Antes víctima de multitudes, Venecia se queja de la escasez de turistas tras gran inundación

La situación es bastante contradictoria: la ciudad italiana que sufre como ninguna otra del «exceso de turismo» de repente comenzó a añorar a los visitantes.

Góndolas frente a la Plaza de San Marcos en Venecia. Tres meses después de la dramática inundación, la ciudad se queja de que hay muy pocos visitantes. Foto: Annette Reuther/dpa [ Ver fotogalería ]

Ficha

(21/02/2020) En el oscuro pasaje que conduce hacia el subsuelo de la basílica de San Marcos el aire es húmedo y huele a moho. Pierpaolo Campostrini roza las paredes con la mano, tritura unas cuantas piedrecillas con los dedos y se las lleva a la boca: «Saben a sal».

Campostrini es el procurador responsable de la preservación y mantenimiento de la basílica de San Marcos en Venecia. En la cripta del principal templo católico de la ciudad, el ingeniero señala una pequeña ventana enrejada: «Por aquí entró el agua, parecía un río».

El 12 de noviembre del año pasado, Venecia se vio afectada por una histórica «acqua alta» (marea alta), la peor inundación en más de 50 años. La ciudad, reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, quedó sepultada bajo el agua.

Su edificio más emblemático, la basílica de San Marcos, sufrió daños irreversibles. El agua salada inundó la cripta y penetró en las paredes; la humedad se extendió hasta los mosaicos del techo. «El muro parecía llorar», recuerda Campostrini.

Tres meses más tarde, los daños ya no son visibles, pero el enemigo acecha en los muros. El agua se evapora y desaparece, pero la sal permanece y lentamente descompone las paredes y el mármol. «En un terremoto se ve el daño inmediatamente, pero estos son daños ocultos. Es como si de repente San Marcos hubiera envejecido 50 años», lamenta Campostrini.

El procurador explica que lo que más perjuicios causa es la frecuencia con la que se produjeron las últimas inundaciones. Por esta razón, la basílica será «cercada» a principios del verano boreal con una barrera de vidrio a la altura de la cintura.

La luz dorada de la tarde atraviesa los vitrales de la catedral. En la Plaza de San Marcos comenzaron los preparativos para uno de los eventos del Carnaval, que comienza con una procesión de góndolas.

El Carnaval de Venecia es uno de los eventos festivos más famosos del mundo y una de las atracciones turísticas más importantes de la ciudad. Pero esta vez es diferente: al contrario de otros años, la ciudad no está abarrotada.

«Tuvimos un diciembre catastrófico, con una pequeña recuperación alrededor de Año Nuevo», comenta Paola Mar, delegada de Turismo de la ciudad. Mar estima que vendrán más visitantes durante las dos semanas de celebraciones del Carnaval, que se prolongan hasta el 25 de febrero, «pero en marzo el flujo de turistas volverá a disminuir».

Desde que comenzó la propagación del coronavirus, en la ciudad también se siente la disminución de turistas provenientes de China, pero Mar explica que este no es el factor decisivo, ya que la mayoría de los visitantes de Venecia vienen de Estados Unidos y Europa.

Mar está convencida de que la causa de la escasez de turistas fueron las noticias falsas (fake news) vinculadas con la marea alta: «En la India, hubo quienes pensaban que las inundaciones habían causado 250 muertes». Y añade que otros creían que la ciudad había estado continuamente bajo agua, siendo que en realidad la marea retrocedió después de unas horas.

Los hoteleros hablan de una «psicosis» de turistas aterrorizados, y cuentan de gente que llamaba y preguntaba si podían venir con sus hijos o si era demasiado peligroso.

Mar explica que, el 12 de noviembre, el agua llegó a 1,87 metros por encima del nivel de la marea normal, pero que eso no significa que estuviera a 1,87 metros de altura en las calles y que la gente se estuviera ahogando. La delegada aclara asimismo que, con un nivel de marea de 1,87 metros, a un adulto que se encuentra en la Plaza San Marcos —el punto más bajo de Venecia— el agua le llega aproximadamente hasta la cadera.

La asociación hotelera de Venecia se queja de que las imágenes de la inundación crearon la impresión equivocada de que toda la ciudad quedó destruida, y que por ese motivo las reservas cayeron dramáticamente. Los museos venecianos, incluyendo el Palacio Ducal, también notaron un declive.

La ciudad estima los daños causados por la marea alta en más de mil millones de euros (aproximadamente 1.085 mil millones de dólares). Restaurantes, cafés, bares, museos y hoteles, sin embargo, volvieron a abrir sus puertas después de pocos días.

La situación es bastante contradictoria: Venecia, una ciudad que sufre como ninguna otra del «exceso de turismo», de repente comenzó a añorar a los visitantes. Las autoridades locales y los hoteleros piden a los periodistas extranjeros que aclaren la información errónea sobre una ciudad supuestamente destruida.

El alcalde veneciano, Luigi Brugnaro, habla sin cesar de la belleza de Venecia. «Muchos piensan que todavía estamos bajo el agua, pero Venecia está ahora más hermosa que nunca», enfatiza. Y explica el porqué: los visitantes tienen la oportunidad de disfrutar una ciudad que no está abarrotada de turistas y, además, con habitaciones de hotel disponibles: «Se puede reservar un hotel incluso de manera espontánea, lo que normalmente no es posible».

El mismo alcalde que ahora corteja a los turistas se cansó de advertir contra los perjuicios del turismo de masas. A partir de julio, los turistas que quieran visitar la ciudad sin pernoctar en ella deberán pagar una tasa de acceso: «La tasa sólo es válida para aquellos que no pasan la noche aquí», explica Brugnaro, argumentando que estos llenan sus mochilas con comida, agua y pañales para los bebés y no gastan dinero en la ciudad. La entrada costará de tres a diez euros, dependiendo de la temporada.

Claro que no todos los venecianos piden más turistas. El resto de los ciudadanos está simplemente feliz de poder disfrutar de un poco de paz y tranquilidad —y reflexionar sobre lo que hay más allá del turismo, sobre la posibilidad de volver a vivir en su centro histórico y, ante todo, sobre cómo proteger su patrimonio mundial de una nueva inundación—.

(Annette Reuther / dpa)

 

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