LA SEMANA DE CATAMARCA / NOTA I
Travesía por las huellas de la historia en Catamarca
«Capital Nacional de la Arqueología», es un destino que maravilla con sus paisajes naturales. Fotogalería.
De una riqueza arqueológica sin igual, Catamarca es un sitio donde se conservan en muy buen estado las huellas de un pasado milenario. [ Ver fotogalería ]
Antiguas ciudades, especiales recintos destinados a celebraciones religiosas, fuertes muros, escaleras y figuras de arte rupestre son algunos de los atractivos imperdibles que encontrará en un viaje al interior de la provincia de Catamarca. De una riqueza arqueológica sin igual, es un sitio donde se conservan en muy buen estado las huellas de un pasado milenario, materializado en piedra y barro, donde la magia de los viejos tiempos aún se encuentra latente. Misteriosa y atrapante, ofrece propuestas para todos los gustos.
Historia, identidad y tradición, se conjugan con una gran diversidad de paisajes, entre los que se incluyen frondosas selvas, cadenas montañosas, valles, salares y encantadoras lagunas. Un escenario con destacados recursos que permitieron el desarrollo de un proceso cultural que se remonta a unos 10 mil años atrás. Y que pese a los cambios climáticos, alberga aún testimonios invaluables, que pueden apreciarse en primera persona sin necesidad de ser un especialista.
Considerada Capital Nacional de la Arqueología, fue uno de los primeros asentamientos donde estuvieron los yokaviles de acuerdo a las investigaciones realizadas en los yacimientos ubicados en Pucará del Aconquija, Pucará de La Alumbrera y Ruinas de Coyparcito. Además, son muy importantes los petroglifos del Valle de Antofagasta de la Sierra y las ruinas indígenas en Laguna Blanca, mientras que en las quebradas de El Toro y El Potrero, es posible llegar hasta el Pueblo Perdido de la Quebrada.
Cuevas milenarias
Entre los pueblos de Ancasti e Icaño, a unos 60 kilómetros de la ciudad Capital, las huellas del pasado llevan al viajero a unas antiguas cuevas de arte rupestre pertenecientes a la cultura Aguada reconocidas como La Tunita y La Candelaria.
Se estima que es una etnia aborigen que existió entre los años 300 y 950, adoradora del jaguar, al que le atribuían la representación simbólica del tiempo. Incluso, a esta misma cultura -que los españoles identificaron como diaguita- pertenece también la única pirámide hallada en suelo argentino, por el célebre investigador Alberto Rex González en 1998.
En la primera, los expertos aseveran que yace el reservorio más grande de pinturas rupestres en América Latina. Distante unos 20 kilómetros del departamento de Ancasti, son excepcionales las representaciones de la cosmovisión de esta cultura. En la segunda, algunas de las imágenes son de carácter simbólico religioso, estrechamente ligado a rituales chamánicos y a la legitimación del poder político.
La máquina del tiempo
Para comenzar el circuito por las ciudades más antiguas el viajero puede contratar un guía que organice el itinerario o comenzar a desandar camino con la ayuda de un mapa. Uno de los primeros destinos puede ser Pucará de Aconquija, al que se accede desde el empalme con la RP 62, en el departamento de Andalgalá, después de recorrer unos 17 kilómetros y ascender unos escarpados 300 metros. Luego es preciso rodear unas enormes murallas que superan los cuatro metros y encierran una rica arquitectura incaica.
A unos 4 kilómetros al oeste de la ciudad de San Fernando del Valle, siguiendo la RP 4 se llega hasta el Pueblo Perdido de la Quebrada, un poblado perteneciente a la cultura Aguada, integrado por unos 40 recintos elaborados en barro y piedra. Recuperado del olvido por los arqueólogos, muestra una típica residencia andina, con habitaciones, talleres y corrales habitados por los primeros catamarqueños en los siglos IV y V de la era cristiana. Este lugar fue centro político, artístico y religioso y perduró casi hasta la llegada de los españoles e incluso los incas, que no pudieron someterlos a sus huestes.
En el departamento de Santa María, al sur de los Valles Calchaquíes y a unos 15 kilómetros al sur de Quilmes, los visitantes se encuentran con Fuerte Quemado, unas ruinas de más de 600 años donde sobresale la planificación arquitectónica incaica, pero domina la artesanía local. Resistente a cualquier tipo de restauración, los muros todavía son originales. Por un lado, están las ruinas en los llanos, y por el otro, las que se erigieron sobre los cerros.
Muy cerca, a unos 12 kilómetros de la localidad de San José también pueden recorrerse la Loma Rica de Shiquimil y la Loma Rica de Jujuil. Ya en el departamento de Belén, existe un camino que parte de la RN 40 y llega hasta el pie de la muralla que resguarda el Shincal de Quimivil, sobre un terreno desigual y construcciones en las faldas. Próximo a Londres, la segunda localidad más antigua del país, es un parque monumental construido y habitado por los Incas entre 1470 y 1536.
Paseos imperdibles
Otro de los atractivos que ofrece esta multifacética provincia son los Nevados de Aconquija, en el límite con Tucumán, es una cadena que con un relieve que comienza en los 800 metros y alcanza los 5.000. Ideal para actividades de trekking, mountain bike, travesías y montañismo, el silencio es el protagonista. Y además de su gran valor ecológico que dio origen sobre la ladera oriental al Parque Nacional Los Alisos, cuenta con una reserva arqueológica donde sobreviven las Ruinas de Ciudacita, también conocidas como Pueblo Viejo.
En la ciudad Capital se pueden realizar visitas a importantes museos reconocidos a nivel mundial. El primero es Adán Quiroga (Sarmiento 450), donde recorrer secciones como el Salón Colonial-Histórico; Pinturas Cuzqueñas; y la de arqueología, entre las más importantes por exhibir piezas de cerámica, líticas y óseas milenarias. El segundo, es el Museo del Hombre (Abaucan s/n), albergue de variadas piezas de los grupos Pituiles, Batungastas y Mayupucas, como puntas de proyectil, vasijas, urnas funerarias y dos cuerpos momificados.
Apartados de lujo
La provincia suma alternativas como los túneles de Villa La Merced, el histórico circuito de Los Balcones del Valle, así como ríos y arroyos para caza y pesca, y numerosos diques y embalses como El Jumeal, para actividades náuticas. Imperdible es la Ruta de los Seismiles, un sinuoso camino en ascenso hasta el paso fronterizo San Francisco, con 19 volcanes que crean uno de los escenarios más particulares.
En el Valle de Santa María verá que se extiende como vieja tradición el cultivo de pimientos y sus secaderos de pimentón. Por su clima seco y de gran amplitud térmica, se cultivan nogales y todo tipo de hortalizas. La ciudad también se caracteriza por su gran producción de artesanías, entre las que se destacan los tejidos, la alfarería y las confituras. Se pueden comprar ponchos y mantas de pelo de oveja o alpaca, tapices inspirados en grabados de piezas arqueológicas, piedras semipreciosas como la rodocrosita, arrope y vinos regionales.
Aromas y sabores
La cocina regional es picante pero exquisita, con ingredientes como el choclo o maíz tierno, los ajíes y el charqui de cualquier tipo de carne desgrasado y secado al sol. Entre los platos típicos hay locro, humita, tamales, chanfaina y sopa de quinua. Como postre mazamorra, dulce de cayote y quesillo.
Fuente: Agencia Tur Noticias
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