México / San Miguel de Allende

Una ciudad con 500 años de magia

Colorida, diminuta y encantadora, esta ciudad del corazón mexicano sintetiza lo mejor de ese país. El plus del buen clima suma para una escapada fuera de temporada. Fotos

San Miguel de Allende remite a la época de las luchas emancipadoras y resume lo mejor de ese país: encanto pueblerino, colores frutales, comida ardiente y pasión de mariachis. Foto: Cedoc Perfil [ Ver fotogalería ]

Ficha

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Por Jeannie Ralston / The New York Times / Travel

San Miguel de Allende, encantador y con casi 500 años de antigüedad, durante más de cincuenta años ha sido un destino turístico popular, incluso para los estadounidenses, que siempre se dejan ver entre las serpenteantes calles adoquinadas haciendo compras por el pequeño centro comercial de negocios coloniales de color pastel, que se muestran como un cóctel de frutas y condimentos. Aunque longevo, la novedad invade este famoso pueblo mexicano diminuto y vibrante.

Declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, existe una versión nueva del viejo San Miguel Allende, con artistas regionales, restaurantes que se especializan en productos orgánicos locales y ranchos en los alrededores que prosperan durante todo el año en un eterno clima de primavera, a dos mil metros de altura. Encantador como siempre y más vivo que nunca, hay una versión nueva del viejo San Miguel.

DIA 1. MURALES Y TAMARINDO

El edificio más famoso es la parroquia rosada de múltiples espirales, que monta guardia en el corazón del pueblo, el Jardín. Pero el edificio más hermoso es el Centro Cultural Ignacio Ramírez “El Nigromante”, también conocido como Bellas Artes, situado sobre la Hernández Macías y de casi 250 años de antigüedad. Luego de haber sido convento y colegio de arte, ahora es una galería y centro comunitario, recién renovado. Es fácil imaginar a las monjas apurándose para ir a misa bajo los elevados techos abovedados y entre el patio interior grande que está rodeado por dos pisos de columnatas arqueadas. Escaleras de piedra descienden en medio de siglos de pisadas. Aunque las exhibiciones rotan entre cinco galerías, el arte permanente es el más impresionante: frescos pueblerinos de uno de los mayores muralistas de México, David Siqueiros. La entrada es gratuita.

La Azotea (Umaran 6), un moderno bar de azotea situado frente al Jardín, ofrece dos de las vistas más extraordinarias de San Miguel: al este, una vista de la parroquia; pero el lugar ideal para el ocaso es el patio de afuera, donde se bebe una margarita ($ 70, o US$ 5,6 a un tipo de cambio de $ 12,45 por dólar) mientras se ve desaparecer la luz sobre las montañas de Guanajuato, a la distancia. La leche de tigre predomina en los deleites de La Parada (Recreo 94). Es el nombre del preparado cítrico que “cocina” los ceviches (pescado, maíz y batata) en este popular bistró, inaugurado hace un año por un chef peruano egresado del Cordon Bleu. Tradicionalmente, las mujeres, los militares y los oficiales de policía tienen prohibido entrar a una cantina. Sin embargo, todo el mundo es bienvenido en La Sirena Gorda, también conocido por su nombre original, La Manantial. Allí se imponen las clásicas margaritas de jengibre y tamarindo.

DÍA 2. HILADOS Y CERÁMICAS

En cada calle de San Miguel se pueden encontrar tesoros, pero con tiempo limitado para la exploración, se necesitará una lista. Dará con la veta madre en Mixta (Pila Seca 3), que además de divertidas baratijas y artesanías vende muebles y artículos de moda. Productos hilados provenientes de 35 pueblos oaxaqueños se consiguen en Juana Carta Textile Art (Recreo 5-A), y si quiere cerámica pintada a mano, no tiene que ir hasta Dolores Hidalgo (el centro tradicional de cerámica). Los hay hermosos en Quinta Irma (una bandeja decorativa, $ 1.400). Atelier (Relox 79) vende abrigos y chalecos. San Miguel es un lugar fabuloso para la joyería; hay diseños imaginativos en UMA by Sami (Cuna de Allende 11). El restaurante nuevo más comentado de San Miguel, De Temporada (Camino a San Miguel Viejo 8), permite que cobre un nuevo significado el concepto “del campo a la mesa”. La mesa está literalmente en el campo, a diez minutos del centro, con vistas a cultivos de productos orgánicos. Platos como ensalada picante de papaya y pulpo y huevos de codorniz con puré de rúcula indican una mano madura pero jovial en la cocina ($ 300 para dos personas). A la noche se impone una parada en el Jardín para escuchar a los sonoros mariachis del pueblo.

DÍA 3. BARROCO EXTREMO

Las iglesias mexicanas barrocas no son inusuales, pero el Santuario de Atotonilco, de 250 años de antigüedad, a poco más de 14 km de San Miguel, tiene una decoración excelsa. Cada centímetro de muro está lleno de escenas y pasajes bíblicos detallados, por lo que la iglesia se conoce como “la Capilla Sixtina de México” y en 2008 la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad. Situado en la plaza principal de Atotonilco, también es sitio de peregrinaje de penitentes, quienes se autoflagelan para expiar sus pecados. Note los azotadores de cuerda que se venden afuera de la iglesia. Atotonilco está rodeado de fuentes termales, y de camino de regreso a San Miguel puede demorarse en Escondido Place ($ 100 pesos). Hay varias piscinas externas, pero el atractivo es la serie de techados (casas de baño con techos abovedados). El agua, cuya temperatura supera los 37 grados, es canalizada desde el suelo hasta un techado, y después fluye hacia abajo para llenar otro, y luego otro, enfriándose ligeramente en el recorrido. Para cerrar el fin de semana de la forma más vaporosa y de ensueño, recuéstese en el invernadero.

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