OMÁN / ORIENTE MEDIO

La tierra del incienso y Simbad el Marino

Sus exuberantes playas la convierten en uno de los destinos más importantes durante los próximos años. Fotos

La costa de Omán en la localidad de Sur. Foto: María Luz Climent Mascarell / dpa [ Ver fotogalería ]

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Por María Luz Climent Mascarell (dpa)

Omán mira al mar. Cientos de kilómetros de costa, atrapada entre la cadena montañosa de Hayar y acariciada por las tranquilas aguas del golfo de Omán y el mar Arábigo, han hecho de esta nación un país de marineros, aun cuando el desierto ocupe gran parte de su territorio.

La exuberancia que fluye del petrodólar en algunos emiratos vecinos ha hecho pasar a un discreto segundo plano a este territorio situado en un rincón de la península Arábiga, pero sus escarpadas costas y amplias playas convierten al país en uno de los destinos turísticos más importantes a tener en cuenta durante los próximos años.

El gobierno, dirigido con mano paternalista y firme por el sultán Qaboos bin Said desde hace 40 años, parece que tuvo claro desde el principio que no iba a abrir sus puertas a todo tipo de visitantes. Su objetivo es claro: atraer un turismo selecto.

De ahí que el sultanato, con poco más de tres millones de habitantes, albergue uno de los hoteles que durante años ha estado considerado entre los más lujosos de la península arábiga, el Al Bustan Palace, que bien merece una visita. Encajado entre los acantilados próximos al área más antigua de la capital, Mascate, el propio sultán tiene la última planta permanentemente reservada y siempre a su disposición, a pesar de que su palacio residencial tan sólo dista unos pocos kilómetros. Todo un lujo propio de un cuento de «Las mil y una noches».

Omán cuenta de hecho con un capítulo propio entre los maravillosos relatos de la princesa Sherezade, el de Simbad el Marino. En la ciudad de Sohar, ubicada a unos 100 kilómetros al norte de Mascate, se puede encontrar incluso una estatua dedicada a este personaje nacido de la literatura, aunque los omaníes dan por cierto que Simbad, el intrépido marino que cruzó el Índico, era de esta localidad de centenaria tradición portuaria y donde ya 2.000 años antes de Cristo se fundía cobre y se exportaba a Mesopotamia.

Hay constancia de que en el siglo VIII las embarcaciones omaníes navegaban por el Índico hasta llegar a China, estableciendo lazos comerciales con todo el sur de Asia, sobre todo por las entonces tan cotizadas especias y cerámica china. Omán era ya entonces conocido sobre todo por su incienso, que se extrae de un árbol que sólo crece en el sur del país, lindando con Yemen. La «boswelia sacra», el árbol del incienso, apenas se puede encontrar en algunos lugares de Etiopía, Somalia e India.

En la actualidad el incienso, que para muchos cristianos evoca de inmediato los oficios religiosos, se sigue quemando en muchos hogares omaníes y es frecuente olerlo en el zoco, el corazón social y del intercambio comercial en Omán, aunque en la capital está comenzando a quedar desplazado por los grandes centros comerciales.

Los omaníes guardaron durante siglos celosamente el secreto de cómo navegar por el Índico aprovechando los monzones, lo que les llevó a contar con un gran imperio con territorios en ultramar, en la costa de África, y a establecer beneficiosos lazos comerciales con India.

Desde hace más de 200 años una amplia comunidad de indios, sobre todo de la sureña Kerala, se ha establecido en Omán, donde convive en armonía con la población árabe con la que comparte religión, el Islam. Es palpable además una menor rigidez en las convenciones sociales marcadas por la fe sobre todo si se compara con la ortodoxia musulmana de los vecinos de Arabia Saudí, por ejemplo. Los omaníes son ibadíes, una secta del Islam que se distingue por su austeridad y pragmatismo a la hora de interpretar la religión, así como por su tolerancia.

La comunidad india se dedica sobre todo al comercio y su presencia destaca en Mascate, una ciudad obligada por la orografía a estar dividida en barrios, levantados en su mayoría en las últimas décadas y conectados por un «scalextric» de autovías que inevitablemente recuerdan a Los Angeles.

Los escarpados montes donde los pequeños y raros arbustos pelean por sobrevivir contrastan radicalmente con las amplias aceras de verde césped y coloridas petunias que bordean las autovías urbanas, a pesar de que las temperaturas superen tranquilamente los 40 grados centígrados en verano. Aprovechando uno de estos montes hay incluso hasta una cascada artificial en pleno trazado urbano.

En la capital, donde no se ha querido construir ninguno de esos rascacielos que tanta admiración despiertan en la vecina Dubai, se percibe que hubo una apuesta decidida por crear una ciudad con cierta armonía arquitectónica y resulta difícil encontrar algún despropósito urbanístico.

Tal vez Mascate no figure entre los atractivos turísticos del país como sí ocurre con la fortaleza de Nizwa, los fiordos de la península de Musandam o el oasis de Yebel Shams, pero la lonja de pescado en la capital es un espectáculo a primera hora del viernes, el día festivo de los musulmanes.

Los hombres omaníes (que se encargan de hacer la compra) acuden con sus blancas, impecablemente planchadas e impolutas «disdashas» (una especie de chilaba que cubre por entero su cuerpo), tocadas por una «faruja» (una borla que se perfuma). Tradicionalmente no se suelen emplear perfumes mezclados con alcohol, sino que se recurre a fragancias naturales como el almizcle o las resinas aromáticas. Omán, además de ser la patria de Simbad el Marino, es también el país de los hombres perfumados.

 

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2 Comentarios en “La tierra del incienso y Simbad el Marino

  1. Estuve Oman, en el mes de diciembre de 2013, es un país maravilloso! Estuve recorriendo cuatro dias, fue extraordinario. Muy hermoso ver los hombres haciendo las compras. Elena Franco.

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