Uruguay: una moneda virtual busca quitar el plástico de la playa en Piriápolis

Los «plasticoins» se pueden canjear, por ejemplo, por un voucher para ordenar una pizza con 50% de descuento.

Durante la temporada de verano, Piriápolis y su área de influencia recibe alrededor de 250.000 turistas extranjeros. FOTO: AFP [ Ver fotogalería ]

Ficha

Publicado el 4 de enero de 2020

En Piriápolis, balneario en la costa de Uruguay, un emprendimiento busca eliminar el plástico de la playa incentivando a quienes lo recojan, limpien y compacten, mediante pago en una moneda virtual que otorga descuentos y sirve también para comprar algunos productos. «Nuestra misión es cuidar la playa», explicó Juan Rivero, de 34 años, analista en telecomunicaciones y surfista, uno de los responsables del proyecto, junto a Nicole Wyaux, de 32, diseñadora industrial.

Un día de enero de calor sofocante, en el punto de acopio que está frente a una tienda en pleno centro del balneario, Rivero y Wyaux reciben a la gente que llega con bolsas, pesan el material con sus balanzas digitales colgantes y lo depositan en un contenedor de fabricación casera. Todo el proceso parece muy artesanal. Los usuarios que se registran a través de la web quedan habilitados para depositar plásticos en los tres centros de acopio con los que cuenta por ahora Plasticoin, nombre del proyecto y de la divisa, y empezar a acumular esta moneda.

El depósito mínimo es 1 kg de plástico, que se retribuye con 100 plasticoins si se trata de residuos domésticos, 200 para plástico retirado de la playa y 400 por microplásticos, fragmentos de 0,5 cm o menos. Esos plasticoins se pueden canjear, por ejemplo, por un voucher para ordenar una pizza con 50% de descuento en un restaurante que participa del programa, lo que podría significar un ahorro de 4 dólares en un plato que en la carta cuesta unos 8 dólares.

También se accede a descuentos en tiendas de ropa, peluquerías, heladerías, clases de surf y hasta una inmobiliaria, además de la posibilidad de comprar determinados productos. «Reciclar es interesante, por uno mismo, por los hijos y por los nietos», dice Graciela Martínez, usuaria registrada de 50 años. «Yo reciclo todo, a mí no me da vergüenza», agrega.

Problema global, solución local

Cuando el empresario Francisco Piria fundó este balneario en 1893 en plena «Belle Epoque», inspirado en lugares como Biarritz o Niza, el mundo no conocía los plásticos. Hoy, según datos de ONU Medio Ambiente, hasta 13 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos cada año.

Durante la temporada de verano, Piriápolis y su área de influencia recibe alrededor de 250.000 turistas extranjeros, además del turismo interno que se acerca a estas costas del Río de la Plata, una zona de playas tranquilas de arena blanca a unos 100 km de Montevideo. «Toda la basura que está en el agua viene porque hay una mala gestión. Si nosotros actuamos bien, el plástico no llega a la playa», dice Wyaux.

Cuando Plasticoin comenzó a funcionar a principios de enero, gracias a un fondo de 5.000 dólares de una agencia gubernamental de desarrollo, esperaban llegar en cuatro meses a 140 usuarios, pero en solo 18 días consiguieron cerca de 1.000 usuarios.

«Mares limpios»

Para el alcalde del balneario, Mario Invernizzi, quien este año culminará su segundo período en el cargo, la iniciativa ha sido recibida «de brazos abiertos», porque «se complementa con el acopio de los plásticos» en los que ya están trabajando los municipios del departamento de Maldonado.

Invernizzi subraya que Piriápolis fue el primer municipio en Uruguay en sumarse a la campaña de ONU «Mares limpios», que desde 2017 promueve el trabajo de las comunidades contra la contaminación por plásticos, y han oficializado a Plasticoin como parte de las acciones locales de ese programa.

Vicki Crook, una bióloga marina inglesa de 42 años que reside en el balneario, realizó para una oenegé local en 2018 una investigación sobre la basura en la vecina playa de Punta Colorada. Encontró que la mayoría de los residuos eran basura doméstica, y 90% era plástico. Para ella, el asunto «no es tan simple» de resolver. «Es un problema internacional, compartimos aguas todos», dice. 

Según Federico Baráibar, director ejecutivo de Cempre, una asociación civil sin fines de lucro especializada en reciclaje, en Uruguay, un país de 3,4 millones de habitantes, se recupera 35% del PET que se comercializa, pero el alto nivel de informalidad determina que de ese porcentaje solo 12% llegue a las plantas de transformación.

Gustavo Abiega, de 43 años, trabaja en el local donde funciona uno de los centros de acopio. Ostenta con orgullo ser uno de los primeros usuarios de Plasticoin. «Lo menos que me interesa es la moneda virtual», dice, aunque reconoce que cambió cuatro productos de limpieza por 600 plasticoins. «Me interesa que las cosas queden en su lugar. Paso en la playa, la playa es parte de mi vida».

AFP/DS

 

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