RELATO DE VIAJE
En el corazón de África (parte 1): Maasai Mara
Por Sofía Prado | La fotógrafa documental inició un viaje cargado de sensaciones por el corazón del Continente Negro para tomar contacto con su cultura, su naturaleza y todo aquello que lo hace único. FOTOS.
La Reserva Nacional de Masai Mara, comúnmente conocida como El Mara, es el mayor parque de Kenia y cautiva a sus visitantes por sus evocadoras llanuras donde abunda la fauna salvaje. FOTO: Sofía Prado [ Ver fotogalería ]
Esta es la primera parte de la serie En el corazón de África.
Pocas veces en mi vida pude observar algo tan impactante. El color de los pastizales, arboles desolados en una inmensidad que siento que oculta hasta lo más pequeño del ciclo de la vida. Llegamos al Maasai Mara, leyendas, historias y escenarios que se vuelven reales en el corazón del continente africano. Nuestro guía se sonríe, lo mejor de este viaje es nunca saber que se verá al día siguiente, cuan emocionante puede ser aquella mañana, o aquel atardecer, ¿veremos algo mejor? ¿Algo peor? ¿Qué más puede pasar?. Miles de historias se vienen a mi mente al ritmo que nos alejamos del campamento, pues si nos hospedamos en las orillas del parque, en lo que llaman campamentos pero son comodísimos hoteles que en el exterior tienen forma de carpa, un mix perfecto entre aventura y confort.
A medida que nos alejamos el techo del jeep se abre invitándonos a todos a pararnos sobre los asientos, sujetarnos y observar. Fascinación. El corazón late con una adrenalina extraña con los tintes de una aventura real, única. Cámaras listas, ojos abiertos, atentos, afinados. Agudizar la vista es tal vez el mejor ejercicio de este viaje, diferenciar los colores, las formas. Parece algo sencillo, pero a lo lejos un rinoceronte se confunde con un búfalo y un árbol se entremezcla con el cuello de una jirafa. Somos turistas cuando ingresamos al parque pero les juro que nos vamos siendo exploradores.
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Nuestro ranger era un experto, se le notaba en los ojos, en su forma de observar. Con una trayectoria de más de veinte años conocía cada recoveco del parque, cada camino, cada árbol. Reconocía lugares que a simple vista parecían iguales, pero que tal vez ocultaban un chita en su copa. Y así fue cuando en nuestro primer recorrido por la sabana nos topamos con una manada de chitas machos, descansando a solo unos pasos del campamento. Silencio tajante, miradas penetrantes de los animales hacia nosotros y viceversa.
Casi se podía sentir la misma curiosidad de ambos lados. Ochuka, nuestro ranger, se sonríe. Y poco a poco nos va alejando para invitarnos a ver mas. – Buena recibida nos dio el Maasai Mara- nos afirma. Pero no hace mas que distanciarse un poco y la radio comienza a sonarle, los ranger se comunican entre ellos cuando un evento atípico sucede. Acelera de prisa y de repente nos encontramos frente lo que tal vez había sido una cacería nocturna despellejada. Era la cueva de un leopardo, uno de los cinco grandes y según mi experiencia, de los más difíciles de ver.
Se escapa de su cueva abriéndose paso entre los pastizales que casi lo hacen invisible. Mágico. –Vaya suerte la de este grupo- bromea – Debe ser por su buen guía- y tal vez era real, nuevamente sus ojos se disparan a lo que era una familia de elefantes que a lo lejos se abría paso cubriendo a una cría de cualquier depredador. Se sienten los barritos, sonido que hacen los elefantes de la manada como única música del lugar. Todavía pienso en ese sonido, fue único.
–Dos de los cinco grandes en muy poco tiempo- Nos acotá nuevamente Ochuka -¿Vamos por los Leones?- La sangre se hiela. Si crecimos escuchando sobre el rey león, viendo documentales sobre este imponente animal que nada se parece a cuando lo tenemos en frente. Esbelto, con un pelaje envidiable y unos ojos que solo infunden respeto en un parpadear. Increíbles, ubicados a metros nuestros leones y leonas juegan con sus cachorros obviándonos por completo. Esto es la vida salvaje. Esto es la naturaleza me digo.
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Sin embargo el momento estrella de este parque es sin duda la migración, período en el que miles de ñus y cebras viajan desde Maasai Mara hasta Serengueti, Tanzania, en busca de comida. No existen fechas claves para ver este proceso, de hecho son muy variables dependiendo de la lluvia, pues la migración casi nunca cesa, solo cambia de zona. Durante la mañana siguiente nos encontrábamos viajando en el jeep cuando de repente empezamos a notar una gran cantidad de ñus. Ñus y cebras en cantidades descomunales que cruzaban por delante de nuestro jeep, corrían en manada, peleaban, casi que no daban espacio ni para un ser vivo mas.
De repente jirafas, adornan el espacio con una nueva mirada aún más alucinante. Era una, dos, tres. De repente ya no importaba cuantas veíamos, era un cuadro de animales conviviendo entre si, emprendiendo su marcha. Nuestro guía subió a una colina aledaña, viajar con buenos ranger te da spots brillantes para quienes quieran aprovechar la vida salvaje para hacer fotos. Una vez arriba todos enmudecimos. No nos alcanzaba la vista para visualizar tanta vida en pleno camino. Jirafas, ñus, búfalos, cebras, cebras, más ñus, más jirafas. Todos coexistiendo, todos marchando.
–Ahora si, bienvenidos al Maasai Mara, bienvenidos a África-.