Conocemos Riga, Capital Europea de la Cultura, a través de sus museos

Quien dedique un tiempo a visitar sus museos entenderá por qué la capital letona es Capital Europea de la Cultura.

El Museo de las Barricadas (izq.) recuerda los incidentes del 91. El Museo de la Ocupación (der.) está dedicado simultáneamente a los crímenes de los nazis y al terror soviético. Fotos: dpa [ Ver fotogalería ]

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Maris Gailis está parado en la terraza de madera frente a la fachada de vidrio de la pequeña casa que mandó construir. En Riga (Letonia) hay muchas casas asociadas con su nombre. Después de que abandonara la política a mediados de los años 90, el ex primer ministro letón se ganaba la vida durante mucho tiempo como empresario de la construcción. Sin embargo, esta casa poco común en la pequeña isla de Kipsala significa para él más que los muchos áticos elegantes reformados por él. Es un museo creado en recuerdo de Zanis Lipke, un letón que durante la Segunda Guerra Mundial salvó la vida a decenas de judíos, con mucho coraje y mucha imaginación.

Cuando Maris Gailis se mudó a Kipsala y se enteró de la historia de Lipke, no tardó mucho en tomar la decisión: este es un hombre que merece no ser olvidado. Gailis se ocupó de financiar el proyecto, que requería una inversión de alrededor de medio millón de euros (680.000 dólares). Tardó tres años en construir el museo. El Lipke Memorial fue inaugurado el pasado mes de julio, antes de que Riga se convirtiera en Capital Europea de la Cultura 2014.

«A los letones siempre se les ha acusado de haber participado en los fusilamientos de judíos«, dice Gailis. «Sin embargo, también había mucha gente que ayudaba a los judíos durante la ocupación alemana«. Actualmente, al menos 300 de esos ejemplos están documentados. Gailis señala en un plano de Riga los lugares donde se encontraban durante la Segunda Guerra Mundial los escondites de judíos.

Quienes les ayudaban arriesgaban su propia vida. Como Zanis Lipke. Él tenía una casa de madera con un cobertizo en un predio situado junto al lugar donde hoy se encuentra el museo erigido en su memoria. Debajo del cobertizo había un hoyo, de tres metros de largo por tres metros de ancho, donde Lipke llegó a esconder a más de 50 judíos.

Menajem Barkan conoce muy bien el compromiso de Maris Gailis con el museo dedicado a Zanis Lipke. Este rabino lleva años defendiendo la idea de crear un museo del gueto. Y ya ha logrado algo. Barkan está parado en la explanada del museo frente a una casa de madera pintada de verde con dos ventanas saledizas en el techo.

Arriba, en la primera planta, el suelo de tablas está descubierto. Hay una mesa, una silla, un arca de madera, una cama y una cómoda cubierta con un mantelito blanco. Todo tiene un aspecto más apaciguado de lo que fue en realidad: «Cada habitante disponía en una casa como esta de un espacio de cuatro metros cuadrados«, relata Barkan.

En cuadros explicativos se pueden ver fotos de casas del gueto, que comenzaba a una distancia de sólo 500 metros. «A cinco minutos de aquí«, dice Barkan. En otras fotos se ven clases judías y rabinos letones. Barkan se detiene frente a una de ellas: «Este era mi tío«, dice. Shaya Barkan, nacido en 1914, rabino en Gostini, fallecido a la edad de 27 años. En la misma habitación hay muñecas que cuelgan del techo con la cara hacia abajo: simbolizan los juguetes de los niños que tenían que vivir en el gueto.

La historia de Letonia tiene muchos capítulos oscuros. Y el recuerdo de las peores épocas aún está vivo, aunque muchos turistas no se den cuenta. Un curso intensivo de historia ofrece el Museo de la Ocupación, dedicado simultáneamente a los crímenes de los nazis y al terror soviético. Está instalado en un curioso bloque oscuro situado a pocos metros del ayuntamiento. En la plaza frente al museo hay un monumento que ya revela desde lejos su origen soviético: está dedicado a los Soldados Rojos Letones que lucharon durante la Primera Guerra Mundial contra el Ejército alemán.

El Museo de las Barricadas, en el centro de Riga, tampoco es una de las atracciones clásicas de una visita guiada por la ciudad. El museo recuerda unos momentos de la historia letona que todavía están grabados dolorosamente en la memoria de muchos letones: los días de enero de 1991, cuando se agudizó peligrosamente el conflicto entre el movimiento por la independencia de Letonia y las tropas soviéticas.

La escalera que conduce a la primera planta cruje. Arriba, los visitantes llegan primero a una vivienda que muestra la tristeza de la vida cotidiana antes del cambio: en un espacio mínimo convivían entonces dos o tres familias. No había lugar ni dinero para una lavadora o secadora: la gente se lavaba en un lavabo en la cocina.

En las paredes hay carteles que señalan las demandas de los manifestantes de ese entonces: «Abajo el fascismo rojo» y «La lucha continúa». El museo pretende explicar lo que pasó en 1991: el 13 de enero hubo una gran concentración en Riga, de 700.000 personas que reclamaron la independencia de Letonia y que terminaron por levantar barricadas contra el Ejército soviético. En las calles y en la plaza de la catedral había fogatas. Hay fotos que muestran al primer manifestante que fue asesinado entonces. También fue asesinado a tiros el cámara Andris Slapins. En el museo se exhiben sus grabaciones. Las barricadas se quedaron hasta el 27 de enero.

Letonia proclamó su independencia el 21 de agosto. El pasado 1 de enero, Letonia ingresó en la zona del euro y Riga se convirtió en Capital Europea de la Cultura. El programa incluye muchos eventos que recuerdan la historia del país báltico.

 

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