ESCOCIA / REINO UNIDO

Paseando en la soledad de las Highlands escocesas

«Nunca atravesé una soledad mayor», escribió el autor alemán Theodor Fontane sobre su viaje en 1858.

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Texto y fotos: Patrizia Schlosser (dpa)

Inmóvil, el gato montés mira con sus ojos amarillo-verdosos a través de las hojas del arbusto en el que se esconde. Solo está a gusto en la quietud, que encuentra en los bosques nudosos de pinos de las Highlands escocesas. Y aún así, poder ver uno es casi imposible.

«Es más fácil encontrar un tigre en Siberia. Hay más», explica Douglas Richardson, guardia forestal. En ese momento su walkie talkie hace ruido y el gato se alarma: su cola atigrada marrón y negra se mueve y al segundo siguiente ha desaparecido.

Con sus espesas cejas y su barba gris, Richardson, de 53 años, ha trabajado en parques naturales y zoos de todo el mundo, pero tras estancias en Canadá y Singapur, ha vuelto a su patria, donde piensa quedarse.

Su lugar de trabajo queda en el sur de las Highlands (Tierras Altas), en la zona de Cairngorm Mountains, un paisaje de verdes valles y montañas bastas. Con sus 4.528 kilómetros cuadrados, este parque natural es el más grande de Reino Unido y allí se encuentran algunas de las montañas más altas de las islas británicas.

Kincraig, un pueblo de 500 habitantes a los pies de Am Monadh Ruadh, las montañas rojas, como se llaman en galés las Cairngorm Mountains, está a casi cuatro horas en autobús de Edimburgo. Cuanto más se acerca el bus a Kincraig, menos viajeros quedan. «¿Kincraig? ¿qué va a hacer usted allí?», le dice en broma el conductor a un turista cuando llegan.

En los oscuros bosques que rodean el pueblo, con sus abedules pintados de blanco y negro y sus pinos viven urogallos, ardillas y ciervos rojos. También es el hogar del piquituerto escocés (Loxia scotica), una pequeña ave perteneciente a la familia de los Fringillidae que solo vive aquí.

Pese a todo, no se puede hablar precisamente de un lugar «salvaje». Porque hay presencia humana, el público típico de una zona de descanso natural: gente haciendo jogging en los senderos del bosque, familias que hacen picnics y dueños de perros que los pasean. Un sitio idílico, pero no salvaje.

El Highland Wildlife Park, ubicado cerca de Kincraig, refuerza esa sensación. Se trata de un zoo que con los animales locales no atraía suficientes visitantes, por lo que se trajeron otros que viven en regiones con un clima similar: osos polares, tigres siberianos y cabras montesas chinas son los nuevos habitantes de las Highlands.

Por eso, en medio de Escocia es posible oír el rugido de un tigre siberiano mezclado con el grito de un ciervo. «Desde que hay osos polares y eso, los visitantes vienen más», comenta Douglas, quien ve el asunto de una forma pragmática.

«En la Edad de Hielo había aquí osos polares», explica y se encoge de hombros. Ahora el animal está de regreso, de la mano del hombre. Contento, el corpulento oso manipula un juguete de plástico azul en su estanque.

Pero es posible encontrar ese rincón salvaje, aunque lejos del zoo, de los pueblos idílicos como Kincraig, los centros de información, los senderos y estacionamientos, y aparece cuando se recorren las numerosas praderas en las que pastan miles de ovejas.

Quien quiera atravesarlas tiene que abrir una tranquera tras otra y saltar numerosos muros de piedra y alambrados. Detrás de las praderas se alza la falda de una montaña.

Cuanto más alta, más árido se vuelve el paisaje, y más sentido cobran las advertencias de la Oficina de Turismo sobre las inhóspitas montañas de las Highlands. Ya solo se escucha la propia respiración, un par de pinos retorcidos se alzan sobre la montaña y luego ya no hay más que un paisaje desolador que recuerda al Ártico.

Aquí ya no crece ningún árbol ni arbustos y las águilas y otras aves de presa vuelan en círculos sobre las cimas. Las adustas montañas se multiplican como olas en el horizonte, cubiertas únicamente de brezo que les da un tono lila. «Millas y millas de soledad color lavanda», escribió Virginia Woolf en su libreta de apuntes cuando viajó a las Highlands en 1938.

Veranos cortos y frescos y largos inviernos con mucha nieve han modelado las Tierras Altas como una tundra cubierta de musgo. «El clima aquí es impredecible», señala Mike Welding, dueño de un pequeño hotel en Kincraig, que ha sufrido muchas veces las condiciones meteorológicas.

Pero cuando después de una tormenta de pronto aparece la luz entre las nubes y dibuja largas sombras en las montañas, queda al descubierto el encanto de este paisaje. Una belleza áspera, una naturaleza melancólica en el que el caminante puede sentirse solo.

«Nunca atravesé una soledad mayor», escribió el autor alemán Theodor Fontane sobre su viaje de Perth a Inverness en 1858. Y de hecho ninguna region británica permaneció durante tanto tiempo desconocida e inaccesible como las Highlands. «En 1700 en Londres no se sabía más de las Highlands que de Abisinia o Japón«, escribe Peter Sager en su guía de viajes «Escocia».

Los viajeros del siglo XVII no temían solo a los barrancos que debían atravesar, sino también a los habitantes locales. De forma acorde a la naturaleza en la que vivían, los clanes se enfrentaban unos a otros y sobre todo con sus archienemigos, los ingleses.

Pero aunque las Highlands nunca estuvieron muy pobladas, tampoco estaban tan solitarias como ahora, de lo que dan fe las ruinas de casas de piedra abandonadas. Desde mediados del siglo XVIII los terratenientes expulsaron a los pequeños campesinos y arrendatarios para poder usar el terreno para la rentable cría de ovejas.

En este oscuro capítulo de la historia escocesa quedaron deshabitados pueblos enteros y sus habitantes obligados a emigrar a Australia o Norteamérica. Las ruinas, que se encuentran en todas partes, son un recuerdo lúgubre de esa política sistemática de expulsiones de población, llamadas «clearances».

La búsqueda de trabajo y la emigración de los jóvenes a Edimburgo y Glasgow hicieron el resto: hoy el 80 por ciento de la población vive en las ciudades de las Lowlands (Tierras Bajas), en el sur de Escocia. Las Highlands eran y siguen siendo una zona inhóspita y con una seductora belleza salvaje.

 

Más información: www.highlandexperience.com / www.visitscotland.com

 

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