HÁBITAT Y MEDIO AMBIENTE
Un sendero para cruzar Brasil de punta a punta y rescatar el Bosque Atlántico
La iniciativa, lanzada por los ministerios de Medio Ambiente y Turismo en octubre de 2018 y en la que participan otras agencias estatales y organizaciones ecologistas, ya está en marcha, pero podría llevar años completarla.
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Publicado el 19 de agosto de 2019
Luiz Pedreira camina con otros excursionistas bajo las espesas copas del Bosque Atlántico de Brasil, donde se están uniendo tramos de caminos que permitan ir andando por un único sendero de 8.000 kilómetros de una punta a otra de este gigantesco país. «Si no conoces algo, no lo valoras«, dice Pedreira, quien espera que la creación de uno de los senderos más largos del mundo ayude a tomar conciencia de la fragilidad de la «mata atlántica», como se le denomina en Brasil, devastada durante siglos por madereros y agricultores y sometida ahora a la presión de los proyectos de desarrollo del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
Inspirado en pistas de larga distancia como el Gran Sendero de 24.000 kilómetros de Canadá, el proyecto conectará caminos desde la ciudad sureña de Chui, en la frontera con Uruguay, hasta Oiapoque, en su frontera norte con la Guayana Francesa. El resultado será un corredor costero continuo para humanos y animales. La iniciativa, lanzada por los ministerios de Medio Ambiente y Turismo en octubre de 2018 y en la que participan otras agencias estatales y organizaciones ecologistas, ya está en marcha, pero podría llevar años completarla. «Permite que las personas se conecten con el bosque«, dice Pedreira mientras se encuentra cerca de un acantilado que ofrece vistas de 180 grados de las montañas boscosas y monolitos de granito que dividen los barrios de Rio de Janeiro. «Si siempre estás en el bosque, lo valorarás más«.
Clasificado por WWF como el segundo ecosistema más diverso del planeta después del Amazonas, el Bosque Atlántico alberga miles de especies de plantas y animales. Cuando los portugueses llegaron a estas tierras a principios del siglo XVI, el bosque cubría más de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, casi el doble de la superficie de un país como Francia. Desde entonces, casi el 90% del área ha desaparecido, destruido a lo largo de los siglos para dar paso a cafetales, campos de caña de azúcar, minas, tierras de pastoreo o para la construcción de ciudades.
Si bien la tasa de deforestación se desaceleró en los últimos años, según la Fundación SOS Mata Atlantica, existe el temor de que la retórica antiambiental de Bolsonaro revierta esa tendencia. De acuerdo al Instituto de Investigaciones Espaciales (INPE), la deforestación en la Amazonía, una selva tropical considerada crucial para mantener controlado el cambio climático, aumentó un 278% interanual en julio.
Ese dato sigue a un aumento del 90% en junio en comparación con el mismo mes del año anterior, cifra que Bolsonaro calificó de «mentirosa» y que provocó el reciente despido del jefe del INPE. «Lamentablemente, este gobierno no es muy bueno para el medio ambiente«, dice Yves Lahure, un empresario francés que reside en Rio, después de terminar una caminata de seis horas por un sendero que formará parte de la pista de 8.000 km Chui-Oiapoque.
Pero la historia muestra que el bosque puede renacer
Gran parte de la mata atlántica que ahora rodea Rio había sido talada para dar lugar a cafetales en el siglo XIX, dice Horacio Ragucci, presidente del Centro de Excursionistas de Brasil, mientras dirige a un grupo a lo largo de un camino de tierra trazado por esclavos. Una crisis del agua llevó al emperador brasileño Pedro II a ordenar en 1861 la reforestación del área, creando lo que hoy es el Parque Nacional de Tijuca.
Ragucci dice que la cantidad de visitantes ha aumentado en los últimos 10 años, muchos movidos por el deseo de tomarse una selfi desde un lugar pintoresco. «Hoy los grupos se dan cita en Facebook y reúnen a 50 personas para hacer un recorrido», dice Ragucci. Las autoridades de Brasil esperan que la ruta atraiga a más turistas extranjeros, para generar ingresos y empleos muy necesarios en momentos de fuerte desocupación.
«Si bien Estados Unidos recibe 307 millones de visitantes y gana 17.000 millones de dólares de sus parques cada año, Brasil recibe poco más de 10 millones de visitantes y gana 2.000 millones de reales (500 millones de dólares)», lamenta el exministro de Turismo Vinicius Lummertz. «Estos datos no tienen sentido, debemos tomar medidas», señala. El trazado del sendero aún se está finalizando, ya que las autoridades intentan persuadir a los propietarios privados que permitan que los excursionistas, corredores y ciclistas de montaña pasen por sus tierras.
«Deleitarse»
«Si pudiera hacerlo todas las semanas, lo haría», dice Andreza Albuquerque, mientras descansa tras una caminata junto a un grupo de excursionistas y contempla la ciudad en expansión y el océano Atlántico. Hace casi 200 años el naturalista Charles Darwin expresó sentimientos similares después de visitar el Bosque Atlántico. «La palabra delicioso es harto débil para expresar los sentimientos de un naturalista que por vez primera ha vagado solo en un bosque brasileño», escribió en su diario en 1832 el autor de «El origen de las especies».
Lahure dice que apoya la idea de un sendero transbrasileño, aunque le preocupa que el bosque algún día pueda atraer a demasiados amantes de la naturaleza. «Tenemos una ciudad de seis millones de personas», comenta, refiriéndose a Rio. «Si todos vienen al bosque de Tijuca, estará liquidado».
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AFP/DS