Consejos para que los deportes no sean solo un amor de verano
Los deportes y las actividades de verano permiten retomar eso que siempre quedaba relegado y reencontrarse con lo lúdico. Debe ser a conciencia y en su justa medida.
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Por Mónica Martin (Diario PERFIL)
¿Rafting siguiendo la corriente? ¿Parapente en La Cumbre? ¿Buceo en Puerto Madryn? ¿Clavadistas en Jamaica? ¿Running por la costa hasta que caiga el sol?… En vacaciones todos atravesamos el límite del esfuerzo físico y, al cruzarnos con un Forrest Gump, salimos corriendo detrás de él, como en la película. Así, no suena tan mal el “operativo sol” de amigarse con el deporte en temporada alta. Pero el problema es que una golondrina no hace verano.
“A muchos, ir a un gimnasio los intimida. Pero si en vacaciones, alguien está en la playa y ve una clase de yoga u otra actividad, al día siguiente tal vez se diga que no es tan complicado como pensaba y se anima a probarlo. Por eso, el verano es la oportunidad de encontrar un amor que puede durar todo el invierno, el amor por un deporte, un hobby que perdure al menos un año,” propone Mariel Giacchino, bailarina y profesora de Gimnasia Consciente. Aunque no es lo mismo la escalada que el remo o los abdominales que la zumba.
Entre las múltiples propuestas de entretenimiento a bordo, los cruceros ofrecen aquagym, clases aeróbicas, maquinarias con peso, “pero si uno no hizo ninguna actividad durante el año se necesita ir a conciencia, seguir el principio de la autorregulación. Acostumbrarse a cualquier disciplina lleva al menos 20 días, casi siempre un mes”, estima Giacchino. Y para entonces, ya tendremos que regresar. Entonces, lo que se haga en vacaciones, sólo será una prueba piloto.
“En un gimnasio, lo mejor es trabajar sin peso complementario. La espalda no se lesiona si los abdominales están fortificados o al menos en contracción (hay un punto imaginario en el que el ombligo se pega a la espalda). Después de cualquier actividad, es normal que duela el cuerpo, conviene darse un baño en la pileta o en el mar, porque relaja y esperar 24 horas para evaluar. Quien prefiere la gimnasia solitaria puede comenzar con caminatas progresivas, sin correr. Las actividades sociales, como gimnasia sobre la arena, son aconsejables para las personas con una rutina anual solitaria”, agrega Giacchino. Una barrera que ya cruzaron las cultoras de la zumba. De origen colombiano, esta práctica logró que, en vez de nuevas recetas, muchas mujeres compartieran la letra de «La mordidita» y «El taxi». Combina rutinas aeróbicas con pasos de salsa, merengue, bachata y reggaeton, y en una clase de una hora les permite reforzar la memoria, desestresarse y quemar unas 800 calorías, un plus que las de 40 kilates adoran.
El yoga estival, que se creía para público cautivo, tiene variantes más democráticas, como el hatha yoga, postal frecuente de los veraneos con vista al mar. Si para iniciarse en el deporte se elige el ciclismo, que sea sobre superficie regular, no de montaña.
“Yo le diría a cualquier persona que, si se va de viaje con un problema preexistente (de rodillas, columna, etc.), sea muy precavido. Aunque el trekking sea la actividad más simple, no siempre es conveniente y menos aún sin buen calzado aislante. Caminar descalzo en la arena es esforzado y, en la arena dura, el rebote trae problemas de columna. Traté un montón de pacientes que juegan voley en la playa y terminan con desgarro de gemelos, porque la arena amortigua los golpes, pero impide el deslizamiento”, evalúa Roxana Leiva, kinesióloga especializada en Reeducación Postural Global y Profesora de Educación Física.
“El problema es ignorar los límites de cada uno. Si estás mal físicamente, no salís bien parado de una moto de esquí o de los esquíes de nieve; tevas a pegar un palo a menos que tengas muy buenos cuadriceps. Con el surf es lo mismo: hay que quedarse en lo básico”. La especialista advierte que no tiene sentido matarse con los abdominales si lo que trabaja es el cuello porque “lesiona la columna”. Con precauciones, los deportes de verano no sobran porque permiten recuperar lo lúdico. Algo que los adultos ya encerraron en los cuarteles de invierno.