Homenaje al alfajor, todo un símbolo argentino, en un museo porteño

El alfajor es un ícono entre las golosinas en Argentina, donde se producen mil millones de unidades por año de más de 100 marcas, y una muestra en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires recuerda su origen en el siglo XIX.

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| Nota publicada el 24 de julio de 2017

El Museo de la Ciudad de Buenos Aires, situado a menos de 200 metros de la Plaza de Mayo, inauguró en estas vacaciones invernales la muestra «El alfajor, un ícono argentino». «Como parte de nuestra cultura gastronómica, el alfajor es uno de los alimentos que trasmiten nuestra identidad. Trasciende con un éxito inigualable: primero con la venta ambulante a principios del siglo XIX, pasando luego a las pulperías y continuando por las confiterías y quioscos hacia 1940; hasta la actualidad«, señalan los organizadores de la exposición.

En el viaje por la historia de esta golosina se recuerda que la Constitución Nacional fue escrita en una alfajorería de Santa Fe, en 1853. De hecho, la marca Merengo abrió sus puertas en 1851, con su manjar relleno de dulce de leche, tapas de galleta y bañado con un glaseado, y hoy se vanagloria de estar «transitando junto a la historia de la patria«. La exhibión es un paseo por las publicidades gráficas y en televisión a través del tiempo de esta golosina tan popular, así como cajas de latas de los años ’60 y ’70, viejas etiquetas de alfajores hechos en diversas regiones del país.

Grandes carteles reseñan las marcas y el año de salida al mercado y la más antigua de la provincia de Córdoba, centro, figuran Chammas de 1869 y Emira Castro de 1900, con sus típicos rellenos de frutas. También recuerdan que Jorge Luis Borges menciona el alfajor en «El Aleph». El preferido que terminó imponiéndose en todo el territorio es el relleno de dulce de leche y bañado de chocolate, nacido en 1947 en Mar del Plata como Havanna y replicado con múltiples variantes por otras marcas.

Pero también los hay con distintos tipos de masa y rellenos de mousse de chocolate o dulce de caña, de acuerdo a la región, y hasta de bajas calorías o de galletas de arroz, acompañando la tendencia de cuidar la silueta. En los años ’80 causó furor el alfajor triple de la empresa familiar Fantoche, que patentó esa variante con doble relleno de dulce de leche y tres tapas, con baño de chocolate o merengue.

Argentina exporta sus alfajores a 30 países del mundo pero en un volumen equivalente sólo al 6% o el 10% de lo producido. También es el souvenir obligado de muchos turistas extranjeros que suelen llevarse varias cajas. La canciller alemana Angela Merkel, que visitó en junio pasado Buenos Aires, le regaló, días más tarde, al Papa argentino alfajores Cachafaz y dulce de leche. «Usted ya los conoce», le dijo a Francisco.

El alfajor es un ícono entre las golosinas en Argentina, donde se producen mil millones de unidades por año de más de 100 marcas, y una muestra en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires recuerda su origen en el siglo XIX. La palabra alfajor proviene del árabe al-hasu, que significa «relleno», y llegó a este país de la mano de la migración andaluza, del sur de España.

En la industria de alimentos este producto tiene un peso importante, de constante renovación y crecimiento a través de los años, mientras este país es consumidor absoluto en el mundo. Según datos de la Asociación de Distribuidores de Golosinas y Afines, se producen mil millones de alfajores por año, unos 90 millones al mes, una cifra que no incluye al mercado informal.

Argentina comparte esta pasión con el vecino país de Uruguay, segundo consumidor con unos 10 millones por mes. Incorporado a la vida diaria de niños y adultos, la mayor cantidad de las ventas se producen en los quioscos (65,5 según la consultora CCR) y el resto en supermercados, locales y al por mayor. Más de 100 marcas compiten en el mercado, de las cuales el 75% corresponden a empresas nacionales, en particular las opciones del gigante Arcor pero también de muchas Pymes, y el resto salen de las usinas multinacionales.

 

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