DESTINO: BRASIL
En la renovada Río, el mañana es hoy
Pisciana, con curvas y temperamental, Río de Janeiro pone orden en su pasado abigarrado y ya se inscribe en el futuro: basura cero, nuevos paseos y más tourist-friendly que nunca.
Los Juegos Olímpicos 2016 dejaron una ciudad realmente abierta al turista, con mayor conciencia ambiental, basura cero, el Puerto Maravilla y un museo para pensar. (Fotos: Perfil) [ Ver fotogalería ]
Por Mónica Martin (*)
Curvilínea, no sólo por su geografía de formas blandas y las veredas ondulantes de la avenida Atlántica sino también por un remotísimo pasado geológico de 560 millones de años, que redendeó y acható las siluetas de sus picos más famosos (Corcovado y Pan de Azúcar). Así de grávida y femenina, Río de Janeiro, esa ciudad pisciana fundada el 1º de marzo de 1565, recibió su nombre de un error natural.
Descubierta un mes de enero al resguardo de una inmensa bahía Guanabara-, que se pensó río, estaba de todos modos destinada a ser la maravillosa Río de Janeiro. Reina carioca, a su turno capital de un imperio emblema de toda una nación, sede de los Juegos Olímpicos 2016, muchos en el mundo la tienen en tan buena estima que cometen con gusto otro error, creerla capital de Brasil.
Con errores y aciertos, compartió el heterogéneo mapa genético del resto de Brasil: más de la mitad de su población es blanca y no negra, como se pensaría; fue de las primeras ciudades modernas con edificios de la Belle Epoque, teléfono, sello postal y carreteras perforando montañas. Además, el Parque Nacional de Tijuca le dio el mayor bosque urbano del orbe. Y cuando los superlativos parecían agotarse, el tipo cambiario encarecerla y la violencia urbana y el Lava Jato desprestigiarla en el mapa turístico mundial, llegaron los Juegos Olímpicos 2016, que volvieron a convertirla en la favorita de Sudamérica.
En esta ciudad, donde el palmito se come asado y la joroba vacuna es un manjar, una inversión de US$ 12.733 millones dejó una nueva línea de metro de 20 kilómetros, 150 kilómetros de carriles exclusivos para ómnibus, un saneamiento urbano que eliminó el viejo olor a cloacas, basura cero, la descontaminación de la bahía de Guanabara, la eliminación de un gigantesco basurero y la creación del Puerto Maravilla, un proyecto de revitalización portuaria que trajo un tranvía turístico, un paseo de 32 kilómetros de longitud con majestuosos murales de Eduardo Korda, que son un homenaje a la sangre que corre por las venas de Brasil, con su diversidad étnica, su lucha y su pasión por la vida.
Y si fuera insuficiente, ahí está en la plaza Mauá, el imponente bicho raro del Museo del Mañana, creado por el genial arquitecto español Santiago Calatrava. “Por cada real invertido en los Juegos Olímpicos, esa cifra se quintuplicará en el legado que dejará para la ciudad, que tiene como modelo la española Barcelona. Además, el 57% de todo ese valor será costeado por empresas privadas”, habría dicho en su momento el alcalde de Río, Eduardo Paes, atacando el alud de acusaciones por su osadía.
Así, el Museu do Amanhã, tal como se denomina, ocupa 15.000 m2 organizados en cinco zonas: Cosmos, Tierra, Antropoceno, Mañana, Ahora. Con audios, proyecciones continuas de 360º y paneles sobre los que basta apoyar la tarjeta de ingreso para que el audio- texto se despliegue en la lengua elegida, el museo se presenta como un espacio no de objetos sino de ideas en construcción. Y los obreros son los brasileños, los visitantes, los ciudadanos del mundo responsables del medio ambiente.
Una nueva obra para una nueva generación, que tendrá en sus manos la difícil y paradójica tarea de salvar este mundo de nosotros mismos. Los diseñadores del predio crearon un edificio que consume 40% menos de energía, despliega como un ciempiés paneles solares laterales que absorben lo que el sol tenga para darles y tiene un sistema de refrigeración que aprovecha el agua de la Bahía de Guanabara –de 17 metros de profundidad–.
En sociedad con importantes universidades de Brasil, las Naciones Unidas, la NASA y organismos científicos del mundo, apenas se ingresa se enfrenta un enorme globo terráqueo colgante que ofrece datos en tiempo real sobre el clima, los vientos y la actividad espacial. Así, la modernidad llegó para quedarse y abrirse a todos en una zona portuaria a la que nadie se animó en décadas. Algo nuevo nacerá desde este rincón de Guanabara, con nombre impropio, desbordes y el imperioso pedido al mundo de transformar nuestro pensamiento en los próximos cincuenta años.
(*) Desde Río de Janeiro. / Diario PERFIL
DATA
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