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Análisis | El turismo invade los principales destinos del mundo
Por desgracia, llegará un punto en el que el exceso de turismo hará que los viajes sean logísticamente inconvenientes y mucho menos agradables para todos. El problema se puede mejorar al dispersar a los turistas hacia destinos menos concurridos, tal como Japón lo intenta hacer actualmente.
El número de llegadas de turistas internacionales ha aumentado de manera más o menos exponencial desde mediados del siglo XX, y ascendió a unos 1.400 millones en 2018. Foto: AFP [ Ver fotogalería ]
Por Noah Smith (Bloomberg)
En 1953, Tenzing Norgay y Edmund Hillary fueron los primeros en alcanzar la cima confirmada del Monte Everest, la cumbre más elevada del mundo. Recientemente, el Everest se ha vuelto tan popular que aparecen fotos que muestran enormes filas de escaladores que esperan vencer esa misma cima. En un terreno enrarecido donde una vez solo pisaron Norgay y Hillary, los escaladores ahora mueren debido a la aglomeración de personas.
Una versión menos dramática de esta escena se hace realidad en todo el mundo, tanto para bien como para mal. El número de llegadas de turistas internacionales ha aumentado de manera más o menos exponencial desde mediados del siglo XX, y ascendió a unos 1.400 millones en 2018. Europa ha registrado la cuota más alta, pero la región de Asia y el Pacífico está creciendo rápidamente:
Este crecimiento ha sido impulsado por una coincidencia de factores. Obviamente, los ingresos disponibles han crecido en todo el mundo y las ganancias de China han sido particularmente impresionantes en los últimos años. Las personas viven más y tienen menos hijos, lo que les da tiempo y libertad para viajar más. Las áreas que alguna vez estuvieron fuera de los límites, ahora son accesibles ya que el mundo en general se ha vuelto más pacífico y abierto desde el final de la Guerra Fría.
La tecnología también ha jugado un papel clave. El transporte aéreo es barato y generalizado. Pasajes, hoteles, tours y transporte local ahora se pueden reservar en línea. Internet también ha brindado a las masas información sobre los destinos turísticos del mundo, desde las aguas termales japonesas hasta la región vinícola de California y los glaciares de Islandia. Recientemente, Google Maps ha hecho que sea mucho más fácil encontrar la manera de trasladarse por un país extraño, las aplicaciones de traducción han hecho que la comunicación en idiomas extranjeros sea menos intimidante, Uber ofrece transporte fácil en muchas ciudades internacionales y Airbnb ha ampliado la gama de alojamientos disponibles.
El turismo es un gran negocio para los países que logran atraer hordas de visitantes. Los ingresos directos del turismo totalizaron US$1,6 billones en 2017, o el 2% de toda la economía mundial:
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo estima que el total de la actividad económica atribuible al sector es mucho mayor, pues llegó a US$8,8 billones en 2018 y mantiene hasta el 10% de todos los empleos en el planeta.
No obstante, el turismo también tiene un lado negativo. Tal como lo muestra el ejemplo del Everest, viajar a los destinos más populares está sujeto a lo que los economistas llaman externalidades de congestión: cuando va a un lugar famoso, su presencia hace que la experiencia sea un poco menos conveniente y cómoda para todos los demás. Multiplique ese efecto por millones y los turistas del mundo se amontonarán durante un buen tiempo. Yo mismo lo sentí cuando fui recientemente a Golden Gai, un distrito de bares que solía ser una de las gemas ocultas de Tokio, y descubrí que estaba lleno de turistas occidentales y chinos.
Para las ciudades, la experiencia puede ser aún más desgarradora. Incluso cuando el dinero de los turistas fluye hacia las arcas de las empresas locales, multitudes de viajeros sobrecargan la infraestructura que nunca fue construida para manejar tantos cuerpos humanos. Si una ciudad intenta adaptarse a la afluencia de gente mediante la construcción de grandes volúmenes de infraestructura nueva, esas mismas calles y trenes permanecerán vacíos durante la temporada baja o en caso que la ciudad pierda su atractivo turístico. Los viajeros pueden alojarse con Airbnb, pero esto puede elevar el precio de los alquileres para los residentes locales. Desde el punto de vista logístico, simplemente es ineficiente que cada lugar del mundo esté siempre preparado para hospedar, alimentar y transportar a muchas más personas de las que realmente viven allí.
Estos problemas solo empeorarán a medida que más países de Asia, África y otros lugares se unan a las filas de los países desarrollados. Las nuevas clases medias de India, Bangladesh e Indonesia querrán tener la oportunidad de ver los Alpes suizos, los canales de Venecia y las luces de Times Square.
Por desgracia, llegará un punto en el que el exceso de turismo hará que los viajes sean logísticamente inconvenientes y mucho menos agradables para todos. El problema se puede mejorar al dispersar a los turistas hacia destinos menos concurridos, tal como Japón lo intenta hacer actualmente. Algunos destinos, como Ámsterdam, están reduciendo la publicidad y la autopromoción. Pero eventualmente no habrá más remedio que comenzar a cobrar un recargo a los turistas.
Algunos lugares ya lo están poniendo en práctica. Venecia pronto comenzará a cobrarle a los visitantes que ingresen a la ciudad a excursiones de un día. Nueva Zelanda introdujo un impuesto turístico. Varios otros países y ciudades de Europa han implementado o planean implementar impuestos sobre hoteles y otros alojamientos nocturnos. Esta es una aplicación simple de tarifas de congestión, la solución económica de los libros de texto para el problema de la saturación.
El inevitable aumento de las tarifas de congestión serán una mala noticia para la emergente clase media mundial. Implica que el sueño del trotamundos que viaja con poco dinero nunca será para todos, al menos, no si quiere ir a lugares famosos. Los viajes a destinos premium como Venecia eventualmente se convertirán en cosas que solo los acomodados podrán pagar. Habrá más turistas que en la época anterior a los viajes aéreos e internet, pero el turismo nunca se convertirá en un lujo tan omnipresente de la clase media como el pan rebanado o los automóviles.
El mundo es grande, pero no es lo suficiente como para ser el área de recreo personal de todos.
(*) Publicado el 13 de agosto de 2019