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Por qué el Pelourinho es el rincón brasileño favorito de los argentinos
Se trata de uno de los lugares más bonitos de Brasil y de América toda, pero su nombre recuerda el sufrimiento de los esclavos traídos de África.
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Definido por el escritor bahiano Jorge Amado como un lugar cuya belleza «está hecha de piedra y sufrimiento», el barrio alto de la ciudad de Salvador de Bahía, el Pelourinho, donde el mito cuenta que hay una iglesia por cada día del año, fue el lugar preferido por 1.280.000 argentinos que visitaron el año pasado esa ciudad del nordeste brasileño.
«El Pelourinho era el tronco donde los negros esclavos eran castigados. Los sacaban de los grandes obradores para pagar con su sangre por los más diversos conflictos en las piedras de encausamiento. Son negras como los esclavos pero con el sol del mediodía brillan más por sus reflejos y su sangre. Mucha sangre corrió sobre ellos y ni el paso del tiempo lo pueden apagar», describió en video que hoy se puede encontrar en Youtube.
El autor de Doña Flor y sus dos maridos, Grabriela Clavo y Canela, y Tieta de Agreste, entre tantas obras magistrales, continúa: «Esas plaza del Pelourinho es ilustre y grandiosa: su belleza está hecha de piedra y sufrimiento. Por acá paso la vida entera de Bahía. Su humanidad: la mejor y la más sufrida. Sus iglesias son mudas testigos de ese vivir, negra y azul, y a su paso solamente negra«.
Poesía pura, como la que se respira en ese gigantesco museo a cielo abierto que es el barrio alto de Salvador, la capital del estado de Bahía, con sus edificios de estilo barroco portugués, de todos los colores siempre en tonos pastel. Sus calles empedradas detuvieron los relojes y almanaques, sus edificios salvados y decorados ahora con luces led, brillan ante la mirada de los visitantes que aún creen ver la carrera desesperada de Doña Flor en la madrugada en que murió Vadinho al final de una noche de carnaval.
Hoy las calles vacías de ese día casi no existen, porque desde temprano se saturan de coches modernos y de gente va y viene en todas las direcciones. Predominan los que se llegan hasta el elevador público de Lacerda, a medio camino entre el barrio histórico y la ciudad moderna, pero también aquellos que se internan en sus calles de laberinto colonial, cerveza en mano para paliar el intenso calor que supera los 30 grados.
El Pelourinho domina la Bahía de todos los Santos y era su defensa, en época colonial, cuando el mundo entero se nutría del azúcar que producía en grandes cantidades, lo que produjo un crecimiento caótico pero continuo. Fueron esos tiempos de esplendor para una clase acomodada cuando el comercio de esclavos creció tanto o más que la propia ciudad hasta convertirse en la mayor metrópolis con población negra fuera de África.
La ciudad recibe 8 millones de turistas por año, en su mayoría provenientes de las ciudades de San Pablo, Río de Janeiro, Minas Gerais y Brasilia, pero de ese total 1,3 millones son argentinos. Los extranjeros que van a Salvador son el 30 por ciento del total de turistas que llegan, pero bastan para sostener el 22% del Producto Bruto Interno (PBI) de la ciudad, que además presta otros servicios, sobre todo financieros.
Para recibir a esos visitantes la ciudad cuenta con 400 hoteles con cerca de 40.000 camas, hoteleras y extrahoteleras, y les brinda su comida típica tradicional africana en unos 7000 restaurantes que totalizan 20.000 con los bares, que además atienden a los casi tres millones de habitantes que tiene Salvador. La ciudad tiene un patrimonio universal arquitectónico único, pero también inmaterial, como la capoeira, el grupo de percusión tradicional Oludum, la banda Filhos y Grandes, y gran cantidad de museos entre los que se destaca la Fundación de la casa de Jorge Amado, cuya obra fue traducida a 70 idiomas».
En la década del 80 el Pelourinho quedó lejos de las políticas públicas y fue dominado por la prostitución y otros delitos, pero en la última década fue saturado de policías, mejor iluminado y con un fuerte desarrollo comercial, por lo que el paseo no obliga a soportar riesgos. Tinoco sostuvo finalmente que si bien Salvador brilló en el ciclo de la caña de azúcar en la historia de Brasil, hace cientos de años, ahora «la industria de la ciudad es el turismo», con el tradicional Pelourinho como su principal atractivo.