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Hotelería de extralujo: entre iPads de oro, mayordomos y mucho glamour
En la categorización del lujo internacional, las cinco estrellas son un tope. De ahí en más, todo es marketing. El glamour y el oro son sólo brillo en el firmamento de la hospitalidad.
En la categorización del lujo internacional, las cinco estrellas son un tope. De ahí en más, todo es marketing. El glamour y el oro son sólo brillo en el firmamento de la hospitalidad. [ Ver fotogalería ]
Por Verena Wolff (*)
Muchos turistas sueñan con pasar las vacaciones en un hotel de cinco estrellas. ¿Y qué tienen de especial los alojamientos de siete estrellas? ¿Cómo se puede distinguir entre lujo y todavía más lujo? Famosos como el futbolista alemán Bastian Schweinsteiger y el actor George Clooney contrajeron matrimonio en Venecia y celebraron su boda en un hotel que se precia de tener siete estrellas.
El hotel Aman, situado junto al Canal Grande. ¿Un hotel de siete estrellas? Oficialmente, en todo el mundo sólo hay hoteles con un máximo de cinco. El letrero de latón en la entrada dice que también el Aman sólo tiene cinco estrellas. Lo mismo vale para el Burj al Arab en Dubai, que tiene la forma de un velero y que es uno de los más lujosos y caros del mundo. Fue el primero al que supuestamente se asignaron siete estrellas. Los mejores hoteles del mundo forman por sí mismos una categoría y ofrecen lo más lujoso y lo más caro.
En el Burj al Arab hay iPads de oro y un mayordomo por cada ocho huéspedes. Para no pocos clientes adinerados, el servicio de limusinas Rolls-Royce es estándar. Sin embargo, el mito de las siete estrellas tiene un problema: a partir de cinco no hay más diferenciaciones. Teóricamente también podría haber hoteles de ocho o incluso diez estrellas. Sin embargo, cinco es el límite. «Se trata de una norma establecida mundialmente. Aumentar el número más bien crearía confusión», dice Torsten Kirstges, profesor de economía turística de la Universidad de Jade, en Alemania.
Las estrellas sólo se inventaron para orientar a los huéspedes. La clasificación de los hoteles es voluntaria y, en la mayoría de los países, sólo tiene validez para tres años. El catálogo de criterios incluye características que se pueden verificar objetivamente. Por ejemplo, si la habitación cuenta con un secador de cabello, si se puede pagar con tarjeta de crédito, el tiempo de espera en la recepción, si el precio incluye desayuno, si el hotel tiene WLAN (red de área local), etc.
Cuantas más estrellas tiene un hotel, más características como éstas debe incluir. El glamour, el brillo, el mármol y el oro no son factores decisivos. Las cinco estrellas pueden recaer tanto en un elegante hotel de diseño moderno que en un clásico sobre un balneario con columnas de mármol y arañas de cristal. «Las normas nacionales, las diferencias en selección de criterios y los usos específicos en cada país dificultan la comparación a nivel internacional», explica Kirstges.
Por esta razón, no pocos hoteleros renuncian totalmente a la clasificación por estrellas. Por ejemplo, el Kameha Grand, en Zurich. Aunque en él no falte el brillo, en ninguna parte se puede ver una estrella. “Los tiempos en los que la gente se dejaba orientar por el número de estrellas han pasado”, señala el fundador del Kameha Grand, Carsten K. Rath. En su opinión, la gente busca ahora marcas conocidas en vez de estrellas.
Cree que la clasificación por estrellas es una reliquia de los tiempos en los que aún no existía internet. Muchas veces, los turistas pueden encontrar en los portales de valoración indicios más concretos de cómo los huéspedes evalúan realmente un hotel de cinco estrellas. Porque en la práctica, las diferencias son grandes, también entre hoteles un poco más modestos que el Aman o el Burj al Arab.
(*) Nota publicada por Diario PERFIL