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Tres días en Fez, la ciudad más mágica de Marruecos

«Hola», «gracias» y «no» son las tres palabras que bastan para recorrer a solas el mundo fascinante de la medina medieval marroquí. Además, lugares encantados y sabores intensos.

Exquisitos palacios privados, jardines ocultos, hilanderías y el fuerte aroma de los siglos en la ciudad marroquí más auténtica. Foto: PERFIL [ Ver fotogalería ]

Ficha

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Por Alexander Lobrano (*)

 

Impulsada por un creciente aprecio por su autenticidad, Fez está en auge. Sus orgullosos residentes conservaron la atmósfera y apariencia tradicional marroquí de la ciudad, rehusándose a promoverla con torpes promesas de exotismo. La imperturbable autoestima de esta metrópolis puede remontarse a Al Qaraouyine (escrito en varias formas), que fue fundada aquí en el año 859 D.C: la universidad más antigua y longeva del mundo. Un grupo cosmopolita de emprendedores le dio una ráfaga de innovación creativa, con nuevos hoteles, tiendas, cafeterías, escuelas de cocina y tours nutridos por las tradiciones locales pero guiados por la modernidad.

DÍA 1. HUELLA GALA

La mayoría de los zocos y cafeterías de la medina de Fez cierra los viernes, así que ese tiempo de descanso es apropiado para quitarse la fatiga del viaje en el hermoso spa del hotel Palais Faraj. Empieza con un hammam (baño de vapor) con jabón de eucalipto y aceite de erguén (400 dírhams, o US$ 40) y continúa con un masaje de 50 minutos con aceite de hierbaluisa o flor de azahar (650 dírhams).

Marruecos se convirtió oficialmente en protectorado francés en 1912. Bajo el auspicio del mariscal Louis Hubert Lyautey, el primer general residente francés, se trazaron planes para modernizar las ciudades más importantes del país, y se inició el trabajo en Ville Nouvelle, un vecindario estilo galo a orillas de Fez, más allá de el Jdid (el nuevo Fez) y de Mellah (el barrio judío tradicional).

Junto con el recientemente inaugurado y muy popular Borj Fez, un centro comercial con aire acondicionado –que cuenta con una filial de la francesa Carrefour, uno de los raros ámbitos donde venden vino y licores aquí–, el Ville Nouvelle es un buen espacio para tomarle el pulso a la Fez moderna y hacer un recorrido por la comida callejera marroquí. En Cyrnoss se puede probar un poco de maakouda, buñuelos fritos de puré de papá servidos sólo con salsa picante. Son tan adictivos como calóricos (4 dírhams).

Sahrai, de cincuenta habitaciones y vistas a la medina, se convirtió en el primer hotel boutique real de Fez cuando abrió en 2014 y resume muy bien el chic marroquí. “Nur” significa noche en árabe, y compartir el resplandor de su muy personal cocina moderna marroquí es la misión de la chef Najat Kaanache en su íntimo restaurante de la medina. Kaanache trabajó en Alinea, French Laundry, El Bulli y Noma. Sus menús de tres pasos incluyen platos como caldo de pollo dulce y pasas caramelizadas (350 dírhams).

DÍA 2. MEDINA OCULTA

La medina medieval tipo colmena, una densa madriguera de riads (casas tradicionales árabes construidas en torno a patios), tiendas y talleres de artesanos, es la parte de la ciudad más atractiva y confusa. Allí hay que olvidarse del miedo a perderse. Recorra solo el lugar (al menos brevemente) equipado con apenas tres palabras en árabe: marhaban (hola); shukran (gracias), y la (no).

Después, contrate un recorrido local experimentado: el tour de cuatro horas Hidden Fez (Fez Oculto) ofrecido por Plan it-Morocco, una compañía de viajes manejada por dos mujeres –una inglesa y una australiana– que viven aquí y conocen la ciudad por dentro y por fuera. Los recorridos, guiados por marroquíes, visitan los exquisitos palacios privados, jardines ocultos encantados, espacios donde tejedores hilan a mano, el odorífero barrio de curtiembres y otros lugares que probablemente nunca encontraría o a los que no podría entrar si fuera solo. El recorrido requiere un mínimo de dos visitantes y cuesta 1,600 dírhams. (Más información disponible en: www.plan-it-morocco.com).

El informal Café Fez, situado en un jardín amurallado con exuberantes plantas, es manejado por el famoso comerciante francés de antigüedades Michel Biehn, quien a menudo recorre los caminos de este pequeño Edén con bastón y chilaba blanca. Con precios razonables, servicio amigable e inventiva comida fresca franco-marroquí, es especialmente popular entre los expatriados locales. Alfombras hechas a mano, faroles, productos de piel y alfarería son los objetos más comúnmente buscados en la medina de Fez. Pero el casco viejo también tiene una fascinante variedad de artesanos y comerciantes.

Dos de las mejores paradas incluyen el puesto de Hicham Nafis en el zoco de miel, que vende una soberbia variedad de mieles silvestres de un solo origen, incluyendo la de flor de alcaparra, que según se dice protege de y cura resfríos y gripe, y el zoco de caftanes usados, El Merktane, en el barrio El Achabine, que vende tesoros de colección.

DÍA 3.AIRE FRESCO

Descanse del gentío de la medina bajo la sombra de las elevadas palmeras del Jardín Jnan Sbil, uno de los más antiguos de Fez, justo afuera de los muros de la ciudad. Originalmente parte del Palacio Real, fue donado en el siglo XIX por el sultán Moulay Hassan. Tara Stevens, una escritora culinaria británica reside parte del año en Fez tiene un riad, Dar Namir, y organiza fascinantes expediciones a varias granjas orgánicas de Fez (la clase de cocina con almuerzo o cena cuesta 350 euros).

(*) The New York Times/Travel. Publicado el 18/03/2017 por Diario PERFIL

 

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