Para una buena cerveza, nada mejor que ir a Bélgica
Hay pocas ciudades en el mundo donde la cultura cervecera está tan firmemente arraigada como en Bruselas. Sin embargo, a pesar del orgullo por su tradición cervecera, los propios belgas consumen hoy menos cerveza que antes.
La elaboración de la cerveza en Bélgica muchas veces fue un oficio de monjes católicos, y hasta el día de hoy todavía hay seis monasterios trapenses en los que se fabrica la tradicional cerveza trapense. [ Ver fotogalería ]
En el casco antiguo de la capital belga, la magnífica Grand Place está rodeada de edificios históricos de la época barroca que en el pasado albergaban a los gremios de artesanos de la ciudad. Uno de esos gremios agrupaba a los cerveceros y en la actualidad es la sede central de la mayor asociación de cerveceros de Bélgica.
En la ciudad de Brujas, al oeste de Bruselas, la cerveza literalmente corre debajo de la ciudad a través de una tubería que canaliza la bebida alcohólica de una fábrica central de cerveza a una planta embotelladora en la periferia de la ciudad.
Para tener una idea de cuán importante es la cerveza desde el punto de vista cultural para un país cabe recordar que la Unesco incluyó el año pasado la cerveza belga en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un honor que no ha sido concedido siquiera a la vecina Alemania con su larga tradbeer belgiumición cervecera.
Según la Unesco, los fabricantes belgas elaboran casi 1.500 diferentes tipos de cerveza. Sin embargo, el presidente de la Asociación de Cerveceros de Bélgica, Jean-Louis van de Perre, dice que el reconocimiento de la Unesco no tiene nada que ver con números. «Se trata de nuestro producto como tal, de las formas de producir, servir y consumir cerveza», explica Van de Perre. «Casi cada marca tiene su propio vaso y las modalidades de fermentación son interminables«.
Al igual que en otros muchos lugares en Europa, la elaboración de la cerveza en Bélgica muchas veces fue un oficio de monjes católicos, y hasta el día de hoy todavía hay seis monasterios trapenses en este país donde los monjes se ganan el sustento elaborando su tradicional cerveza trapense. Obviamente, esos monasterios son un destino popular para turistas.
Sin embargo, a pesar del orgullo por su tradición cervecera, los propios belgas consumen hoy menos cerveza que antes. El mercado está cambiando y, al igual que en otros muchos países, el consumo per cápita ha ido bajando en los últimos años. Las cifras más recientes de la asociación de cerveceros indican un mínimo récord de 71 litros por habitante, y actualmente el 65 por ciento de la cerveza belga se exporta.
La ola de cerveza artesanal también ha llegado a Bélgica, con un aumento explosivo de pequeñas fábricas para la elaboración de cervezas especiales, que gozan de gran popularidad entre los jóvenes, señala Van der Perre, el presidente de la asociación de cerveceros. Y para asegurar que el legado cervecero del país no excluya ninguna novedad, las fábricas de cerveza están produciendo cada vez más bebidas mixtas y cervezas sin alcohol.