ÁFRICA / BOTSUANA

En canoa por el Delta del Okavango

El Delta del Okavango en Botsuana es uno de los lugares más asombrosos de África y uno de los refugios más importantes para animales en África austral.

El río Okavango, que nace en el altiplano de Angola, forma aquí el delta interior más grande del mundo, de 15.000 kilómetros cuadrados. Fotos: dpa [ Ver fotogalería ]

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Por Manuel Meyer (dpa)

Patrick se dispone a aterrizar la avioneta en la estrecha pista de arena cuando de repente ve la manada de jirafas. «Debemos hacer otra vuelta hasta que los animales hayan desaparecido«, dice el piloto mientras vuelve a levantar el pequeño aparato de hélice Cessna. Para los turistas que van de safari ya queda claro que el Delta del Okavango en Botsuana es uno de los lugares más asombrosos de África. El paisaje pantanoso es un laberinto casi infinito de pequeñas islas, lagunas y humedales. El río Okavango, que nace en el altiplano de Angola, forma aquí el delta interior más grande del mundo, de 15.000 kilómetros cuadrados.

La riqueza acuática en esta región predominantemente árida del norte de Botsuana hace que el delta sea uno de los refugios más importantes para animales en África austral. Durante la época seca se puede acceder en todoterreno a algunos de los campamentos pero a la mayoría de ellos solo es posible llegar en avioneta o en barco. Patrick aterriza con seguridad en el aeropuerto del campamento «Xigera». Está situado en una pequeña isla paradisíaca en plena reserva de caza Moremi, en el corazón del delta del Okavango.

Botsuana apuesta desde hace varios años por el turismo individual de lujo y expide dentro del parque natural concesiones para la caza privada. Quien vaya de safari en el delta del Okavango casi tiene para sí solo a los animales, como en tiempos de los exploradores. La mayoría de los alojamientos tienen capacidad para un máximo de 20 huéspedes. Por supuesto, la exclusividad y el lujo de los campamentos también tienen un precio: nada menos que 400 euros (445 dólares) por noche y por persona. Y estos campamentos ni siquiera son los más caros. El viaje desde el aeropuerto al campamento ya da una idea de lo que les espera a los turistas fuera de las rutas de safari trilladas: kudus, antílopes, cebras y jirafas forman una calle como un comité de bienvenida.

En el campamento, los turistas son llevados a través de largas escaleras a sus tiendas de campaña, aunque esta palabra no es adecuada para describir las lujosas cabañas de madera y tela. Los muebles están hechos de maderas preciosas y los lavabos de cobre. Las cabañas con forma de tienda de campaña están situadas junto a la orilla. Directamente delante de la terraza pasa tranquilamente una enorme manada de elefantes. ¡Bienvenido a Botsuana, el país que tiene la mayor población de elefantes de África! Los alojamientos encajan muy bien en el medio ambiente, el servicio es perfecto y la comida excelente. Por la noche, el pequeño grupo de turistas se sienta alrededor de la fogata, mira el cielo estrellado y escucha los sonidos de la selva. Sin embargo, hubiéramos preferido que los elefantes e hipopótamos pasaran resollando a gran distancia y no a diez metros del fuego.

Tanto lujo en medio de la selva africana suscita a veces el recuerdo desagradable de los tiempos coloniales, cuando los colonialistas blancos y ricos aventureros europeos se dejaban servir exclusivamente por negros africanos. Al día siguiente hacemos una excursión muy agradable que pasa junto a innumerables nenúfares. Nos deslizamos silenciosamente en mokoros, estrechas canoas tradicionales, por los angostos canales acuáticos flanqueados por papiros, por donde previamente habían pasado los hipopótamos.

Entre la caña hay cocodrilos tumbados al sol. En una pequeña isla pastan pacíficamente búfalos de agua, impalas y jirafas. La tranquilidad es indescriptible. De repente, un enorme elefante macho sale de la caña y entra al agua dando barritos para advertir que aquí los elefantes tienen preferencia al cruzar el canal. Le siguen varias hembras y una horda de elefantes bebés y jóvenes. El guía hunde otra vez la pértiga de madera en el agua, que llega hasta la cadera, y da un fuerte empujón a la canoa. Probablemente, también los primeros europeos descubrieron de esta forma el delta del Okavango.

 

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