Pasaporte al mundo nipon

Con trazado de vanguardia, Osaka debería ingresar a la agenda de los viajeros a quienes poco ya sorprende. Fotos

Vertiginosa. Desde tiempos remotos, Osaka ha sido un importante centro comercial. [ Ver fotogalería ]

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Por Ingrid K. Williams (*)

Las moles de concreto y las elevadas autopistas de Osaka nunca harán que la ciudad gane un concurso de belleza urbana. Pero cuando el espíritu de un lugar es cuidado –el concepto de comer hasta quedarse en la quiebra–, la estética no importa mucho.

De hecho, la tercera ciudad de Japón, en tamaño, no se caracteriza por la escasez de buenos sitios para comer: ostenta 108 estrellas Michelin, incluyendo cinco restaurantes con tres estrellas. La festiva y desenvuelta cultura culinaria fácilmente puede aprovecharse en los baratos puestos de comida que se extienden en los bancos del canal Dotonbori. Cuando la abundancia de alimentos resulte excesiva, los museos y parques urbanos de Osaka proveen un bienvenido y necesario respiro.

Primer día: Giro en el cielo

El área alrededor del centro de transporte Meda es un espacio hiperactivo de estaciones de metro y tren, en medio de colosales tiendas departamentales. Para orientarse, nada mejor que ir a la tienda Hep Five y abordar la gigantesca noria roja que gira sobre el edificio de nueve pisos. A más de 114 metros de altura, las góndolas ofrecen tranquilas vistas a la congestión que reina debajo, al nuevo complejo Osaka Station City y al famoso edificio Umeda Sky.

En Dotonbori, área casi completamente peatonal que es centro de la vida nocturna de Osaka, se crea una atmósfera carnavalesca, producto de las marquesinas de neón, gigantescas criaturas con forma de dragones y peces globo que cuelgan de las fachadas y la sucesión de puestos de comidas y restaurantes.

Luego de localizar a los curiosos personajes de la zona, como Kuidaore Taro, el payaso baterista con gafas, entre otros, prémiese con la especialidad gastronómica local, los takoyakis, unas albóndigas fritas de pulpo, que en el restaurante Takoyaki Jyuhachiban son aderezadas con salsa ácida, mayonesa, algas en polvo y escamas de bonito.

Cuando el incesante frenesí de Dotonbori se vuelva abrumador, escápese a Bar Core, que garantiza compañía limitada. El pulido bar, sin sillas, sólo tiene espacio para seis clientes a la vez. Saborear un vaso de whisky japonés de 17 años de añejamiento, el Hibiki, es una excelente alternativa mientras el interminable gentío pasa por afuera.

Segundo día: Arte subterráneo

Despiértese con una dosis impactante de arte en el Museo Nacional de Arte de Osaka (4-2-55 Nakanoshima, Kita-ku), diseñado por el arquitecto argentino César Pelli. El museo es subterráneo y su estructura de vidrio y acero tipo garra es imperdible.

Para el almuerzo, se vuelve tentador el Okonomiyaki, que puede traducirse como “hace lo que quiera’’, una mezcla frita que puede incluir huevos, anguila, pulpo, tocino, camarón, cerdo, cebolla verde, ñame, queso, kimchi. En Mizuno, los comensales pueden ver la hipnotizante preparación de ingredientes. El resultado es delicioso, como lo afirma la fila de gente que espera a que se abra un lugar en la barra.

Independientemente de si busca equipar un restaurante nuevo o actualizar los utensilios de la cocina, la galería de compras de Doguyasuji es el sitio ideal para hacerlo. Los locales de la callejuela están inundados de artículos como tazones para arroz o cuchillos con forma de espadas.

Después de visitar el jardín Namba Parks, descienda por la rampa que envuelve en espiral el acuario Kaiyukan de Osaka, casa de delfines, medusas, un tiburón ballena de más de cuatro metros y otras criaturas del océano Pacífico.

Luego, contemple la escena desde el observatorio del piso 55 de la vecina Torre Cosmo, que depara deslumbrantes vistas de 360 grados hacia el mar y a las destellantes luces de la región Osaka-Kobe.

Kobe no es el único destino de Japón que deja de lado el vegetarianismo. El restaurante Matsusakagyu Yakiniku M incluye una docena de cortes de res, jazz y compartimentos privados para cenar, algunos con puertas corredizas, que crean una atmósfera romántica.

Tercer día: Fideos y béisbol

Para rastrear la devoción nipona por los fideos, visite el Museo de Ramen Instantáneo Momofuku Ando, un entretenido peregrinaje para los amantes de esa comida japonesa elaborada a base de fideos. El estadio Hanshin Koshien es la casa del equipo local de béisbol de Osaka, los Tigres de Hanshin. No se desespere si no juegan allí. También vale la pena visitar el nuevo museo del estadio.

 

(*) The New York Times/Travel. Nota publicada en el Suplemento Turismo del Diario PERFIL el sábado 6 de octubre de 2012

 

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