El castillo de Neuschwanstein, el fantástico sueño inconcluso de un «Rey Loco», cumplió 150 años

Por Darío Silva D’Andrea Desde la misteriosa muerte de Luis II de Baviera hasta hoy, la magnífica construcción recibió alrededor de 69 millones de visitantes.

Diseñado por el propio rey Luis II de Baviera con ayuda de un escenógrafo, el impresionante Castillo de Neuschwanstein empezó a construirse en 1869 y a la muerte del rey, en 1886, aún no estaba terminado. FOTOS: PIXABAY [ Ver fotogalería ]

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Diseñado por el propio rey Luis II de Baviera con ayuda de un escenógrafo, el impresionante Castillo de Neuschwanstein empezó a construirse en 1869 y a la muerte del rey, en 1886, aún no estaba terminado. El castillo es un fiel reflejo de la imaginación de Luis II, “una pura fantasía romántica de un castillo medieval idealizado” en un paraje natural idílico entre las montañas de Pöllat y los lagos Alpsee y Schwan. Pero aunque el “Rey Loco” concibió este castillo como un paraíso terrenal donde cobrarían vida los sueños románticos de las óperas de Wagner y las historias épicas germánicas el monarca era un hombre con los pies en la tierra, y deseaba habitar en un castillo cómodo, confortable, tecnológico y moderno. Es una pena que nunca haya llegado a habitar en él.

Ubicado en la cima de una montaña al pie de los Alpes bávaros, en el idílico paisaje prealpino de Algovia, Neuschwanstein parece casi irreal, como salido de un cuento de hadas. El origen y la cronología del monumento más visitado de Alemania están directamente relacionados con la vida y muerte de su constructor, el rey Luis II (1846-1886). A la muerte de su padre, Luis II se convirtió en rey de Baviera a la edad de 18 años. El joven heredero al trono no tenía experiencia, ni en la vida ni en la política: los asuntos de gobierno estaban en manos de su Gabinete y, según los historiadores, sus propios ministros eran sus principales opositores.

En 1866, el ejército bávaro, en alianza con Austria, perdió la batalla de Sadowa, una contienda decisiva en la Guerra de las Siete Semanas entre el imperio austríaco y la expansionista Prusia del canciller Otto von Bismarck. Su desenlace consolidó la hegemonía prusiana. Se dice que Luis II calificó la derrota de fracaso personal. Para huir de su desdichada realidad, el rey comenzó a buscar refugio en un mundo de fantasía y ensueño. Los testigos contemporáneos lo calificaron de “excéntrico”, otros pensaron que estaba loco.

Su visión de un magnífico castillo sobre la garganta del río Pöllat también sonaba a locura. Luis II había pasado los veranos de su infancia en el castillo de Hohenschwangau, y la montaña con las ruinas de una antigua torre fortificada que se divisaban desde la residencia familiar ya habían atraído su atención de niño. En una carta al compositor Richard Wagner, al que le unía una gran amistad, escribió que quería construir sobre el desfiladero de la montaña un edificio “al estilo genuino de los castillos medievales de los caballeros alemanes” y que esperaba poder habitar allí en tres años.

Los decorados de las sagas musicales de Richard Wagner y el castillo de Wartburg, cerca de la ciudad de Eisenach, en Turingia, sirvieron de inspiración para el romántico castillo. Una vez rebajada con dinamita la cima de la montaña, se colocó el 5 de septiembre de 1869 la primera piedra. Desde la base hasta la punta de la torre, el castillo estaba equipado con la técnica más moderna de la época. Durante su construcción trabajaron 300 artesanos día y noche durante más de 20 años. Para su construcción se utilizaron 465 toneladas de mármol, 1.550 toneladas de piedras, 400.000 ladrillos, 3.600 m3 de arena, 600 toneladas de cemento, 2.000 m3 de madera.

Luis II era un hombre con los pies en la tierra, y deseaba habitar en un castillo cómodo, confortable, tecnológico y moderno. “Gran glotón, sobre todo en sus últimos años”, escribe el historiador Jean des Cars, “Luis II hizo instalar dos asadores automáticos, uno para carnes rojas y otro para las aves. Al subir el calor, el fuego hace girar una turbina que anima los asadores. Esta invención ‘moderna’ es, sin embargo la obra de un genio que vivía en el siglo XV, Leonardo Da Vinci. Otra astucia técnica: el calientaplatos. El humo de la gran estufa, evacuado por abajo, pasa detrás del muro de la chimenea. La vajilla que se amontona allí queda entonces calentada…”

Otro historiador destaca además que la comida era llevada en un moderno ascensor desde la cocina hasta la alcoba real, tres pisos más arriba, y que el castillo tenía un acuario para que el rey pudiera comer pescado fresco. La calefacción era proporcionada por un sistema de tuberías que en invierno soplaba aire caliente en las habitaciones, mientras el castillo disponía además de agua corriente caliente y descarga automática de los inodoros.

El mágico palacio de estilo neorrománico se convirtió en antítesis de la revolución industrial y al mismo tiempo en símbolo de la perdición de Luis II. Desde la puerta fortificada, cuyo piso superior le serviría de vivienda durante años, el rey pudo observar los trabajos de construcción al mismo tiempo que, según fuentes de la época, crecían sus caprichos y demandas. Las suntuosas salas ostentan piedras preciosas, oro refulgente y coloridas vidrieras. Las pinturas murales se inspiraron en las óperas de Richard Wagner y contienen escenas de Lohengrin y Parsifal pobladas de caballeros y santos. A medida que avanzaba la construcción, la fachada exterior de piedra caliza blanca del castillo se asemejaba cada vez más a un cisne extendiendo su esbelto cuello lentamente hacia arriba.

Los costos finales de construcción de Neuschwanstein ascendieron al doble del presupuesto original: hasta la muerte del rey una suma equivalente a más de 100 millones de euros (111 millones de dólares). Un año después del inicio de la construcción, el conde von Holnstein, asesor de Luis II, envió a Bismarck un telegrama con una petición que le ofrecería al primer ministro y canciller prusiano una excelente oportunidad para negociar la unidad alemana y la adhesión de Baviera al Imperio Alemán.

Así rezaba la misiva: “Altamente confidencial. El rey de Baviera ha incurrido en aprietos financieros con la construcción de edificios y teatros. Seis millones de florines serían una suma satisfactoria, a condición de que no llegue a conocimiento de los ministros. Por este monto también decidiría acerca de la Proclamación del Imperio Alemán[…]”. Luis II nunca llegó a ver terminado su Neuschwanstein. En junio de 1886, el rey murió en extrañas circunstancias, probablemente ahogado en el lago de Starnberg.

Poco antes, el gobierno bávaro había declarado su incapacidad para gobernar y obligado al monarca a abandonar el castillo de Neuschwanstein aludiendo una supuesta enfermedad mental. Seis semanas después de la muerte del “rey loco”, su familia abrió las puertas del castillo al público, convirtiéndose éste rápidamente en un gran reclamo turístico. Neuschwanstein se terminó de construir en 1892 de forma simplificada. Lo que una vez fuese el retiro de un tímido rey es ahora el destino de millones de turistas de todo el mundo. El edificio más fotografiado de Alemania recibe una media de 7.000 personas al día, cada cinco minutos entra un nuevo grupo en las salas diseñadas por Luis II. Hasta la fecha, el castillo recibió a lo largo de su historia alrededor de 69 millones de visitantes.

(Con información de dpa)

 

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