DESTINOS ARGENTINOS

Siguiendo la Ruta de los Andes entre vinos y montañas

Tres provincias argentinas -La Rioja, Mendoza y San Juan- conforman esta ruta turística, que recorre una región de altas cumbres y grandes extensiones de cultivos vitivinícolas.

Fotos: Archivo [ Ver fotogalería ]

Tres provincias argentinas -La Rioja, Mendoza y San Juan- conforman la Ruta de los Andes, que recorre una fantástica región de altas cumbres y grandes extensiones de cultivos vitivinícolas. Al pie de la Cordillera de los Andes, esta ruta turística ofrece paisajes compuestos por la majestuosidad del Aconcagua, áreas desérticas que estuvieron pobladas hace millones de años por dinosaurios y posteriormente por culturas aborígenes que dejaron su huella, dos parques declarados Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco y un centenar de bodegas, tanto industriales como artesanales en las cuales es posible descubrir los secretos de cosecha y productividad de uno de los «embajadores» del país en el mundo, como es el tradicional vino Malbec.

Recorrer la Ruta de los Andes requiere al menos una semana de viaje y que se recomienda disfrutar mediante excursiones guiadas y vehículo particular o alquilado.

En viaje comienza en Mendoza, provincia que se convirtió, por la destacada calidad de sus uvas, en la Octava Capital Mundial del Vino. En sus soleadas tierras existen más de 1200 bodegas, muchas de las cuales abren sus puertas al turismo para contarles la historia y los procesos que rodean la bebida. Entre sus atractivos, se suman el cerro Aconcagua y la ciudad de Malargüe.

Con la elaboración de casi 10 millones de hectolitros de vinos al año, Mendoza se constituye en el centro vitivinícola más importante de Sudamérica. Hay empresas que trabajan con la más alta tecnología, y pequeños viñedos atendidos por sus dueños dedicados a la fabricación artesanal. Cada zona posee sus características: los departamentos de Luján de Cuyo, Godoy Cruz y Maipú -cercanos a la ciudad Capital-, poseen la mayor cantidad de bodegas abiertas al público; la Zona Alta del río Mendoza, es la preferida del Malbec, con alturas que van hasta 1100 metros; el Norte es apto para los blancos frutados y tintos jóvenes; la parte más alta y fría es el Valle de Uco, donde los vinos logran gran acidez; y, en San Rafael, se erigen cavas de gran trayectoria con espumantes de reconocida calidad.

Uno de los lugares imperdibles de la geografía mendocina es el Parque Provincial Aconcagua, un área protegida desde 1983 con el objetivo de resguardar sus valores naturales y culturales. Unas 71 mil hectáreas sobre la Cordillera de los Andes, en el límite con Chile. El pico homónimo es conocido como el “techo de América” por ser la montaña más alta de Occidente con 6.962 metros. De alta exigencia, el parque posee algunos circuitos acordes para quienes tienen una menor ejercitación. En la zona hay gran cantidad de empresas prestadoras de servicios para alivianar las caminatas, y en los campamentos se contratan baños, hospedajes y comida en domos.

Malargüe, otra parada mendocina de la Ruta de los Andes, espera al turista con desafíos extremos. Más conocida como “Capital del Turismo Aventura”, presenta también la posibilidad de disfrutar de cabalgatas, rappel, escalada, mountain bike, travesías 4×4, rafting y pesca deportiva. A una hora de allí, entre la montaña, se puede visitar la Caverna de las Brujas, un rincón impresionante repleto de estalactitas y estalagmitas de variadas formas y colores que representan un sitio único en su tipo en toda Sudamérica. Es una cavidad dentro del Cerro Moncol con formaciones milenarias a casi 2.000 metros de altura.

Si seguimos la Ruta hacia el norte nos encontraremos en la provincia de San Juan. Situada dentro de la región de Cuyo sobre el límite de la Cordillera, es reconocida mundialmente por el Parque Provincial Ischigualasto -también llamado Valle de la Luna-, y sus numerosas bodegas y viñedos.

San Juan se distingue en el circuito enológico de la Argentina por albergar bodegas de tradición y viñedos ecológicos. Productora de uno de los mejores Syrah de exportación, ofrece en su capital un exclusivo «Spa del Vino», de características únicas en el país. La bodega más importante de la zona es Graffigna, por volumen y tradición. Y entre las más jóvenes se distingue Callia, con degustaciones, recorridos guiados y visita a los viñedos.

A unos 200 kilómetros de la capital, otro de los circuitos que componen la Ruta de los Andes es el denominado Barreal Blanco, un área totalmente desértica donde se creó el Parque Nacional El Leoncito. Se trata de 76 mil hectáreas que hace millones de años pertenecían a un lago y hoy muestran grandes zonas de apariencia blanquecina. Allí, el atractivo principal lo constituyen el Complejo Astronómico Leoncito y el Observatorio Astronómico Dr. Carlos Cesco, al que se acercan miles de personas para apreciar las maravillas del suelo y su firmamento. Para los más aventureros, se erige también allí una de las mejores pistas de carrovelismo del mundo.

En el límite con la provincia de La Rioja, se suma el Parque Provincial Ischigualasto, conocido popularmente como Valle de la Luna, uno de los principales yacimientos paleontológicos del mundo, donde se avistan restos de vertebrados que habitaron el lugar, rastros de pisadas de saurios y troncos de araucarias petrificadas.

La última parada de la Ruta de los Andes es La Rioja, hogar del Parque Nacional Talampaya -situado a escasos 50 kilómetros del Valle de la Luna en San Juan- que se destaca por sus fuertes contrastes orográficos. El parque es un mundo aparte conformado por conforman desiertos blancos, murallones y extravagantes formas pétreas en color rojizo talladas por la erosión del viento y el agua. Si lo visitás, no te olvides de ir a la «Ciudad Perdida», a la que se accede desde un mirador natural a una especie de cráter.

Sobre la cordillera riojana otro de los imperdibles es la Reserva Provincial Laguna Brava, designada Sitio Ramsar en 2003. Un lugar inhóspito que pese a las adversas condiciones climáticas, alberga una rica fauna silvestre. La especie más destacada es la vicuña, por la cual se generó la reserva dado que su población estaba en serio riesgo, aunque también abundan guanacos y flamencos. El acceso se realiza desde Vinchina y asciende por las quebradas de La Troya, de Santo Domingo y del Peñón hasta alcanzar los 4 mil metros de altura.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

doce − 8 =