KENIA
Nairobi, un intenso y multicultural tesoro de la Humanidad
La capital de Kenia tiene una historia tan antigua que la convierte en un tesoro para la humanidad. Verde y con naturaleza exuberante, se abre al turismo ávido de experiencias fuertes.
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Por Jeffrey Gettelman (*)
Nairobi, la capital de Kenia, se hace llamar la «Ciudad en el Sol», y una visita puede ser tan placentera como suena el nombre. La mayoría de los visitantes acude por dos motivos: negocios y animales. Situada a un vuelo corto de parques espectaculares de vida silvestre como el Masái Mara, Nairobi también se ha convertido en un imán para algunas de las mayores corporaciones del mundo que intentan establecerse en África.
La ciudad es hermosa, verde y con clima perfecto. Además, multicultural. El viernes es el día del Mercado Masái en Village Market Mall, al norte de Nairobi, y éste es el mejor lugar para cargarse de recuerdos de Africa oriental, desde avioncitos hasta camisetas “Obama Africa” y ropa kanga. Los vendedores son insistentes aunque amables. Los indios llegaron hace más de un siglo para ayudar a construir el ferrocarril que cruza Africa oriental, conocido como el Express Lunático. (Algunos fueron comidos por leones.)
La comunidad india floreció y su impronta se aprecia en el patio de comidas del Diamond Plaza, en el barrio indio de Nairobi. La comida se sirve desde una docena de puestos acomodados alrededor de mesas al aire libre. Uno de los favoritos es el pollo tikka, acompañado con viscoso pan naan; en conjunto cuesta 600 chelines kenianos (aproximadamente 6 dólares). Los safaris de vida silvestre son maravillosos, pero tienden a ser sedentarios, llenos de largos viajes en auto y grandes comidas.
Aproximadamente a hora y media en las afueras de Nairobi se ubica el Parque Nacional del Monte Longonot, un hermoso volcán durmiente color verde esmeralda. Para llegar a la cima hay que hacer una rigurosa caminata de una hora, desde donde puede observar el Gran Valle del Rift, cuna de la humanidad. Verá búfalos, cebras y tal vez babuinos. Puede dar la vuelta al cráter (cuatro horas más). No necesita guía, pero si desea contratar uno, hay varios en la entrada del parque. Admisión: 2.700 chelines.
El bosque Karura, en medio de la ciudad, ofrece más de mil hectáreas de sendas, bicicletas para alquilar y un poco de historia. Los rebeldes del Mau Mau que pelearon por la independencia de Kenia en la década de 1950 se escondían ahí, y puede asomarse a sus cuevas. También puede contemplar cascadas, prados llenos de mariposas y muchas especies de árboles altos. Preste atención al espeluznante grito de los monos de garganta blanca. (Admisión: 600 chelines).
Sus hijos probablemente se estarán preguntando cuándo es su turno de escoger algo. Solo dígales “hakuna matata” (que en suajili significa “no hay problema”) y llévelos a la granja de cocodrilos Mamba. Ahí podrá ver cocodrilos deslizándose en estanques y masticando fémures de cordero. También hay un parque de diversiones ideal para niños que tiene un laguito con forma de Africa, botes para pedalear, una rueda de la fortuna y otros juegos giratorios que no funcionan con electricidad sino por hombres que los empujan. (Admisión: 1.000 chelines los adultos y 500, los niños).
La insaciable demanda de marfil de China elevó el precio de los cuernos de elefante hasta US$ 500 el medio kilo. Los cazadores ilegales africanos trafican con mafiosos asiáticos, y durante los últimos años más de 100 mil ejemplares fueron masacrados para hacer peines, señaladores y otras chucherías de marfil populares en Beijing. En el orfanato de elefantes David Sheldrick, puede dar de comer y acariciar elefantes huérfanos (sus madres fueron baleadas). Si eso no basta, “adopte” uno; o vaya fuera de horario para ver mientras los cuidadores los arropan y esperan que se duerman.
(*) The New York Times/Travel. Publicado por Diario PERFIL
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