Sensación de frescura sin alejarse de Buenos Aires

Los últimos rayos del verano pueden vivirse en Buenos Aires con la ilusión de estar en una genuina playa atlántica o en medio de la selva.

Buenos Aires puede transformarse en una opción cálida en verano. Foto: PERFIL [ Ver fotogalería ]

Por Florencia Ali Deladino (*)

Buenos Aires puede transformarse en una opción cálida en verano e incluso volverse una ciudad en la que es posible creerse que uno está frente al agua, sentado, descansando bajo el sol o leyendo, como si estuviera frente al mar.

Ni siquiera hay que irse de la ciudad para entrar en el juego de esa ilusión: la alternativa Buenos Aires Playa invita a ello en el norte y en el sur de la ciudad (en Núñez, en el Parque de los Niños, y en el Parque Roca, en Villa Soldati). Y el paisaje que le crearon es similar al de muchos sitios de la costa argentina, pero con el color amarillo como dominador: hay arena, hay reposeras y hay sombrillas en la escenografía porteña diseñada para la ocasión.

La duración es de tres meses (y están abiertas de martes a domingo, de 10 a 20), al igual que el verano, y, claro, aunque en Nuñez el río puede verse, la gente no puede bañarse porque el agua está contaminada. Lo que sí hay en los dos lugares para refrescarse son duchas que ayudan a pasarla mejor ante el calor.

Además, también pueden hacerse actividades playeras porque hay canchas de fútbol y canchas de voley, sectores de lectura. Y espectáculos de magia o bandas que tocan en vivo.

En el Conurbano

Atravesando la General Paz hacia zona norte también hay lugares con el río como compañero de paisaje. En Olivos, partido de Vicente López, el vial costero está preparado para reunir a chicos, jóvenes y mayores que se acercan a andar en bicicleta, en rollers, en skate o simplemente a caminar por allí.

Para aquellos que quieran acercarse a algunos de los bares de la zona a mirar el horizonte y tomar algo, la gaseosa cuesta diez pesos y también se puede almorzar (un pancho, sale 12 pesos, una ensalada, $ 40 y una ensalada de frutas, $ 15).

También hay playas, claro, aunque bastante artificiales: se trata de cuadrados de arena con sombrillas frente al río. Más allá de esto, también hay actividades nocturnas. De noche, frente al río y bajo las estrellas, se arman carreras de longboard (como los skates pero con tablas más largas) y también hay una peña. Se trata de la Peña de la Ribera, que se hace todos los sábados del verano. Allí, a dos cuadras de la Avenida Libertador hacia el lado del río, el folklore se canta y se baila. Hay grupos que ponen la música y gente que se acerca desde Provincia y desde Capital para bailar chacareras y gatos o para comer empanadas, un choripán o un sándwich de bondiola. La entrada cuesta 35 pesos y se puede reservar.

Siguiendo por Libertador, pero un poco más al norte, está San Isidro, también con costa al Río de la Plata. Allí hay verde y entonces es común que muchos jóvenes se acerquen con la guitarra y el mate, o a hacer malabares. En verano, esta zona –un poco más agreste que la anterior– se vuelve más popular: los fines de semana es común ver a familias enteras que se acercan a disfrutar frente al agua.

Como hay varios clubes náuticos con salida al río, es común ver veleros en el paisaje o gente que practica deportes de ese estilo, como kitesurf. Claro, también están los que hacen Slackline, algo mucho más moderno: se trata de atar una cinta entre dos puntos fijos y hacer equilibrio sobre ella.

Tigre es otro de los puntos que pueden anotarse para continuar con esta ilusión de playa y mar. Y es un sitio que aporta paseos diferentes. Uno, por caso, es el del Puerto de Frutos, a orillas del río Luján. Allí se pueden intercambiar caminatas con paseos en catamarán, con almuerzos en alguna parrilla (al paso o la opción sentado), con algunas compras: de un tiempo a esta parte el mercado se ha transformado en algo así como un centro de diseño. Hay desde artesanías hasta muebles y objetos de decoración.

Ahí cerquita también está el Paseo Victorica, una calle corta que bordea el río y que está rodeada de árboles y algunos clubes de remo y canotaje. La arquitectura de algunos de estos clubes es un paisaje en sí: como la del Rowing Club Argentino, de estilo inglés. La caminata invita además a otras visitas, como al Museo de Arte de Tigre, que está al final del recorrido. Cada uno de estos circuitos puede, claro, hacerse en bicicleta. Y se puede ir en auto o en el Tren de la Costa, por un precio de diez pesos (para argentinos).

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(*) Nota publicada el sábado 23 de febrero de 2013 en el Diario PERFIL

 

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