CRISIS EN EL CARIBE

El paraíso devastado: St. Maarten después del huracán «Irma»

El 6 de septiembre de 2017, la tormenta arrasó la pequeña isla con vientos de casi 300 kilómetros por hora. Los daños materiales en este enclave turístico del Caribe ascendieron a miles de millones de dólares.

Los daños materiales ascendieron a miles de millones de dólares. Casi todos los edificios sufrieron daños, también el aeropuerto internacional Princesa Juliana, en la parte sur de la isla, el mayor de los dos aeropuertos de St. Maarten. [ Ver fotogalería ]

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Nota publicada el 24/09/2018


Colinas verdes emergen del mar de color turquesa. Olas resplandecientes golpean la playa blanca. Palmeras se mecen en los vientos alisios. Así se ve la isla caribeña de St. Maarten desde el avión. Un paraíso de película aparentemente normal. Durante el descenso, el avión pasa sobre Maho Beach. Una carretera estrecha separa la pista de aterrizaje de la playa. Abajo, avistadores de aviones saludan con la mano, sacan fotos y sujetan sus sombreros. Sin embargo, algo cambió: una catástrofe asoló el paraíso.

Hace un año, el huracán «Irma» devastó las Antillas Menores, en el este del Caribe. A estas islas pertenece también San Martín, administrada por dos gobiernos. Cólon descubrió la isla el día de San Martín de 1493. Hoy, la región sur de San Martín es un Estado autónomo que forma parte del reino de los Países Bajos y se llama Sint Maarten. La mayor parte de la isla, en el norte, se llama Saint Martin y forma parte del territorio francés de ultramar.

San Martín es un paraíso para las vacaciones a pesar de que todavía no fueron  arreglados los estragos de «Irma». (dpa)


El 6 de septiembre de 2017, la tormenta arrasó la pequeña isla con vientos de casi 300 kilómetros por hora. Nunca antes se había registrado un huracán más potente en el Atlántico abierto. Quince personas murieron en St. Maarten, once en la parte francesa y cuatro en la parte holandesa. Los daños materiales ascendieron a miles de millones de dólares. Casi todos los edificios sufrieron daños, también el aeropuerto internacional Princesa Juliana, en la parte sur de la isla, el mayor de los dos aeropuertos de St. Maarten. Los pocos turistas que visitan la isla llegan a una carpa sobredimensionada que sirve como sala de llegadas provisional.

En la pequeña capital de St. Maarten, Philipsburg, es imposible no ver las huellas de la devastación: coches abollados, árboles caídos, casas reducidas a ruinas. En la Simpson Bay Lagoon todavía yacen decenas de barcos hundidos. Muchos bares de playa, comercios y restaurantes permanecen cerrados. El paraíso sufrió más que algunos rasguños.

«Una pesadilla»

Algunos barcos permanecen semi hundidos en la costa de St. Maarten.


En las dos partes de la isla de St. Maarten, el turismo representa alrededor del 90 por ciento del producto interior bruto. El complejo turístico «Divi Little Bay Beach Resort» permaneció cerrado durante ocho meses. La marea había inundado la planta baja del complejo. «Una pesadilla», recuerda la directora de ventas, Joan Samson. «Tuvimos que evacuar a 206 turistas. Por todas partes había pedazos de vidrio y la piscina estaba llena de árboles«.

En agosto, 34 hoteles en St. Maarten con habitaciones para 3.900 turistas estaban funcionando nuevamente, alrededor de un tercio del total. El objetivo es llegar al 70 por ciento en marzo de 2019. En la piscina reconstruida del «Divi Resort» hay tumbonas completamente nuevas. Chuck y Thea Gedrich están sentadas en dos de ellas.

Continúan las obras de reconstrucción en las calles de Philipsburg, la capital de St. Maarten.


La isla de St. Maarten sigue siendo su destino favorito. Según Cuck y Thea, las 37 playas de la isla son tan fantásticas como antes. El agua cristalina y los corales no desaparecieron.

Sin embargo, los clientes habituales echan de menos los restaurantes de playa de Oyster Bay. «Cinco y seis bares de playa fueron completamente arrasados«, dice Chuck meneando la cabeza. «Admiro la fuerza de esta isla. La gente es resistente».

«Irma» golpeó duramente a los aproximadamente 78.000 habitantes de la isla. Sin embargo, la gente sobrelleva su destino con asombrosa alegría. «Los huracanes, al igual que el sol, forman parte del Caribe», dice Samuel Alexander, quien perdió su casa, su coche y su restaurante. Sin embargo, la familia está bien y con la ayuda de algunos amigos reconstruyó su casa. Además, Alexander encontró un nuevo empleo como portero.

En la parte holandesa de la isla quedan pocas de las tradicionales casas de cedro multicolores con sus típicas tallas artesanales caribeñas.


En la parte holandesa de la isla desaparecieron muchas de las tradicionales casas de cedro multicolores con sus típicas tallas artesanales caribeñas. Antes de la crisis económica había ahí un animado mercado al aire libre. Joseph LeBlanc espera en el puerto a los pasajeros de un crucero para ofrecerles su artesanía. Desgraciadamente, tampoco hoy atraca ningún barco.

La terminal de cruceros permaneció totalmente cerrada durante 13 largas semanas. Desde diciembre pasado, los barcos están volviendo poco a poco. Los cruceros son un salvavivas para la castigada isla. La autoridad portuaria prevé para la temporada de invierno 2018/19 una recuperación del número de pasajeros de antes del huracán.

 

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