de la ciudad que está llena de áreas de recreo, estanques, un gimnasio al aire libre y jardines con 25 mil plantas nativas. Correr no cuesta nada, pero debe presentarse a las 8 a.m. o registrarse en internet para recibir su horario vía correo electrónico. El sábado es el día del mercado, y hay varias opciones.

El pionero está en el Viejo Molino Biscuit, en Woodstock, donde el semanal Mercado Neighbourgoods estuvo a la vanguardia de la transformación de este ruinoso distrito. Turistas y fijadores de tendencias caen de a miles para disfrutar comida artesanal y echar un ojo a artesanías hechas a mano. El Mercado de Productores Oranjezicht City vende productos de granja y actualmente ocupa una carpa cerca de V&A Waterfront. Tanto Neighbourgoods como Oranjezicht están abiertos de las 9 a 14. Las clases sombrías sobre el apartheid continúan en el Distrito Seis, un enclave multicultural cuyos residentes fueron extirpados a la fuerza a partir de la década de 1960.

El íntimo Museo Distrito Seis brinda una imagen conmovedora de la devastación causada sobre comunidades muy unidas, con fotos y recuerdos de las familias desarraigadas (admisión, US$ 2,2 y por US$ 3,30, se puede recorrer con un ex residente). Algunas tarjetas postales de Ciudad del Cabo muestran una colección de casas adosadas color pastel agrupadas en las pendientes de una montaña.

Ese vecindario se llama Bo-Kaap, y la montaña es Signal Hill. Bo-Kaap (“Cabo Superior”) ha sido el barrio de la comunidad musulmana Cape Malay durante generaciones y ha animado sus casas pintándolas con cada tono concebible de rosa, verde, azul y púrpura. Si tiene suerte, alguien quizá le ofrezca un “koesister” casero; una dona salpicada con coco y empapada en jarabe (también puede comprar una en Rose Corner Café por 3 rands).

Para aprender más sobre la historia de la comunidad, entre al Museo Bo-Kaap, sobre la calle Wale Street. La otra toma clásica de Ciudad del Cabo: la Montaña de la Mesa, la imponente colina baja que define el horizonte de la ciudad. Los locales prefieren escalar una de las sendas principales para llegar a la cima, pero siempre puede optar por subirse al teleférico. El atardecer ofrece las mejores vistas doradas de 360 grados hacia la playa, la ciudad y la montaña Cabeza de León. Ida y vuelta en el teleférico, US$ 18. La ubicación costera de Ciudad del Cabo obliga a un festín de mariscos. Pigalle es el lugar ideal.

Día 3. De último minuto

Cuando Jan Van Riebeeck y los primeros colonos holandeses llegaron en la década de 1650, cultivaron una franja céntrica de tierra actualmente conocida como Company’s Garden, con estanques de peces, rosedales y un restaurante con ajedrez gigante. El Watershed, en V&A Waterfront, tiene un centro comercial donde puede comprar todo tipo de ropa y artesanías locales: collares, cerámicas, zapatos y esculturas de madera recuperada del mar elaboradas por Tony Fredriksson. Si el regateo es lo suyo, los precios en el animado bazar diario de la Plaza Greenmarket son siempre negociables.

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Hospedaje: La diseñadora Jessica Latimer, dueña del Cape View Clifton (232 Kloof Road, Clifton; Capeviewclifton.co.za) dio estilo al lugar para que pareciera una casa de playa chic. Con aire distintivamente sudafricano, ostenta frescos interiores blancos y grises, falsas astas de kudú haciendo de ganchos para sombreros, bulbosos floreros atiborrados de flores de proteas y productos Africology en el baño. Desde US$ 250 por noche, desayuno incluido.

El dato: No podrá abandonar Ciudad del Cabo sin probar el Gatsby, un descomunal sándwich de carne picante con papas fritas, cuyo origen aún se discute

(*) Publicado por Diario PERFIL

 

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