CANADÁ

Un paseo culinario de alto nivel en Québec

Québec, centro histórico, cultural y gastronómico de Canadá, emerge de las sombras, eclipsada por su popular vecino, Montreal.

COMO EN EUROPA. Si bien es un hotel, el Fraimont Le Chateau Frontenac es uno de los símbolos de la ciudad. Un sitio para visitar, los alojemos o no. De estilo neoclásico, fue construido por una empresa de ferrocarriles [ Ver fotogalería ]

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Por momentos parece muy americana: las grandes extensiones que en invierno se cubren de viento, los bosques que casi entran en la ciudad. Pero, por otro, la sensación es –dentro y fuera de las casas– es la de estar en Europa, seguramente en Francia.

El idioma es lo primero que invita a tal asociación pero, definitivamente, no es lo único: la arquitectura y la cocina –de ambas hay mucho y muy interesante– fortalecen el concepto: sin dudas se trata de una ciudad de contrastes. Y, al mismo tiempo, muy coherente.

Es la capital francófona de Canadá y, para colmo de bienes desde 2008, además, vive una verdadera renovación y restauración edilicia, luego de bastante tiempo de retraso. Nuevos bríos, Québec, centro histórico, cultural y gastronómico adyacente al río St. Lawrence, ha emergido de la abrumadora sombra proyectada por su siempre popular vecino, Montreal.

Ceñirse a lo clásico (y a los clásicos)

Para el viajero, la primera tentación es pensarse dentro de una suerte de París, pero en América. Y lo cierto es que muchos de los estilos que se ven en el Viejo Continente aparecen en este lugar del Nuevo Mundo. Algo similar sucede con la gastronomía: lo nativo, lo québécois, y lo francés establecen una amalgama muy atractiva.

Un ejemplo puede encontrarse en una angosta calle serpenteante del casco viejo de Québec, donde está el Café Chez Temporel (25, rue Couillard; 418-694-1813) tan clásico como delicioso. El sitio, inaugurado hace 36 años, es el mejor contexto para comer un croissant perfecto (2 dólares canadienses, aproximadamente lo mismo en dólares estadounidenses) o una rebanada de tarta Lorraine con ensalada (8,75 dólares) y un café au lait (2,75 dólares).

Realmente es el contexo perfecto para adentrarse en la atmósfera: Québec fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad: el casco histórico, con sus calles sin autos, elevados monumentos y casas del siglo XVII, lo justifica.

El viaje puede seguir por el hotel Fairmont Le Château Frontenac. Desde allí, caminar a través de un pasadizo de madera que da al acantilado. Pero, para una perspectiva verdaderamente incomparable de la historia y geografía de la ciudad, el viajero deberça subir las escaleras de la esquina de Rue St. Louis y Côte de la Citadelle, para recorrer la muralla y caminar hacia el norte sobre la muralla, que forma como una suerte de plaza.

La construcción es una de las fortificaciones defensivas que se encuentran en mejor estado en todo Norteamérica. El paseo será entre antiguos cañones hasta la Rue St. Jean. También es interesante para tener una perspectiva de cómo es la vida y el ocio en la ciudad: es, por ejemplo, un paseo que eligen los vecinos para un domingo de tarde. Realmente, justifica el esfuerzo de subir las escaleras.

La vida y las obras

Otra posibilidad es empezar el día en el vecindario St. Roch, una zona antes olvidada que se convirtió en un nuevo barrio, con edificios gubernamentales, artistas bohemios y viviendas de empresarios. Se puede comer en el Bistrot Le Clocher Penche (203 rue St. Joseph Est, 418-640-0597, clocherpenche.ca), cuyo nombre rinde homenaje a “la aguja inclinada’’ que se observa del otro lado de la calle.

Después, se puede ir a la vecina Boutique Lucia F (422, rue Caron; 418-648-9785), un negocio de venta de ropa de diseño, pero a precios que no superan los cien dólares. Bajando por Rue St. Joseph está Morgan Bridge (367, rue Du Pont; 418-529-1682, morganbridge.ca), una galería de arte cómico y callejero de Montréal y la Québec que vende ropa artesanal, música y libros.

Si lo que se busca es una alternativa que sorprenda, es ideal la visita a La Chambre Blanche (185, rue Christophe-Colomb Est; 418-529-2715), una suerte de comunidad que presenta el trabajo de sus artistas. Si en el espíritu libre de Canadá hay algo de hippie, aquí se percibe a pleno.

Comer en Québec

Uno de los lugares más reconocidos es Bistro B (1144 Avenue Cartier; 418-614-5444;), el restaurante de François Blais, uno de los sitios más renombrados, un lugar de justificada moda. El menú cambia diariamente. Pero tiene sus clásicos como la tartare du jour y pechuga de pato, presentada en una salsa de vino blanco con puré de calabaza y brócolis. Para el postre, hay que probar el pastel de queso, con abundante chocolate y helado de frambuesa. La cena para dos, cuesta casi 130 dólares.

Vinos como en Francia (y Alemania)

«Todo tiene que ver con el vino», afirma un sommelier de Le Moine Echanson (588, rue st. Jean; 418-524-7832), mientras sirve una deliciosa créme catalana au foie gras y confit de pato, uno de los hits de la cocina de este pequeño restaurante inaugurado hace cinco años.

El menú de los platos de degustación cambia cuatro veces por año, según las estaciones: cuenta a su vez con una importante selección de vinos orgánicos y naturales en su cava.

Aunque mucha gente no lo sabe, Canadá ocupa un lugar más que destacado en el mapa mundial de la enología gracias a sus vinos de hielo, los icewines, versión americana de una invención alemana. ¿De qué se trata? De una rareza por demás deliciosa: cosechas tardías, en las que se espera que las uvas se congelen. Para defenderse del frío, las vides desarrollan un alto porcentaje de azúcar, que se transforma en un vino de postre en el que predomina entre sus aromas la miel y el durazno.

Quebec es la ciudad más enológica de Canadá, y este restaurante es un lugar ideal para degustar vinos. La cena para dos cuesta aproximadamente 120 dólares. Para una alternativa más casera, vaya a La Cuisine (205, rue St. Vallier Est; 418-523-3387), un restaurante bien equipado como departamento retro de estudiante universitario.

Los muebles clásicos están a la venta y la cocina es abierta, con horno también antiguo y que sirve platos como croques monsieurs y casseroles. La cena para dos, que aquí suele servirse con cerveza local, cuesta aproximadamente 30 dólares, con música de DJ en vivo, clientela cool, videojuegos y otras diversiones incluidas,

 

Nota publicada en la edición del Diario PERFIL del sábado 21 de abril de 2012

 

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