Sabores y colores de la mágica Aruba

Autónoma, pero orgullosamente holandesa, la isla del Caribe espera reflotar lo que más dinero le dio, la explotación petrolera. Hoy vive del turismo y recibe con manjares de mar, brisas intensas y acantilados.

El sol brilla casi todo el año y las lluvias son escasas, pero el calor nunca agobia porque está siempre acompañado de la brisa fresca que llega desde los acantilados del noroeste, con piscinas naturales de agua cristalina que se formaron en las cuevas naturales -como Boca pool-, entre el mar profundo y azul. (Fotos: Diario Perfil) [ Ver fotogalería ]

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Por Emilia Delfino (*)

Tal vez sea la brisa fresca lo que en Aruba abra el apetito. Acostumbrada al turismo premiun, Aruba montó una ruta gastronómica acorde a las exigencias y el poder adquisitivo de sus visitantes. Por eso, ofrece desde lujo playero hasta rústicos tesoros escondidos en las afueras de los complejos turísticos. Cada vez, más argentinos vacacionan en este rincón del Caribe, un país autónomo perteneciente al Reino de los Países Bajos, con playas paradisíacas como Eagle Beach y Palm Beach.

La vida de Aruba se desarrolla en el sur, donde están las playas de arena blanca. La temperatura promedio anual es de 28º C. El clima es seco y la mayor parte de la isla es árida. El sol brilla casi todo el año y las lluvias son escasas, pero el calor nunca agobia porque está siempre acompañado de la brisa fresca que llega desde los acantilados del noroeste, con piscinas naturales de agua cristalina que se formaron en las cuevas naturales -como Boca pool-, entre el mar profundo y azul.

La influencia de Holanda se conserva en el idioma, los modales, el intercambio turístico y la afección por los panqueques holandeses típicos de los Países Bajos. Algunos manejan por la derecha y otros por la izquierda, como en Londres. Muchas familias llegaron desde Colombia y Venezuela, Holanda y China.

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Desde pequeños, los arubianos aprenden inglés, holandés español y papiamento, un dulce idioma local, que suena a portugués, pero no lo es. En las áreas turísticas, como Palm Beach, los platos principales oscilan entre los US$ 20 y US$ 60. Los vinos son importados de Francia, Italia y California. Hay excelentes barmen y barwomen y la calidad de la bebida es premium.

Muchos turistas estadounidenses se esmeran con las propinas, pero los arubianos tratan a todos los visitantes por igual. Son ante todo, un pueblo amable. Alquilar un auto por un día es una buena opción para recorrer todo y encontrar los restaurantes y puestos de comida que sólo conocen los lugareños o turistas experimentados.

Antes de iniciar el camino hacia el sur , se puede desayunar en Linda’s Dutch Pancake, en Palm Beach. Capuccino y panqueques con frutas, salsas, miel, helado, crema, quesos, frutos secos o panceta. Los más completos cuestan US$ 12 y si como el almuerzo le resultará insuficiente, siga en ruta.

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Pasará junto a las playas más famosas y podría recorrer el puerto de Oranjestad -la capital-, y almorzar en Zeerovers -“Piratas” en holandés- donde sirven algunos de los mejores pescados y camarones fritos de Aruba, acompañado de papas y plátanos fritos (US$ 30, para dos). El restaurante está montado en un muelle que se adentra en el mar, al costado de la ruta, en el barrio de Savaneta. Cocinan lo que hay. El Pargo es uno de los más populares (pescado rojo o red fish/snapper).

Pero la isla también ofrece mulato (wahoo), jampou (mero o grouper), picuda (baracuda) y drals (dorado). Savaneta es un barrio residencial humilde frente a uno de los mejores paisajes del Caribe: playas de roca con aguas de color turquesa y coral. Está camino a San Nicolás, en el extremo sur, otro barrio que vivió durante años de la refinería de petróleo, ahora desactivada. Muchos perdieron su trabajo y el cierre de la compañía afectó por completo a San Nicolás.

En la Isla aseguran que existe un acuerdo con la petrolera PDVSA, pero la crisis venezolana parece haber trabado la esperada reapertura. La isla, también está catalogada como paraíso fiscal, un término que es mala palabra para los locales. Ahora -dicen- apuestan todo al turismo y siguen buscando petróleo en el mar. San Nicolás tiene otra joya: Baby Beach, en el extremo sur de Aruba, una de las playas más recomendadas.

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Antes de dejar el auto, o en un taxi desde el hotel, podría cenar en «Papiamento Restaurant». El chef adaptó la casona de sus padres y montó las mesas alrededor de la pileta, en el parque. Una especie de microclima tropical. El plato favorito es una mini parrilla personal de langosta, camarones y pescados (US$ 60). Palm Beach tiene un pequeño centro, animado con bares y restaurantes hasta tarde, aunque los arubianos cenen temprano.

«Agua Grill» es otra buena opción, bastante costosa. Las estrellas del lugar son las ostras y los cocktails. En la vereda de enfrente está Azia, un restó de excelentes cocktails y sushi, donde los visitantes son recibidos por las imponentes estatuas de Buda, siempre sonrientes. Para la religión, Aruba también es una isla feliz.

 

(*) Desde Aruba. Publicado por Diario PERFIL

 

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