Un vistazo a las poderosas cataratas Victoria

Su descubridor, David Livingston, dijo en 1855 que es el sitio con las vistas más espectaculares del Continente Africano. Fotos

Por Philipp Laage (dpa)

En los puestos a la entrada del parque natural se venden capas para la lluvia a pesar de que no se otea ni una nube. La flora es de un verde intenso y el sol calienta con una luz brillante. Nada se mueve y el paisaje es plano. ¿Y aquí es donde se supone que hay una catarata gigante?

Hay poco que lo indique, pero si se lanza una piedra caerá por una garganta de 108 metros de profundidad, por el mismo lugar que caen las aguas del río Zambezi, de 1.700 metros de largo. El único indicio de la catarata es el ruido de las aguas.

Pero una vuelta más en el camino y de repente los árboles dan paso a la fantástica vista de las cataratas Victoria.

Más allá de la barrera, el agua cae al precipicio. Las paredes de la garganta descienden en picado y en esta época tienen vegetación abundante. Ambas partes de la garganta están conectadas por el colorido del arcoíris. Depende del ángulo de la luz, incluso hasta se pueden ver dos arcoíris juntos.

Ya sea un mochilero o un turista que llega con su grupo, lo que les trate a esta zona del sur de África, a la frontera entre Zambia y Zimbabwe es un lugar que podría ser el paisaje de cualquier cuadro romántico.

Fue el explorador escocés David Livingston, el primer europeo en descubrir las cataratas en 1855, quien habló del lugar con las vistas más espectaculares de África.

Miles de chispas de agua rompen los haces de luz dejando en suspensión el arcoíris, y conviene contemplar este espectáculo desde diferentes ángulos, uno de ellos debería ser a vista de pájaro.

El avión ultraligeros, en realidad como un parapente con motor, toma vuelo y el piloto comenta que solía pilotar aviones de combate para el Ejército de Zimbabwe, pero ahora se dedica mostrar a turistas las cataratas desde el aire.

Unos 200 metros más abajo discurre el Zambezi, que separa Zimbabwe de Zambia, en las cataratas Victoria, que se ven en su totalidad desde el aire.

Fue el explorador escocés David Livingston, el primer europeo en descubrir las cataratas Victoria en 1855, quien habló del lugar con las vistas más espectaculares de África. Foto: Philipp Laage / dpa

 

El ultraligero sobrevuela después en Zambia el parque nacional Mosi-oa-Tunya, que significa «humo atronador». Cerca de la orilla los elefantes peasean a la luz de la tarde. Desde el aire cuesta reconocerlo, pero se percibe la silueta de un cocodrilo que, cuando se acerca a la orilla, se distingue claramente.

El ultraligero aterriza de nuevo en una pista con numerosos baches, localizada no lejos de Livingstone, en la parte de las cataratas en  Zambia. La mayoría de las excursiones organizadas parten desde allí. En el ciudad hay numerosos bancos y alojamientos, y esa buena infraestructura es precisamente lo que atrae a la gente.

En el Seven Eleven del pueblo de Victoria Falls, justo al otro lado de la frontera, en Zimbabwe, la oferta de productos es más escasa. Pero el sector turístico de la localidad ha ido recuperándose poco a poco de la crisis política en 2008.

Hay algún que otro alojamiento, pero apenas se ve gente en la calle. Con la vista de turista de un día vale la pena aprovechar el tiempo para visitar el parque nacional.

Un avión ultraligero, en realidad como un parapente con motor, toma vuelo y el piloto muestra a turistas las cataratas Victoria desde el aire. Foto: Philipp Laage / dpa

 

Para poder ir allí desde Zambia hay que cruzar el puente de las cataratas Victoria, ubicado a 128 metros sobre el río. A unos escasos centenares de metros se encuentra la entrada del Parque Nacional Cataratas Victoria.

En el aire hay continuamente una bruma por la proximidad a las cataratas, que trae consigo una vegetación tropical. La senda hasta el punto peligroso conduce fuera del bosque hasta un campo. Hay señales que alertan del peligro de la caída de piedras hasta el punto de observación en la próxima garganta.

Entonces, una estruendosa nube de agua vaporizada riega la senda con una fuerza mucho mayor que la lluvia. La vista desde este rincón estremece.

 

 

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