Los turistas vuelven a la casa de verano de Gaudí en Barcelona

El célebre autor de la Sagrada Familia, La Pedrera y la Casa Batlló tenía 31 años y aún buscaba su propio estilo cuando creó la casa. Esta semana será reabierta al turismo después de tres años de restauración.

FOTOS: casavicens.org/ [ Ver fotogalería ]

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Fue creada como residencia de verano, en sus estructuras apenas se dibujan líneas curvas y sus azulejos lucen enteros, sin romper. Es la Casa Vicens, la obra primigenia del arquitecto catalán Antoni Gaudí, que el próximo 16 de noviembre abrirá por primera vez sus puertas al público en Barcelona convertida en una casa museo. La apertura se hará después de tres años de intensos trabajos para recuperar las formas y colores ideados por el joven Gaudí a finales del siglo XIX (1883-1885) para su primera creación en la capital catalana.

Gaudí empezó a plasmar su estilo en esta casa, apenas conocida por el gran público, que le encargó Manel Vicens i Montaner, un acaudalado agente de bolsa y cambio catalán, para pasar sus veranos en Gracia, entonces una villa cercana a Barcelona y hoy uno de los barrios más pintorescos de la ciudad. «Esta casa no será un ‘highlight’ de Gaudí en Barcelona, sí una visita para la gente que ya conoce algunas de sus grandes obras y quiera saber cómo era el Gaudí primerizo, el que aún no era un genio», señaló Mercedes Mora, responsable institucional de la Casa Vicens.

La familia Jover compró la Casa Vicens en 1899 y en 1925 encargaron su ampliación a Joan Baptista Serra de Martínez, un arquitecto amigo de Gaudí, para que el edificio pasara de ser unifamiliar a albergar tres viviendas, una en cada una de sus tres plantas visibles. La ampliación, que duplicó el tamaño de la casa y del jardín, posee ahora la parte museística, las salas de exposiciones permanentes y temporales que completarán la visita.

La recuperación se centró en la mitad ideada por Gaudí, la de mayor valor. Y devuelve a los ojos del visitante las cuatro fachadas de la casa, con la piedra, los ladrillos y los azulejos limpios, así como los colores originales de los múltiples esgrafiados, pinturas y espectaculares entrevigados cerámicos de los techos. En 2005 la Casa Vincens fue declarada Patrimonio de la Humanidad.

«Es un trabajo de chinos que hay que hacer poco a poco, rascando a mano, sin utilizar químicos que podrían dañar el papel maché que Gaudí utilizó en esta sala«, agregó, mientras cuatro restauradoras seguían apartando el dorado sobrante y sacando a la luz el azul índigo proyectado por el genio catalán del modernismo. Esta sala es una de las que mejor evidencia las influencias moriscas y arabescas del Gaudí iniciático. El exterior de la casa, con sus peculiares volumetrías y sus torres que recuerdan minaretes, también muestra la amalgama estilística que inspiró al genio en su debut.

El interior de la Casa Vicens, que consta de cuatro plantas, también es igual de abigarrado que el exterior, que deja ver el primer tejado caminable de Gaudí: el piso de la planta noble es de mosaico romano y el de la planta que alberga los dormitorios, de terrazo veneciano; en las paredes, se mezclan aves con claveles de moro, hojas de palmera con la flor de la pasión de Cristo y cerámica de estilo inglés con contraventanas de inspiración oriental.

La naturaleza se adentra en la casa y la casa se proyecta hacia el jardín, ahora reducido y rediseñado, pero al que Gaudí concedió tanta o más importancia que a la vivienda. «Nuestro objetivo era hacer una Casa Museo del siglo XXI, sostenible y autosuficiente, con una mirada a la tradición y otra a la modernidad», resumió Mora sobre la intervención. Eso también afecta a las visitas, que costarán 16 euros (18,56 dólares) sin guía y 19 euros con la explicación: se realizarán cada 20 minutos, en grupos de 20 personas, para que los visitantes no superen los 150.000 al año.

 

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