Todos los caminos (de la ciencia) conducen a Orlando

Los misterios del universo y los de la mente humana. La quietud de la paleontología y la velocidad. El Orlando Science Center, Epcot y la Nasa también divierten. Fotos.

Como si fuéramos ingenieros o astronautas; como si viviéramos en el futuro o la Prehistoria. En Orlando, nuevas fronteras del saber –y la diversión–. Fotos: Diario PERFIL [ Ver fotogalería ]

Por Mónica Martín (Diario PERFIL)

 

La génesis de un tornado. Un ajedrez gigante que permitía a las civilizaciones antiguas diseñar sus estrategias bélicas. Un biplano para ejercitar el principio de la sustentación. La cola de un pavo real hecha con cientos de fibras ópticas. Una bola de vidrio rellena de neón y gas argón que, al leve contacto de una mano, estalla en una descarga eléctrica.

Así, como si fuera la Botica del Angel, impresiona a primera vista el Orlando Science Center (OSC), un notable museo científico en la ciudad de Mickey Mouse, que este año cumple seis décadas y provocará un auténtico brain storming en los pequeños Einstein que lo visiten. Y lo descripto es apenas el primer nivel. Traten de imaginar lo que se reservan los otros tres. Por ejemplo, la reproducción a escala real de dinosaurios que paran el corazón al emitir alaridos cavernícolas en Dinodigs, la sala penumbrosa donde las visitas hacen sus primeros palotes en la excavación paleontológica. O sobrevivir a un tornado dentro de un tubo hermético.

¿Alguna vez soñó con el look sauvage de Vilma y Pedro Picapiedras? Agende la fiesta anual Neanderthal Ball, donde podrá lucir sin complejos su taparrabo animal. El único inconveniente no declarado de las nueve propuestas de los Summer Camps del OSC –los campamentos de verano que barren todos los rincones del asombro infantojuvenil (desde tecnología textil hasta la creación de un código encriptado a través de un software)– es que será muy difícil mantener a los padres a raya, lejos de los chicos.

Si, como anuncian, inspirar la curiosidad es su lema, vaya que lo logra la cartelera de actividades: 11 de junio, una noche en vivo en el museo, para +21 (US$ 15); PechaKucha, una práctica japonesa que convoca a alguien del público para desarrollar un tema presentando veinte imágenes en veinte segundos; hasta el 3 de septiembre, Mindbender Mansion, un juego de ingenio resolviendo pistas; desde US$ 14, una aventura cuerpo a cuerpo de realidad virtual 4D sobre el territorio de Marte; una experiencia 3D de «National Geographic» para explorar el mundo salvaje del continente africano o el vuelo de los aeroplanos; martes y domingos, clásicos de Hollywood pero con tecnología XpanD X101.

Y si algo faltaba, poder “adoptar una estrella” y regalársela a alguien en una fecha especial. La ciencia permite conquistar el espacio… y los corazones. Sirio, por ejemplo es casi un diamante de US$ 500, pero las hay de US$ 100. El kit de regalo viene con buscador de estrellas, info científica y certificado.

Y hablando del más allá, sólo dista una hora en auto Cabo Cañaveral, hogar del Kennedy Space Center (KSC), donde se ingresa a una nueva frontera, la exploración galáctica, al compás del audio casi épico de JFK –“elegimos ir a la Luna…”– mientras se camina junto al rocket garden, jardín de paz de las primeras “niñas” prodigio de la NASA, las cápsulas Mercury, Gemini y Apolo, y de varios misiles.

Unos metros adelante, en el Teatro Imax, la voz subyugante de Leonardo DiCaprio presenta las deslumbrantes fotografías tomadas por el telescopio Hubble. Este es el lugar apropiado si se desea conocer la curva de probabilidad de las futuras vacaciones en Marte o al menos saber por qué los astronautas comen comida irradiada y pierden las cejas en el espacio.

En 1950 vi el film Destination Moon y supe que sería astronauta. Como era daltónico, la NASA me rechazó; pensé que convirtiéndome en doctor en Física podría acceder a mi sueño, y así fue. Al lanzar un programa de investigaciones espaciales, me reclutaron y pude viajar al espacio por primera vez. Tenía 40 años. Si quieren algo y les dicen que es imposible, acuérdense de mí”, rememora Roger Crouch, uno de los varios astronautas que brindan charlas inspiradoras en el KSC.

Podría incluso almorzar con él –u otro héroe– (US$ 16 los niños), presenciar la adrenalina de un lanzamiento, vivirlo en carne propia en un simulador 4D o tomar el bus que lo llevará a conocer las instalaciones que rodean el río Banana, donde, entre los típicos lagartos de los pantanos de Florida, se cocinan los viajes espaciales, se montan las naves e incluso se exhiben, esbeltas, algunas de ellas contra la línea del Atlántico. Por US$ 19 extras, los chicos pueden hacer una parada en el Vehicle Assembly Building, donde se arma todo lo que despega del planeta.

Sin duda, el corazón del KSC es la exhibición (que costó US$ 100 millones ) del transbordador Atlantis, lo más nuevo en la ingeniería aeronáutica de Estados Unidos: un “cohete” que aterriza como un avión, no se prende fuego al regresar a la órbita, puede tripularse y se reutiliza cien veces. Tardaron 12 años en construirlo y su última misión fue en 2011.

Junto a él se encuentra el Saturno V, el vehículo de lanzamiento más alto y pesado de la historia, planeado para las misiones Apolo, las que alunizaban con tripulación. Sólo quedan tres de su tipo, pero estuvo arrumbado durante veinte años. Para los mayores de 14 está «Astronauta por un Día», una capacitación con expertos (se debe reservar) y simulacros junto a astronautas veteranos. Antes de planear una visita al KSC (desde US$ 40) conviene chequear los lanzamientos programados hasta 2019 en Cabo Cañaveral. Será como ir con la sillita a Aeroparque, pero cerca de Miami.

Una visita a Epcot Center completa este viaje por la divulgación científica. En el más futurístico de los Parques Disney, la inmensa bola icónica del predio alberga un notable entretenimiento de recorrido circular por la historia de la cultura, desde la escritura pictográfica hasta la digital, una apretada síntesis de la comunicación humana.

Además de la travesía en tren aéreo, el diseño de un auto futurista y el manejo de otro a 65 m/h, el juego más veloz de Disney, superior al Rock ‘N’ Roller Coaster de Hollywood Studios. Y del espacio y el vértigo al universo insondable de la mente humana de la mano de Tristeza y Alegría, los personajes de Intensamente, el film que explora las emociones humanas, ahora presente en una flamante atracción. Del más allá al más acá, los viajeros se aventuran en Orlando por todos los caminos de la ciencia.

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