Un país por descubrir en el corazón de Sudamérica

Desconocido para muchos e ignorado por otros: así es Paraguay, un país pequeño que esconde bellezas naturales. Fotogalería

Arena blanca y aguas cristalinas forman una imagen de postal en Laguna Blanca, un lugar que ratifica el dicho popular que afirma que "Paraguay es un país bendecido por la naturaleza". Foto: Gobierno de Paraguay. [ Ver fotogalería ]

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Por Sandra B. Ramírez Ortega (dpa)

Desconocido para muchos e ignorado por otros: así es Paraguay, un país pequeño que se ubica en el corazón de Sudamérica y que esconde maravillas naturales dignas de descubrir. Una nación jovial y un clima templado invitan a recorrerlo.

Con poco más de seis millones de habitantes y dos siglos de existencia, Paraguay tiene muchas veces que servirse de vecinos grandes como Argentina o Brasil para facilitar su ubicación en el mapa. Es la tierra que ignora el mar y esconde en sus rincones mil atractivos entre naturaleza y cultura.

Visitar Paraguay es poner un pie en un país bilingüe, en donde el español y el guaraní, el segundo idioma oficial y legado de los tupí guaraní, se conjugan en una población caracterizada por su hospitalidad.

«El paraguayo es cordial, alegre y siempre recibe con muchas ganas al extranjero. Está en nuestro ser. Es parte de nuestra naturaleza», afirma Gabriela Díaz, de 26 años, estudiante de Hotelería y Turismo, acostumbrada a tratar con los turistas. En 2011, más de medio millón de extranjeros visitaron el país.

De Paraguay llama la atención su interculturalidad, dada por una nación mestiza, la supervivencia de 19 etnias nativas y la migración brasileña, argentina, asiática y hasta de Cercano Oriente.

El centro de todo

Asunción, su capital, fue fundada el 15 de agosto de 1537 y se constituye en el epicentro de la actividad económica, comercial y cultural. Con unos 520.000 habitantes y situada en el centro del territorio, la también llamada «Madre de Ciudades» guarda celosa las huellas del proceso de colonización española.

Un paseo a pie por el centro permite descubrir obras históricas como el Panteón Nacional de los Héroes, el Palacio de los López -sede de gobierno-, la Catedral Metropolitana y el Antiguo Cabildo. Durante el recorrido se encontrarán plazas y edificios, todo en medio de un verdor que no ha sido desplazado por la mano del hombre. A este escenario se suma el río Paraguay, el cauce hídrico que divide al país en dos regiones.

El Casco Antiguo, saturado de oficinas, despierta a las 06:30 con el transitar incesante de autobuses y vehículos. Alrededor de las 07:00, la gente llega a sus puestos de trabajo con el tradicional tereré en mano, una infusión fría de yerba mate que aplaca la sed y que, ya fuera del horario de trabajo, es la excusa ideal para una charla entre amigos.

«El centro es ideal para recorrer un viernes agitado o durante la tranquilidad de un sábado de tarde, porque mezcla lo rústico, lo moderno y lo natural», señala Juan Martínez, de 28 años, un administrador de empresas que trabaja allí desde 2006 y que está habituado a ese bullir diario que se transforma en calma el fin de semana.

La capital se extiende más allá del Casco Antiguo y encontró en el barrio Villa Morra un rostro renovado en el que convergen historia, modernidad y vanguardia. Lujosas residencias, centros comerciales, restaurantes y bancos dan vida a un barrio que tampoco duerme por sus discotecas y pubs.

Más allá de la capital

El potencial turístico de Paraguay no acaba en Asunción y el interior tiene mucho que ofrecer, como la Reserva Natural del Bosque del Mbaracayú, situada 375 kilómetros al noroeste de la capital, en el departamento de Canindeyú. Administrada por la Fundación «Moisés Bertoni», una organización sin fines de lucro, la reserva acoge 400 especies de aves y 89 especies de mamíferos.

Un viaje en canoa por el río Jejuí, contemplar la cordillera del Mbaracajú durante el día y observar los astros durante la noche cautivan a todo visitante. Aunque la mayor atracción es el Salto Karapá, que con sus cascadas llama a los más valientes a un descenso de 50 metros en rapel.

Para los paraguayos, la ecoaventura se traduce en una sola palabra: Mbatovi, un área protegida situada 72 kilómetros al suroeste de Asunción, en plena cordillera de los Altos. Lejos del ruido de la ciudad, sus cascadas y manantiales hacen que más de uno al regresar asegure: «Ahí se respira naturaleza». En medio de sus bosques, en el horizonte se traza una vista de los cerros de Paraguarí, un departamento destacado por paisajes irrepetibles.

País bendecido por la Naturaleza

Arena blanca y aguas cristalinas forman una imagen de postal en Laguna Blanca, un lugar que ratifica el dicho popular que afirma que «Paraguay es un país bendecido por la naturaleza». Situado 300 kilómetros al norte de Asunción, este rancho es perfecto para pasar un fin de semana jugando voleibol o remando a bordo de un kajak. Algunos visitantes prefieren pescar, otros practicar snorkeling, tomar un baño o simplemente admirar la puesta del sol.

Declarada como área silvestre protegida bajo dominio privado, Laguna Blanca invita a una caminata para descubrir el ecosistema y a aprovechar el tiempo para un safari fotográfico.

Más allá de la naturaleza, el país guarda tesoros que marcaron hitos en su historia. Uno de ellos se encuentra en el departamento de Itapúa, en el sur del país. Son las Ruinas Jesuíticas de Jesús y Trinidad, que datan de poco después del año 1600 y reflejan parte del trabajo realizado por las misiones jesuíticas con los nativos durante la colonización.

San Cosme y Damián, distante algo más de 300 kilómetros de la capital, suele ser una de las favoritas. Su iglesia, sus imágenes en madera policromadas, su reloj de sol y su centro astronómico «Buenaventura Suárez» son sólo algunos de sus tesoros. La arquitectura de este Patrimonio Histórico de la Humanidad atrae constantemente a extranjeros ávidos de conocimiento.

Tesoro latinoamericano

Un día basta para notar la manera en que los paraguayos están arraigados a sus costumbres, su danza, música -la polka y guarania-, sus fiestas populares y religiosas como el San Juan -celebrado cada 24 de junio- o la peregrinación en honor a la Virgen de Caacupé, cada 8 de diciembre.

Y las tradiciones también incluyen una gastronomía que será difícil resistir por el aroma y sabor de la «sopa paraguaya» -un pastel de harina de maíz, queso y cebolla-, el «chipa guasú» -hecho en base a maíz dulce- o el afamado «asado» -churrasco- que se se sirve normalmente con yuca.

Todo esto es Paraguay, un país que combina cultura e historia, en medio de un encanto natural y una nación jovial.

 

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